Hoy abrí el correo y me sorprendió una carta que enviaba mi primo Hélder Gándara. Me dió mucha alegría. Conocí a mi primo cuando él era un hermoso bebé, despúes lo vi en varias ocasiones pero nunca habíamos tenido comunicación. Sabía sí, que él era artista plástico, y, aunque él dice que no, yo sí creo que es poeta. En la carta que me mandó adjuntó su primer libro de poemas titulado Los días capturados y me gustó de verdad. Me hizo sentir lo ideal para un día, como hoy, nublado y de manga larga. Sus poemas me trajeron nostalgia, melancolía, y un cariño especial para él, porque coincidimos en el espacio de la imaginación. A pesar de que en la familia nos han dicho, he insisten en demostrarlo, que en la sangre de los Gándara no hay lugar para lo intangible; todos son tan prácticos. Aunque fueron precisamente ellos, los tíos Gándara, quienes en su juventud nos trasmitieron, a mis hermanos y mí, la visión de otras maneras de pensar. Después cambiaron."¿Para qué pierdes el tiempo en cosas raras que no te dejan dinero?", me dijo alguna vez una tía. Sin embargo, de vez en cuando pasa, que en las familias hay alguien que descubre la vida que no se ve, la vida que no tiene masa ni peso atómico, entonces la va acumulando y un buen día, sin que pueda evitarlo, aquella visión estalla en un cuadro, en un poema, en una nota musical o en cualquier palabra ... (la primera imágen se llama Nostalgia de la novedad y la segunda El piano, fotomontajes de Hélder)
Les dejo tres poemas de Hélder Gándara.
La sombra en mi costadoMi costado es un pájaro lastimado
que se quedó a morir conmigo este invierno,
respira con dificultad por las noches,
es un vagabundo espejo noctámbulo de mis silencios.
Fabrica huecos de sombras perfumadas
alrededor de mi cama,
su mano siembra de alfombras inasibles,
pedacitos del mar en mis tristezas.
Mi costado aun sueña despertar en el país de las disculpas,
antes de dormir, abre los cajoncitos de mis ojos,
los llena de sal y barre mi corazón de memorias extraviadas.
En mi costado vive un recaudador de caricias necesitadas,
un misterioso pájaro enamorado,
recostado cómodamente,
en el silloncito de mi corazón para contemplar la vida.
En las manos de la tristeza
Con las manos semidormidas por un hambre pasajera,
acaricio las formas que olvidó el otoño.
Desnudo y roto...
Como una flor que enviuda;
untado de un profundo sueño invisible.
¿En qué manos?
¿En qué aroma ausente está mi tristeza?
Cansado de besar silencios
Tanto silencio cansa,
tanta lejanía estorba.
Devuelvo a la vida su indiferencia,
se puebla el silencio de imágenes,
vacías y rotas...
Esta vida,
es decir:
esta muerte,
me estorba.