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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 30 de agosto de 2014

DON QUIJOTE EN CUATRO LETRAS

El mundial de futbol (Brasil, 2014) se vivió entre camisetas de sudor y lluvia; botines multicolores y directores técnicos vestidos con elegancia; entrenadores estoicos, ante el triunfo o la derrota. Ellos, frente a los otros, los descompuestos, los trágicos y grotescos que ante el gol que fue y el que no, agonizaban. Se vieron árbitros de pasión sospechosa y una porra mexicana que imponía su grito de guerra en cuatro letras: ¡puto! La turba lanzaba conjuros con los brazos extendidos y temblorosos. Trataban de intimidar al enemigo, pero sólo consiguieron divertirlo. Ni discriminadores ni vetados ni nada. Únicamente animadores de fiesta. El grito de guerra se volvió una moda inocente. No intentaba la segregación homosexual sino el exorcismo del gol. Ahora se ha prohibido en los estadios de futbol.
Quizá, Gabriel García Márquez, al titular su novela Memorias de mis putas tristes, hizo que la palabra puta/o, ya no escandalice. Este vocablo tiene muchos usos, además del de homosexual. Aunque el más común (en femenino) es para llamarle a la mujer que, cobrando o no, tiene relaciones sexuales con varios hombres. También es sinónimo de cobarde. Y cuando su terminación es en "azo" se refiere a un golpe fuerte: "Lo agarraron a…” o, “me di un…", dicen. Asimismo, no sólo es adjetivo, también se trasfigura en verbo cuando su terminación es, …teo, …teas, …tean… Yo, tú, el/ellas…putean. Otra, es para manifestar enojo en grado superlativo, para ello se le antepone un em y se finaliza en gerundio ado/a: Estoy muy emputado. Es auxiliar para expresar lo estupendo o lo pésimo; en la alegría o el rechazo. Aunque, no sólo las personas o estados de ánimo pueden bautizarse así, los objetos también. 
En El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes (1547-1616) usa este vocablo 32 veces, aunque sólo cinco en masculino. En la primera parte dice dos veces puto, en el sentido de “astuto, molesto, fastidioso”, (según el ensayo de Jorge E. Barona Díaz El lenguaje florido del Quijote). Allí se repite en doce ocasiones el término puta; ya sea solo o acompañado de "hijo de" o con la contracción hideputa. En la segunda parte de El Quijote son quince veces en femenino y tres en masculino. Más de la mitad es en boca de Sancho. Llama la atención que sólo en una ocasión lo dice una mujer. Lo que refleja la conducta de las mujeres de la época. Citaré algunos ejemplos:
La primera mención, de esta palabra, se hace en el capítulo dieciséis (1ª. parte). Viene del dueño de una venta donde se hospedaron don Quijote y Sancho. La criada tiene miedo de su amo y se esconde en la cama de Sancho. Su patrón, al buscarla, grita: “¿Adónde estas, puta? A buen seguro que son [tus] cosas éstas.”
En el capítulo veintidós (1ª. parte) donde se narra la ocasión en que don Quijote libera a los presos. Uno de los criminales, Ginesillo, tiene una discusión con don Quijote y éste le habla así: “…don hijo de puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llamáis, que habéis de ir vos solo, rabo entre piernas, con toda la cadera a cuestas.” Jorge E. Barona Díaz, asegura que es la única vez que don Quijote no usa la contracción hideputa.
En el capítulo 37 (1ª. parte) donde se habla de las aventuras de la princesa Micomicona. Sancho habla: “…porque quiero que sepa vuestra merced, si es que no lo sabe, que el gigante muerto es un cuero horadado, y la sangre, seis arrobas de vino tinto que encerraba en su vientre; y la cabeza cortada es la puta que me parió, y llévelo todo Satanás.” Aquí la frase: "la puta que me parió" tiene el sentido de decir que la herida en la cabeza puedo haber sido por cualquier cosa; algo sin importancia.
En el capítulo trece (2ª. parte) un personaje, el del Bosque, habla de esta palabra cómo alabanza: "¡Oh hideputa, puto, y qué bien que lo ha hecho!” Y después, cuando Sancho dialoga, con otro escudero, sobre su familia y su hija a la que, asegura, prepara para condesa, el otro se burla de él. Sancho enojado responde: “–Ni ella es puta, ni lo fue su madre, ni lo será ninguna de las dos, Dios quiriendo, mientras yo viviere.” Sancho asegura el honor de sus mujeres porque si no, el deshonrado es él.
En el capítulo diez (2ª. parte) que trata de las dificultades que pasa Sancho para llevarle un recado, de su enamorado, a Dulcinea. Allí, Don Quijote dice: “—No os fiéis en eso, Sancho, porque la gente manchega es tan colérica como honrada y no consiente cosquillas de nadie. (…) —¡Oxte, puto! ¡Allá darás, rayo!”. "Oxte puto" es como decir, cúchala, vete, fuera de aquí, atrás, lárgate... puto.
En el capítulo 31 (2ª. parte) aquí la única mujer que lo menciona. Llegan, don Quijote y Sancho, a un castillo. Sancho, preocupado porque su asno necesita comida, se la solicita a una mujer que se niega a dársela; Sancho la ofende diciéndole madura, a lo que ella responde: “—Hijo de puta— (…), si soy vieja o no, a Dios daré cuenta, que no a vos, bellaco, harto de ajos.” "Harto de ajos" se refiere a la persona malcriada o con poca educación. Una imagen muy repetida de Sancho.

Estas son algunas muestras de las 32 veces que Cervantes utiliza, en Don Quijote, la palabra puto/a; Ahora, grito de guerra futbolera, ¿o no?.


sábado, 16 de agosto de 2014

EL VIEJO VIAJE DE MANUEL PEREIRA

Un viejo viaje, novela del escritor cubano Manuel Pereira, describe la vida del pintor Lucio Gaitán, funcionario cubano que durante, aproximadamente, tres horas sufre el dilema de regresar a su patria (Cuba) o quedarse en España; “ser o no ser…” La historia inicia cuando el pintor llega al aeropuerto de Barajas, en Madrid, y termina cuando el avión (retrasado), despega hacía lo que el autor considera un zoológico, establecido por el “zoocialismo” cubano.
Para el narrador (una tercera persona, mimetizada con el protagonista) hablar de países comunistas es hablar de grandes zoológicos en los que existe un dueño y cuidadores de jaulas que vigilan que ningún animal escape. A cambio, el enjaulado, recibirá su ración diaria de alimento de mala calidad; “la proletarización de las especies”, dice el autor. Un hombre nuevo viviendo “una indigencia planificada”. Individuo, que, de acuerdo a las reglas oficiales no deberá viajar fuera del zoológico ni estar expuesto a la cultura capitalista. La utopía que lo mismo censura a Los Beatles que a Einstein y donde los “zoodadanos” están obligados a vigilarse unos a otros.
Lucio Gaitán no quiere regresar a esa “rencorosa noción de igualdad”, a aquel lugar de la envidia. La envidia, “el único pecado que no produce placer”. Desea quedarse en un país capitalista, en la jungla, donde estará en libertad. Pero, ¿podrá un animal de cautiverio, sobrevivir en la selva?, ¿podrá conseguir su propio alimento? ¿Podrá sobrevivir a la nostalgia? Porque, finalmente, cuando se vive dentro de Cuba, la fantasía está en otro sitio, pero en el destierro se sueña con la patria hasta el último suspiro. Cuba se vuelve condena. De todas formas, nunca se escapa por completo de la isla.
        Esta novela es una crítica al régimen de Fidel Castro, pero no de manera radical sino que el autor manifiesta sus dudas, sobre si es posible vivir con decoro siendo expatriado, valora lo bueno que tiene en la isla, el amor hacia su familia, y especialmente a su madre, a la que sabe, no podrá ver más, una vez que haya sido nombrado traidor a la patria o “gusano”. Una decisión difícil porque está consciente que: “Aunque la chinche permanezca semanas enteras en la butaca del cine, no significa que le guste la película que están proyectando”; ansía su libertad pero no desea perder a quienes ama.
Pereira, hace un recuento de los que han dejado el país, unos en balsa, otros pidiendo asilo en alguna embajada del país al que viajaron, ya sea difundiendo la cultura o como deportistas. Otros que lograron “escapar por vía vaginal o penal”, es decir, casándose con una mujer u hombre extranjeros. Cuenta historias de personas que perdieron la vida en la búsqueda de la libertad, tantos balseros muertos, ahogados o insolados. Por eso, es comprensible que muchos cubanos desarrollen el gusto por las cadenas, por la jaula.
Manuel Pereira, asegura que en el comunismo impera el ocio, ya que los ciudadanos no se esfuerzan por trabajar, ¿para qué? Si no tienen posibilidades de comprar algunas comodidades, de todas formas recibirá los mismos sueldos y no tendrán posibilidades de mejorar: “De ahí que les sobrara tiempo para dedicarse a los placeres del sexo en lo que quizá fuera el único aliciente del Zoo. (…) Siendo, además lo único que no estaba racionado por el Estado. La lujuria generaba un remedo de libertad”.
Lucio, el protagonista, deja ver la confusión que le provocan los “amigos de la revolución, o de Cuba”, esos “comunistas comedores de caviar”. La mente escindida de los que piensan como Marx pero viven como Rockefeller, ésos, que no soportarían ni un día viviendo como el cubano común. Sin embargo, hacen visitas al Comandante y son recibidos de la mejor manera. En parte también porque Cuba es otro paraíso fiscal.  
En Un viejo viaje se hacen alusiones quijotescas como el personaje del “Verde Gabán”, un hombre que vigila a Lucio en el aeropuerto; “La ínsula barataria” para referirse a cuba; el licenciado Vidriera, un extraño personaje germofóbico, que saluda con los codos para que no le contaminen con bacterias. También hay menciones de otros autores como Milan Kundera o George Orwell.
Manuel Pereira es un escritor muy prolífico ha escrito: cuento, novela, poesía y ensayo. Sus más recientes obras (publicadas por Textofilia) son Un viejo viaje (novela) Mataperros (Cuentos) y El ornitorrinco y otros ensayos (ensayo) Fue discípulo y amigo de José Lezama Lima, amigo también de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Alejo Carpentier y Eliseo Alberto, sólo por mencionar a algunos personajes relevantes con los que él ha convivido.    
Pereira, Manuel. Un viejo viaje, Editorial Textofilia. 2010. Ciudad de México.

sábado, 2 de agosto de 2014

NADIA CONTRERAS Y NUESTRA PATRIA MUERTA

Visiones de la patria muerta, el más reciente poemario de la escritora Nadia Contreras, es un libro en el que se filtra el desaliento sobre el que navega México: La patria, que significa padre, familia; la tierra, la madre de la que se hemos nacido. La patria nuestra que no posee más la suavidad velardiana; donde los trenes ya no corren, ya no se esperan. Donde la esperanza ya no pasa. La patria de ahora, la descompuesta. Pueblos, ciudades y personas en los que transita el miedo. Un lugar que provoca escribir versos de alientos rotos.
       En un formato poco común, Visiones de la patria Muerta, se divide en cuatro partes. En las dos primeras se incluyen fragmentos en prosa, literaria o periodística, que, a la autora, le han provocado poesía. Camina por reflexiones de Platón. Cita a Ortega y Gasset o se detiene en la nota de un diario. Estas reflexiones en prosa se continúan en un verso libre lleno de sensibilidad. Allí, se habla del poder del hombre para finalizar la vida, pero no sólo la del prójimo sino la de todo lo que alberga agua. El humano mata al río, al mar, al árbol, al animal: “La tierra está rota/ y muda/ los árboles no danzan/ la coreografía del viento,/ y los ríos se consumen/ en cuencos áridos/ (…)/ La quemadura/ Atraviesa de lado a lado.” 
       El hombre se destruye a sí mismo, por eso el color de la patria muerta es el rojo; porque se bebe sangre cada mañana. Tragos espesos y ferrosos. El periódico ofrece, en su menú, la dosis diaria de terror. Así, los restos de la patria se recogen en bolsas negras de plástico y los anuncios del país se hacen en narcomantas. En las ciudades, la delincuencia organizada se vuelve empresa. Los lugares y las bocas de los gobernantes se llenan de policía investigadora. Los occisos, unos sobre otros, se apilan en la morgue trasformada en fosa común. En las estadísticas se registran puntualmente los desaparecidos. Eso sí, hay que saber contar.
La autora de Visiones de la Patria muerta ve toda esa tragedia y la hace verso: “La justicia es una casa vacía” porque se grita en: “El idioma sordo de las balas”. Al hombre, dice: “Le suceden demasiadas cosas: desastres, guerras, abandonos”, y es que la violencia se filtra en el instinto. Al salir de casa se enciende, automática, la alerta de la mirada y del oído. En la imaginación surge la desgracia. De cualquier manera, no hay salida, lo viviremos todos. Ellos, los que tienen el poder sobre nuestras mentes, pasean en sus camionetas de susto. Nosotros caminamos, buscamos la compasión, porque una patria sin compasión es una patria perdida. Aunque sabemos que al país lo han tomado los que piden la sangre y el cuerpo de sus hermanos. Los sicarios rezan a sus propios dioses, dioses que perdonan sus pecados. Redimidos y protegidos, “¿quién contra ellos?”. La soberbia mesiánica que alcanza para decidir quién morirá hoy. Por eso, a veces, es mejor mostrar desinterés. Aunque, el desinterés sea una farsa. En realidad es el rencor y el miedo los que palpitan como paloma atorada en la garganta. Miedo de enfrentar el sufrimiento, de reconocer la inocencia extraviada entre tanta sangre.
En los otros dos apartados Visiones…, contiene un poema largo en cada uno: “Sonrisa ciega” y “Viaje abierto”. En “Sonrisa ciega”, el título trae a la memoria, el ya lugar común de la literatura erótica: “la sonrisa vertical”, una imagen de los pudores femeninos, por eso logramos inferir que el tema será la sexualidad. En este poema la autora traza la línea del dolor de la mujer maltratada, a la que se le usa en pos de la satisfacción sexual del señor que tiene el poder y la fuerza para someter. Pero, a pesar de todo, la víctima, la de la “sonrisa ciega” puede contarse algunas ilusiones y buscar la salida: “En algún lugar/ del paraíso ajeno/ y la puerta/ se abre a la noche/ donde justamente/ habita la esperanza/ Guarden sus lágrimas/ sus oraciones  dices/ hay tiempo para el perdón”.
En “Un viaje abierto” la escritora vuelve a la muerte, pero ya no habla de los coleccionistas de cadáveres, escribe versos sobre el fallecimiento en singular. Un enfermo viaja sin boleto de regreso, porque se encuentra: “sobre un montículo de cáncer”. Entonces, habrá que preguntarle: “¡Y si Dios se negara a recibirte?” Y obliga, inevitablemente, a volver los ojos hacia dentro y cuestionar ¿Y si Dios se negara a recibirme?
Visiones de la patria muerta, son historias de dolor, escritas en verso. Nadia Contreras, recurre a la metáfora porque sólo con metáforas se puede dar brillo a una realidad tan sombría. Una realidad que se hace soportable sólo si los poetas, como ella, nos las cuentan.
Contreras, Nadia. Visiones de la patria muerta, Ediciones El Humo. 2014. Querétaro.
Video de presentación el 26 de junio en el Museo Regional de La Laguna.