Vicente
Alfonso (Torreón, Coah.1977) es un escritor consciente de todas las
herramientas que puede usar en el armado de sus historias. De él sea ha dicho,
a propósito del Premio Nacional de Narrativa Joven María Luisa Puga que ganó en
2009 con su libro Contar las noches: “Vicente
Alfonso conoce muy bien las reglas del juego y las maneja de la mejor forma,
inquietando permanentemente a los lectores, no permitiéndoles que se les vaya
de las manos: el famoso ‘descontón’ del que habló Julio Cortázar. Luego, las
historias que cuenta, truculentas como son en su mayoría, despliegan los
mecanismos que impiden que los asuntos sean conocidos desde el principio, y eso
les da tensión que llega hasta el final, como debe ser […] Vicente Alfonso pisa
muy fuerte”.
Cada
vez que leo un libro de este lagunero, mi bola de cristal me dice que es un
autor que se quedará entre los vivos. Y es que su novela, con dos reediciones, Partitura para mujer muerta, (Literatura
Mondadori, 2008) Premio Nacional de Novela Policiaca, su libro de cuentos Síndrome de Esquilo (Ficticia, 2007), La Laguna de Tinta (UA de C. colección
escritores Coahuilenses, 2006) y Contar
las noches, su más reciente publicación, todas son obras muy bien logradas y
el manejo del lenguaje y lo sorpresivo de los finales las hacen muy atractivas.
Contar las noches,
un título que, inevitablemente, recuerda el libro más emblemático del arte de contar:
Las mil y una noches, la obra donde
Scherezada cada noche tiene que inventar historias porque de lo contrario
amanecerá muerta. Crear historias para sobrevivir. Así, con la pasión y el
conocimiento del autor se advierte la construcción de las narraciones de este
volumen.
Contar
las noches es un libro que alberga quince cuentos en los que desde el
primero, Vicente Alfonso, cautiva por el buen manejo de la intriga. Llamó mi
atención, especialmente, la diversidad de los recursos narrativos. El autor de Partitura para mujer muerta, acude a
todas las formas de narradores: al omnisciente, a la primera persona
(espectador y personaje) y a la segunda persona. Pero no lo hace de manera simple.
Por ejemplo, en el primer relato, “Perder en lotería” habla de una mujer rica,
jugadora y engañada por el marido y por su amiga, allí, utiliza la primera
persona pero inicialmente esconde que el personaje que está contando es también
protagonista, y que es, además, parte decisiva de la trama. La torcedura que le
da a la narración sorprende al lector, porque el escritor muestra todos
elementos pero el lector es engañado. Aunque uno bien puede sentirse complacido
porque fue engañado con gran destreza.
En
“Latitud 32” escrito en segunda persona, percibí cierta influencia de Carlos
Fuentes y de su novela Aura, no sólo
por el estilo sino también porque en momentos la ambientación de “Latitud 32” trae
él de aquélla novela. En ambos (cuento y novela) se describe una posible
realidad paralela. Desde luego, las historias son diferentes.
En
el cuento que da título al libro “Contar las noches” un narrador omnisciente escribe
sobre un borracho deseoso de confundir a una teibolera con la mujer que lo dejó.
Dan unidad al libro: asesinos que se dejaron llevar por las conjeturas, dos
historias donde el café es la bebida conductora; dos de gemelos y los juegos a
los que la vida recurre para usar las ventajas y desventajas que pueden vivir
los que nacen de a dos (el autor tiene un gemelo, Antonio Rodríguez, quien
también es escritor).
La
literatura de este autor se disfruta mucho; él ha dejado de pertenecer a La
Laguna y ha desplegado sus hojas más allá
de nuestra región. Vicente
Alfonso, cuenta.
Vicente
Alfonso. Contar las noches, Universidad
Autónoma de la Ciudad de México, México, 2011; 92 pp. 2012. Premio Nacional de Narrativa Joven María
Luisa Puga 2009.