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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

martes, 14 de julio de 2020

REMEDIOS COVID-19


Políticos y religiosos han propuesto remedios para la Covid-19. Mencionaré algunos: la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero usa unas gotas hechas con “nanopartículas” de cítricos; el padre Solalinde habla de la alcalinización de la sangre a base de tés; el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa, dice que la pobreza es un escudo contra el coronavirus. El presidente López Obrador usa imágenes religiosas como protección y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, consideró la posibilidad de aplicarse luz ultravioleta o desinfectantes dentro del organismo. Actualmente, también está de moda el consumo de gotas de dióxido de cloro o MMS (Miracle Mineral Solution). Son innumerables los intentos por curar la Covid-19. Sin embargo, la desesperación provoca más vulnerabilidad porque, distraídos por la desinformación, no se aplican las verdaderas medidas preventivas, que son las que definen la pandemia. Hablaré de estos y otros remedios.
         Es entendible que se crea que unas gotas con altos contenidos de vitamina C eviten que el coronavirus entre al cuerpo, ya que siempre se ha dicho que la vitamina C o ácido ascórbico, ayuda a prevenir la gripa, aunque no hay estudios fehacientes que lo demuestren. Además, la Covid-19 no se puede considerar gripa. Es ingenuo pensar que los cítricos podrían detener un virus tan contagioso y letal.
En cuanto al tema del pH (potencial de hidrógeno) que habla de alcalinizar la sangre. Esta información tiene años circulando; promete terminar con el cáncer y con otras enfermedades degenerativas y ahora también, dicen, cura el coronavirus. El pH de la sangre es ligeramente alcalino de 7.35 a 7.45, estos parámetros sólo se modifican en condiciones patológicas (imposible enumerarlas aquí). La razón por la que se cree que es bueno alcalinizar la sangre, (algo que afortunadamente no sucede ni con tés ni alimentos) es porque se sabe que las células cancerosas se reproducen más en medios ácidos, pero esa acidez no es de la sangre sino de la propia célula y cambiar el pH de la célula es más complejo que tomar un té. Hay mucha información distorsionada al respecto. Desde luego, la buena alimentación ayuda a que no nos enfermemos o que la gravedad disminuya. (No existe un pH de menos 1 o de 17, la graduación del pH va de 0 a 14, el 7 sería el límite entre acidez y alcalinidad, o sea el valor neutro).
         Respecto a la pobreza como medio de protección contra la Covid-19, el tema tiene muchas aristas. Los primeros en enfermarse fueron personas que tienen la posibilidad de viajar, pero sería excesivo llamarlos ricos por ese solo hecho. Asimismo, hay un estudio que demuestra que en los indigentes la letalidad del coronavirus es menor y la teoría es que, al estar expuestos a tanta suciedad, tienen mejor inmunidad. En contraparte la revista Forbes ha revelado que un 71 % de las muertes por Covid-19 en México, son personas de muy baja escolaridad y desempleadas, por lo tanto, son pobres. Concluimos que, aunque la enfermedad es muy democrática, si tienes comorbilidades y un servicio médico deficiente es más probable que haya complicaciones y dificultades para resolverlas, excepto si duermes en la banca de un parque. Además, el coronavirus ha llegado a todos los países, sin importar el tipo de economía que tengan.
         Sobre la luz ultravioleta: ésta es muy importante, no sólo la artificial que se usa para desinfectar espacios y superficies sino la natural, la del sol que nos hace sintetizar vitamina D. Hay mucha información que demuestra que la mayoría de las personas que murieron por Sars-CoV2 tenían deficiencia de vitamina D, por ello se recomienda exponerse al sol diariamente (de 10 a 15 minutos) o tomar la vitamina en cápsulas, ya que muchas personas no la sintetizan, aunque se asoleen. Es cierto que no evitará el contagio, pero si hay más posibilidades de que sea menos grave. Al igual que la vitamina C no hay riesgo en consumirla si es a dosis prescritas por el médico.
         En cuanto a las gotas de dióxido de cloro conocidas como “milagrosas”, es peligroso consumirlas porque cuando se combinan con un ácido se transforman en lejía, por eso quienes las toman deben tener cuidado de no ingerir alimentos ácidas o vitamina C. Las autoridades sanitarias están alertando sobre su consumo. Hay personas sin escrúpulos que la venden, diciendo que es la panacea y que cura todo. Por fortuna este tipo de productos duran poco en el mercado, pero pueden causar daños irreversibles en los consumidores. Aunque la lejía es muy buena para lavar platos y ropa, es igual que cualquier desinfectante: no se bebe.
         Hablemos de la fe religiosa contra la pandemia: No encontré ningún estudio que dijera si los ateos se enferman más que los creyentes, o viceversa. Yo tengo fe en que los científicos encontraran la solución.
Al ser una enfermedad nueva, la Covid-19, los médicos también se han equivocado, no sabían cómo tratarla, pero la experiencia de los países que la padecieron primero ha servido muchísimo. Actualmente se han establecido medidas generales: Si es leve solo paracetamol y líquidos, si se complica con neumonía, lo primordial es el uso de oxígeno, antibióticos, antinflamatorio y antipiréticos. En los primeros pacientes europeos se descubrió que se moría por una tormenta de citoquinas; una sobrerreacción del cuerpo hacía el virus, donde se liberan sustancias que dañan a todos los órganos. De allí surgieron el uso de inmunomoduladores (algunos de ellos anticuerpos monoclonales) o antinflamatorios como Tocilizumab, Lenzilumab, Cobicistat, Sarilumab, Aviptadil, Siltuximab, Bevacizumab Fingolimod, Gimsilumab, Ruxolitinib y esteroides como la dexametasona. Posteriormente, en las autopsias descubrieron las micro y macrotrombosis, entonces agregaron al tratamiento los anticoagulantes como heparina y otros. Se han usado antivirales como Remdesivir, Favipiravir lopinavir, Ritonavir, Umifenovir; antiparasitarios como Ivermectina e Hidroxicloroqina/Cloroquina y antibióticos como Azitromicina. (estos tres últimos fármacos no demostraron un beneficio real) De los que se han obtenido resultados, un poco más alentadores son el Remdesivir y la dexametasona. También utilizan el plasma de personas que ya padecieron la enfermedad (plasmaféresis). Aún no se demuestra que el virus se destruya por alguna de estas medidas, pero si se disminuyen los daños y la mortalidad. La distancia social, el cubrebocas y el lavado constante de manos son nuestras mejores armas. Lástima que aún no lo entendamos.