Tres veces lo engañé. La primera lo abandoné cerca de la 50, creí que jamás volvería. La segunda me separé de él dando vuelta en la esquina que decía 100. La tercera vez, cuando juré que era la definitiva, mantuve mi fidelidad hasta la página 220, pero no; ante mí revoloteaban otros más atractivos y lo mandé al rincón más oscuro del librero. Sin embargo, por fin, en la cuarta ocasión me acerqué sin temor y alcancé la última palabra de la novela Ulises, de James Joyce (Dublín 1882–Zúrich 1941).
Ulises es en latín; Odiseo es en griego, de allí que se trate de una alegoría de La Odisea, de Homero. Odiseo viaja al extranjero a luchar en la guerra de Troya por muchos años, mientras que en Ulises, de Joyce, tres personajes principales exploran el interior de su conciencia en Dublín, y luchan contra las mezquindades cotidianas de ellos mismos y de los demás. Todo ocurre en un solo día: el jueves 16 de junio de 1904. Cabe mencionar que la técnica de tomar un texto antiguo e invertir la estructura del argumento ya se ha hecho muchas veces. Por ejemplo, ahora recuerdo a Ernesto Sábato y su novela El Túnel, una historia que habla de celos de un origen contrario al que presenta William Shakespeare en la obra de teatro Otelo. El personaje de Sábato recoge sus celos de conjeturas propias creadas por sus pensamientos, mientras que Otelo enloquece por lo que le dice Yago. Las dos historias terminan en tragedia con el asesinato, por parte del celoso, de las mujeres protagonistas
Ulises es una novela complicada, tanto, que me atrevería a decir que sólo los eruditos o los mentirosos podrían asegurar que se trata de una historia para deleitarse. Yo podría ser una gran mentirosa y decir que fue un gozo leerla, pero prefiero aceptar que el abordaje de Ulises fue una experiencia que en ciertos momentos me hizo sentir un poco humillada. Es ineludible que a veces el lector no se sienta derrotado al estar leyendo una historia de estructura tan compleja que, además, incluye en su narración citas en hebreo, griego, alemán, francés, latín; de La Odisea, La Biblia, Madame Bovary, Hamlet…, y no conforme con escribir una novela políglota, agrega partituras e igualmente habla de música, filosofía, física, medicina o astronomía. Es como si Joyce fuera Funes el memorioso, de Jorge Luis Borges, el ser que contiene todos los conocimientos del universo en la cabeza de tres personajes principales: Stephan Dedalus, Leopoldo Bloom y Molly Bloom. Joyce une vocablos como:
Ulises es en latín; Odiseo es en griego, de allí que se trate de una alegoría de La Odisea, de Homero. Odiseo viaja al extranjero a luchar en la guerra de Troya por muchos años, mientras que en Ulises, de Joyce, tres personajes principales exploran el interior de su conciencia en Dublín, y luchan contra las mezquindades cotidianas de ellos mismos y de los demás. Todo ocurre en un solo día: el jueves 16 de junio de 1904. Cabe mencionar que la técnica de tomar un texto antiguo e invertir la estructura del argumento ya se ha hecho muchas veces. Por ejemplo, ahora recuerdo a Ernesto Sábato y su novela El Túnel, una historia que habla de celos de un origen contrario al que presenta William Shakespeare en la obra de teatro Otelo. El personaje de Sábato recoge sus celos de conjeturas propias creadas por sus pensamientos, mientras que Otelo enloquece por lo que le dice Yago. Las dos historias terminan en tragedia con el asesinato, por parte del celoso, de las mujeres protagonistas
Ulises es una novela complicada, tanto, que me atrevería a decir que sólo los eruditos o los mentirosos podrían asegurar que se trata de una historia para deleitarse. Yo podría ser una gran mentirosa y decir que fue un gozo leerla, pero prefiero aceptar que el abordaje de Ulises fue una experiencia que en ciertos momentos me hizo sentir un poco humillada. Es ineludible que a veces el lector no se sienta derrotado al estar leyendo una historia de estructura tan compleja que, además, incluye en su narración citas en hebreo, griego, alemán, francés, latín; de La Odisea, La Biblia, Madame Bovary, Hamlet…, y no conforme con escribir una novela políglota, agrega partituras e igualmente habla de música, filosofía, física, medicina o astronomía. Es como si Joyce fuera Funes el memorioso, de Jorge Luis Borges, el ser que contiene todos los conocimientos del universo en la cabeza de tres personajes principales: Stephan Dedalus, Leopoldo Bloom y Molly Bloom. Joyce une vocablos como:
gymnasummuseumsanatoriummandsuspensoriumsordinarypryvatdosentgeneralhistoryspecialprofessordoctorkriegfried, que tiene 107 letras, de palabras del alemán juntas, lo cual resulta chocante.
Ulises es una novela que jamás podría ser la primera lectura de nadie; alude a demasiadas obras que, si no se tiene idea de su existencia, es imposible saber a qué se refiere. Cuando se lee esta novela se tiene que estar consciente de lo que es el estilo indirecto libre, que es cuando el autor describe algo sin mencionar directamente de lo que se trata; el lector deberá deducir la intención. Otra característica es que recurre con frecuencia al monólogo interior, que es como estar dentro del pensamiento del personaje y seguir sus ideas. El ejemplo cumbre es el monólogo de Molly Bloom correspondiente al capítulo final de la novela. Allí se está ante el fluir de pensamientos de Molly, sin puntos ni comas ni mayúsculas; un andar sin freno como sucede en nuestro cerebro. Podrá no gustarnos el pensamiento obsceno de la Molly infiel, que pareciera estar en excitación sexual casi permanente. Pero hay que tomar en cuenta que el autor es un hombre que intenta recrear lo que siente una mujer; considero que no conocía la fisiología sexual femenina. Aunque, el último capítulo fue el que más me gustó, por su forma, claro.
Ulises es una novela que jamás podría ser la primera lectura de nadie; alude a demasiadas obras que, si no se tiene idea de su existencia, es imposible saber a qué se refiere. Cuando se lee esta novela se tiene que estar consciente de lo que es el estilo indirecto libre, que es cuando el autor describe algo sin mencionar directamente de lo que se trata; el lector deberá deducir la intención. Otra característica es que recurre con frecuencia al monólogo interior, que es como estar dentro del pensamiento del personaje y seguir sus ideas. El ejemplo cumbre es el monólogo de Molly Bloom correspondiente al capítulo final de la novela. Allí se está ante el fluir de pensamientos de Molly, sin puntos ni comas ni mayúsculas; un andar sin freno como sucede en nuestro cerebro. Podrá no gustarnos el pensamiento obsceno de la Molly infiel, que pareciera estar en excitación sexual casi permanente. Pero hay que tomar en cuenta que el autor es un hombre que intenta recrear lo que siente una mujer; considero que no conocía la fisiología sexual femenina. Aunque, el último capítulo fue el que más me gustó, por su forma, claro.