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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

martes, 25 de diciembre de 2012

ENFERMEDAD Y LIBRE ALBEDRIO

Me topé con el libro Tú puedes sanar tu cuerpo de Louise L. Hay,  le di una vista rápida y me sorprendió. Contenía una lista de padecimientos, las causas emocionales que los provocaban y las oraciones que harían posible su sanación. Actualmente existe una tendencia a creer que todas las enfermedades son mentales. El origen del cáncer según ese libro es por “Una herida profunda, resentimiento largamente acumulado. Una pena secreta y acarrear odios”. Enseguida uno se pregunta qué odios podría guardar un bebé, al que le diagnostican leucemia, o cualquier otro niño nacido enfermo. ¿Acaso este libro nos está diciendo que las mujeres laguneras odiamos más que cualquiera de otro lugar de la Republica? pues es aquí donde se registra el más alto índice de mortalidad por cáncer de mama. Es absurdo creer en esas teorías como si fueran leyes. En La Laguna hay investigadores que han demostrado la relación del cáncer de mama con cuestiones ambientales. El proceso de enfermedad es mucho más complejo de lo que creemos.  
      En mi infancia jamás padecí de alergias, comía duraznos e higos de los árboles de casa, años después me volví alérgica a éstos. Pero curiosamente no a los que mi papá aún cultiva. Entonces, no es que tenga “Negación de mi propio poder¨” como dice Louise L. Hay, de las alergias sino que la fruta que compro en el supermercado está cultivada con insecticidas o fertilizantes artificiales a los que sí soy alérgica. Igual me pasa al comer camarones baratos que me dejan la cara de Chucky, en cambio los camarones grandes y caros los disfruto sin problema. Y no es que pretenda ser muy gourmet, simplemente es que los de pacotilla contienen un conservador que mi cuerpo detecta como intruso. Mi alergia no es porque sea cobarde, aunque no estoy exenta de serlo, pero no es la cobardía la que me saca ronchas y comezones
       Aunque sabemos que todas las enfermedades, de una u otra forma se modifican según las emociones, pues es verdad que la depresión disminuye la inmunidad, o bien, los dolores desaparecen con las alegrías y los orgasmos, por lo menos a ratitos. Pero decir que nosotros mismos somos los causantes de todas las enfermedades que padecemos es cruel y ególatra a la vez. El que se enferma se culpa y el sano se envanece. Aunque hay casos muy específicos donde sí hay una relación causa efecto. Los ejemplos más comunes son las adicciones donde pareciera que la persona busca su propia enfermedad, como pasa con el uso de drogas, alcohol, tabaco, exceso de comida o cualquier otro factor que someta al cuerpo a trabajos forzados para mantener el equilibrio u homeostasis. A pesar de ello las enfermedades provocadas por las adicciones no son del todo cuestión de voluntad. Es cierto que casi todas se iniciaron por un trastorno emocional, ya sea ansiedad, depresión, mal manejo de la ira o la frustración. Pero eso es sólo al principio, después es muy difícil sobreponerse porque las propias células exigen dichas sustancias. Ya no se trata de una simple emoción, sino de algo mucho más poderoso y complejo: la bioquímica celular.
En el libro El lenguaje del cuerpo de Francis Collins expone que la mayoría de las células de las que estamos constituidos no corresponden a nuestro DNA sino que estamos completamente invadidos de microrganismos (flora normal) que nos rebasan en número (celularmente hablando) y que viven de manera simbiótica en nuestro cuerpo; evitan que otras bacterias, virus u hongos que sí son dañinos se instalen en el organismo. Así impiden, dentro de lo posible, que enfermemos. Un ejemplo simple de la importancia de las bacterias “amigas” es cuando se da tratamiento con un antibiótico para cualquier infección, y a los diez o quince días aparecen hongos en los pies; el tratamiento arrasó con todas las bacterias, las buenas y las dañinas y los hongos se aprovecharon. L. Hay diría que el paciente, al alojar hongos, se rehúsa a dejar el pasado.
De cualquier manera, lo mejor es comer saludable, meditar y hacer ejercicio.  Continuaré con el mismo tema a la próxima. Twitter:@lopgan
ENFERMEDAD Y LIBRE ALBEDRÍO (II)

En el artículo anterior hablé un poco sobre el libro de la estadounidense Louise L. Hay, quien sostiene la teoría de que, en el fondo de la inconciencia o la conciencia, todos somos causantes de nuestras enfermedades. Sin embargo, la autora no toma en cuenta que todos los padecimientos se desarrollan tanto por factores internos como externos al organismo. Y en algunos casos la influencia externa es muy fuerte. Pues nos exponemos a elementos frente a los que estamos indefensos; aquí mismo, en La Laguna, es bien sabido la gran contaminación de arsénico que encontramos en el agua y todos los problemas de salud que ello conlleva, no sólo el aumento en la incidencia de cáncer, también de insuficiencia renal y hepática, entre otras.


No tenemos tanta voluntad o albedrío como creemos, en cuanto a la salud se refiere. Otros factores son los genéticos que son una fuerza con la que hay que luchar constantemente. El ejemplo más común es el de los padres diabéticos, hipertensos o que padecieron cáncer y que heredan la predisposición de sufrir dichas enfermedades a los hijos. De manera que las personas deberán de tomar muchas precauciones para evitarla. Lo malo es que de los padres no sólo se heredan los genes sino también los malos hábitos alimenticios; si la comida que ingirió un niño fue alta en grasa y carbohidratos es seguro que de adulto añorará consumirlos, no sólo por nostalgia sino porque su organismo estará acostumbrado a tomar energía a partir de esos nutrientes. 


En el libro El lenguaje del cuerpo de Francis Collins, el científico estadounidense expone un experimento extraordinario en el que se observó que en un grupo de ratas de laboratorio, a las que alimentaron en exceso, no todas comían igual, sino que algunas parecían insaciables, y, por lo tanto, éstas resultaron con obesidad. Al estudiarlas individualmente encontraron que cada una de las ratas obesas poseía en su intestino una bacteria que las otras (las de peso normal) no alojaban. Luego, los científicos inocularon estas bacterias, aparentemente causantes del apetito voraz, a los roedores sin sobrepeso. Entonces, vieron que éstos comenzaron a comer más y en consecuencia se volvieron igual de gordos. De esta manera podría surgir la teoría de que la obesidad es tratable con un antibiótico específico. Sin embargo, estas investigaciones no se pueden establecer como definitivas o válidas, pues en humanos no sea ha comprobado este fenómeno. Pero ello explicaría el frecuente fracaso en el tratamiento de la obesidad. Todavía hay muchos secretos por descubrir sobre las bacterias que habitan nuestro cuerpo. Collins recuerda que no hace muchos años el tratamiento de la úlcera gástrica estaba encaminado solamente a disminuir el ácido generado por el estómago, por eso la terapéutica no resultaba efectiva. Hasta que se descubrió que la bacteria  Helicobacter pylori era la causante de la úlcera fue posible evitar los riesgos de perforación gástrica por úlcera. Actualmente el tratamiento del que se obtienen mejores resultados necesariamente incluye antibióticos.


   Desde luego (aunque suene a mojigatería) evitando los pecados capitales como la gula: que nos trae obesidad; la lujuria: que favorece las enfermedades de transmisión sexual; la ira: porque en la serenidad se mantiene mejor inmunidad, todo ello ayudará a que haya más armonía en el organismo. Aunque nos ataquen el clima, la contaminación, las epidemias y las hormonas o tóxicos que tomamos sin saber. 

Los libros de autoayuda como el de Tú puedes sanar tu cuerpo, entusiasman a los lectores porque creen que por fin, a voluntad, podrán tener una vida saludable, pero al final este tipo de literatura resulta ser sólo charlatanería, pues las personas centrarán sus expectativas de salud en el libre albedrío sin tomar en cuenta las dependencias orgánicas y sicológicas, la genética, el entorno y el tiempo vivido. Por ello muchas personas sufren doblemente: la enfermedad y la culpa por no ser capaces de evitarla, algo que en la mayoría de los casos absurdo.