Mi abuelo es viejo, tiene muchas arrugas, poco pelo
y manchas en las manos. Cada domingo vamos a visitarlo mi mamá, mi papá y yo.
Este abuelo es papá de mi papá y tiene una habitación llena de cosas que sólo
él y yo podemos ver. Hace un año, cuando cumplí seis, me dejó entrar por
primera vez. Algunas cosas me dan un poco de miedo. Por ejemplo, las cabezas de
venado y oso que están colgados en la pared. Tiene rifles, cañas de pescar y
una caja de carnadas. En una vitrina hay
dos botellas de metal que, me dijo, eran granadas alemanas. Se me hace
muy raro el nombre de granadas pues mi abuela tiene un árbol que da granadas
pero ésas se comen y manchan la ropa y por dentro son rojas como la sangre.
Unas granadas iguales a las de mi abuelo se usaron para matar personas, eso
dijo él y me explicó cómo explotaban. ¿Por qué hay gente que mata a otra gente?
No sé por qué mi abuelo tiene ese tipo de granadas si él no mata personas, él
mata animales. Por eso se iba de cacería. Ahora ya no puede porque le tiemblan
las manos. No me gusta que me platique sobre la cacería o la guerra porque por
las noches tengo pesadillas. Hasta he orinado la cama cuando sueño que el oso
me quiere comer o veo hombres que saltan hechos pedazos. Despierto sofocado. No
puedo respirar de los sustos que me llevo.
Mi
abuelo me quiere mucho y yo lo quiero a él. Pienso que soy su preferido, pues
todas mis primas son niñas. Soy el único niño de la familia y eso es muy
aburrido, aunque me divierte que el abuelo me cuente sus historias de cuando
era joven. Me ha dicho que él pronto va a morir y que cuando eso pase me va a
regalar muchas cosas; entre otras, el reloj que lleva en el bolsillo del que le
cuelga una cadena dorada desde su cinturón. ¿Por qué la gente hace regalos
estando muerto? Yo no quiero que me regale los rifles ni las granadas y menos
las cabezotas del oso y del venado, que
siempre me están viendo con sus ojos pelones. Todo eso me da miedo. Sí
quiero que me regale el reloj, está muy bonito, es dorado y tiene una tapa que
se levanta para que se vean las manecillas que caminan haciendo un ruidito
raro. Él me enseñó cómo leer la hora; me explicó que la aguja grande señalaba
las horas y la pequeña los minutos. Cada vez que me pregunta, ¿qué hora es?, se
pone muy contento de que yo sepa. No era muy difícil porque mi mamá siempre me
grita: ¡Eduardo, recoge tus juguetes porque a las dos nos vamos a comer con tus
abuelos! Con eso me ayudé los primeros días para no fallar.
Me
gusta mucho el reloj del abuelo. Un día le dije: ¿Por qué no me lo das ya? No
quiero que te mueras. Contestó que tenía que esperar, me aseguró que ese reloj
era mágico y que cada noche cuando lo abriera, antes de dormirme, él vendría a
visitarme para contarme cómo es el lugar en dónde va a estar.
Hace
unos días, oí que hablaban de que se habían llevado al abuelo al hospital.
Después, todos se vistieron de negro y me dijeron que él se había ido de
cacería a África. Me entregaron el reloj. No voy a negar que estuve llorando
porque lo extrañé los primeros días, antes de que me dieran el reloj. Ellos
creyeron que me engañaban pero yo sé que ya está muerto porque todas las noches
no falta a nuestra reunión. Abro la tapa del reloj cuando todo mi cuarto esta
oscuro y aparece el abuelo. Él me platica todas sus aventuras. Me habla sobre
sus viajes por todo el Universo. Ahora él viaja cuanto quiere y a cualquier
lado, no necesita ni coches ni aviones ni trenes. Nada de nada. Me dijo que en
uno de los planetas había visto a todos los que habían matado con las granadas
metálicas y que era amigo de ellos. Le pregunté que cómo se veían y me dijo que
estaban enteritos y contentos; con eso ya pude respirar tranquilo.