Mi foto
Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 23 de julio de 2017

EL RELOJ DEL ABUELO (Cuento)


Imagen relacionada

Mi abuelo es viejo, tiene muchas arrugas, poco pelo y manchas en las manos. Cada domingo vamos a visitarlo mi mamá, mi papá y yo. Este abuelo es papá de mi papá y tiene una habitación llena de cosas que sólo él y yo podemos ver. Hace un año, cuando cumplí seis, me dejó entrar por primera vez. Algunas cosas me dan un poco de miedo. Por ejemplo, las cabezas de venado y oso que están colgados en la pared. Tiene rifles, cañas de pescar y una caja de carnadas. En una vitrina hay  dos botellas de metal que, me dijo, eran granadas alemanas. Se me hace muy raro el nombre de granadas pues mi abuela tiene un árbol que da granadas pero ésas se comen y manchan la ropa y por dentro son rojas como la sangre. Unas granadas iguales a las de mi abuelo se usaron para matar personas, eso dijo él y me explicó cómo explotaban. ¿Por qué hay gente que mata a otra gente? No sé por qué mi abuelo tiene ese tipo de granadas si él no mata personas, él mata animales. Por eso se iba de cacería. Ahora ya no puede porque le tiemblan las manos. No me gusta que me platique sobre la cacería o la guerra porque por las noches tengo pesadillas. Hasta he orinado la cama cuando sueño que el oso me quiere comer o veo hombres que saltan hechos pedazos. Despierto sofocado. No puedo respirar de los sustos que me llevo.
         Mi abuelo me quiere mucho y yo lo quiero a él. Pienso que soy su preferido, pues todas mis primas son niñas. Soy el único niño de la familia y eso es muy aburrido, aunque me divierte que el abuelo me cuente sus historias de cuando era joven. Me ha dicho que él pronto va a morir y que cuando eso pase me va a regalar muchas cosas; entre otras, el reloj que lleva en el bolsillo del que le cuelga una cadena dorada desde su cinturón. ¿Por qué la gente hace regalos estando muerto? Yo no quiero que me regale los rifles ni las granadas y menos las cabezotas del oso y del venado, que  siempre me están viendo con sus ojos pelones. Todo eso me da miedo. Sí quiero que me regale el reloj, está muy bonito, es dorado y tiene una tapa que se levanta para que se vean las manecillas que caminan haciendo un ruidito raro. Él me enseñó cómo leer la hora; me explicó que la aguja grande señalaba las horas y la pequeña los minutos. Cada vez que me pregunta, ¿qué hora es?, se pone muy contento de que yo sepa. No era muy difícil porque mi mamá siempre me grita: ¡Eduardo, recoge tus juguetes porque a las dos nos vamos a comer con tus abuelos! Con eso me ayudé los primeros días para no fallar.
         Me gusta mucho el reloj del abuelo. Un día le dije: ¿Por qué no me lo das ya? No quiero que te mueras. Contestó que tenía que esperar, me aseguró que ese reloj era mágico y que cada noche cuando lo abriera, antes de dormirme, él vendría a visitarme para contarme cómo es el lugar en dónde va a estar.

         Hace unos días, oí que hablaban de que se habían llevado al abuelo al hospital. Después, todos se vistieron de negro y me dijeron que él se había ido de cacería a África. Me entregaron el reloj. No voy a negar que estuve llorando porque lo extrañé los primeros días, antes de que me dieran el reloj. Ellos creyeron que me engañaban pero yo sé que ya está muerto porque todas las noches no falta a nuestra reunión. Abro la tapa del reloj cuando todo mi cuarto esta oscuro y aparece el abuelo. Él me platica todas sus aventuras. Me habla sobre sus viajes por todo el Universo. Ahora él viaja cuanto quiere y a cualquier lado, no necesita ni coches ni aviones ni trenes. Nada de nada. Me dijo que en uno de los planetas había visto a todos los que habían matado con las granadas metálicas y que era amigo de ellos. Le pregunté que cómo se veían y me dijo que estaban enteritos y contentos; con eso ya pude respirar tranquilo.