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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

martes, 31 de marzo de 2020

EL OTRO LUIS MIGUEL

En El Siglo de Torreón
Los ricos corren riesgo de tener coronavirus, los pobres no ...Finalmente, la mayoría de los mandatarios del mundo están haciendo que la voz de los científicos sea la que se escuche; ante la pandemia, las mejores mentes están trabajando para solucionar el problema. La pérdida de libertad y la ausencia de certezas en salud y economía, nos ha sumido en un duelo. Así, pocos gobernantes han sido cautelosos desde el principio aceptando el problema y enfocándose en las negociaciones; han suprimido la fase de negación e ira. El caso más representativo es el de la canciller alemana Angela Merkel, quien ha dado el mejor discurso ante la pandemia, tomando las medidas con firmeza, sin titubeos. En México, la fase de negación y de ira aún no se disuelve. El presidente Andrés Manuel López Obrador tardó semanas en aceptar la gravedad del COVID-19, y no es el único.
 En este contexto han surgido personajes disparatados que hacen declaraciones basadas más en la demagogia y la ignorancia que en la ciencia. Es el caso del gobernador de Puebla que no es artista, no canta, no baila, pero que, irremediablemente, entró al mundo del entretenimiento. Luis Miguel Barbosa Huerta ha declarado: “los pobres somos inmunes” refiriéndose al coronavirus y desató la horda burlesca de redes sociales. Le criticaron no solo por decirse pobre sino por la presunción de inmunidad y por incitar a la población a seguir una vida sin cambios. Él no se vio a sí mismo. No vio que su riesgo es mayor al tener sesenta años; ser diabético e hipertenso. Por desgracia, la diabetes ya le ha hecho estragos, en 2013 le provocó gangrena en la pierna derecha por lo que le fue amputada. Sin embargo, la visión del gobernador al asegurar que estamos ante una enfermedad de ricos tiene una pequeña porción de verdad. Al principio, al menos. Primero porque los consumidores del pangolín, animal en el que mutó este coronavirus contagiado del murciélago, eran chinos de un estatus socioeconómico alto, dado que la carne de este animal es costosa por ser considera exótica. Segundo, el crecimiento en los contagios se dio a través de personas que viajan de un país a otro. ¿Quienes viajan? los pobres no, claro está. Tercero, son los que tienen dinero los primeros en poder hacerse la prueba del laboratorio. Ello sesga las estadísticas. De allí la visión parcial de que se trata de una enfermedad de ricos. Pero si hay algo que es democrático es este virus. Nadie está exento de padecerlo.
Nadie visualizó un escenario así. Estamos ante una situación inédita que obliga a entregar lo mejor de la humanidad. La incertidumbre requerirá revalorar nuestras concepciones científicas, políticas y las relaciones entre nosotros y con la naturaleza. El mundo se está paralizando. Tendremos que volver a lo esencial. Aún no hay certezas científicas absolutas y es allí donde se desprenderán los pasos a seguir. México, dentro de todo, es afortunado porque gracias a su geografía, recibió la enfermedad con la experiencia de otros países. También veremos si es como la mayoría de las infecciones respiratorias que son más graves en el inverno, ¿ésta disminuirá su letalidad con la llegada del calor? Si es así, el problema más grave vendrá para los lugares donde el inverno es más largo o que apenas comienza, como en el hemisferio sur. Otro fenómeno que se observará en el caso del COVID-19, y que de ser así el Sr. Luis Miguel Barbosa tendría otra parte de razón: se sabe que para las enfermedades infecto/contagiosas, generalmente, los países pobres resisten más. Aunque en la ciudad de México tenemos otro problema, la contaminación.
Esperemos que la actitud del gobernador Barbosa, como la de otros políticos y empresarios, de menospreciar la pandemia no sea una constante. Pero, sobre todo, que no sea una idea presente en la población en general. Ojalá los políticos cambien sus discursos e inviertan más en las prioridades de todos los pueblos: La salud y la educación. Si eso dos rubros se salvan, se salva todo.
Nota: Quienes leyeron mi artículo anterior y me han preguntado por la salud de mi hija y la mía, les doy las gracias. Estamos muy bien. Encerradas, como debe ser.

jueves, 26 de marzo de 2020

EL DERECHO A LA NEUROSIS

En El Siglo de Torreón
 “Ellos podrían morir en estos días”, pienso. Son casi las diez de la noche. Camino hacia la farmacia que se encuentra a cuatro cuadras de donde vivo. Voy por la avenida Álvaro Obregón de la colonia Roma. En este ambiente sombrío, pocos andan por aquí. Los restaurantes cierran casi sin hacer ruido. En el camellón me topo con dos indigentes que buscan una banca para transfigurarla en cama. Acomodan sus harapos. Tendrán sueños fétidos que no olerán. Mi nariz sí. Uno de los malolientes se acerca y me gruñe. Me veo en su mirada y me estremezco. ¡No! Le grito y me alejo rápido de él. A mis espaldas oigo su risa sardónica. Parece un sueño, siento mis piernas pesadas. “Los pordioseros podrían morir por COVID-19 en la ciudad de México”, pienso. Los he visto cómo sacan comida de la basura o recibiendo el alimento sobrante de los comensales de los restaurantes de por aquí. No habrá más de eso. No habrá ninguna medida preventiva para ellos. No. Ni un quédate en casa, ni un lávate las manos. Sigo mi camino. Salí porque hasta este momento me di cuenta de que faltaban: paracetamol y algunos víveres. Mi hija Carolina y yo teníamos encerradas ya una semana porque ella se sentía mal: estornudos, cefalea, tos, escalofríos y malestar general ¿Cómo sé que la enfermedad de Caro no es del coronavirus? No lo sé. Compro lo necesario. Regreso con taquicardia.
         Por si acaso, vigilo a mi hija; le ausculto los pulmones, el corazón; le tomo la temperatura, la presión, el pulso… Le hago limonadas. Me lavo todo el tiempo las manos. Me vuelvo loca. Me sofoco, sudo. Comienzo a limpiar el mandado con desinfectante. Me pongo triste, me desespero. Siento que no soy yo y creo que me va a dar un ataque al corazón. De golpe, la neurosis invade mi cuerpo. Estoy en fase uno, en la fase depresiva. Ejerzo plenamente mi derecho a la neurosis, igual que el 95 % de la población que en un momento de su vida la padecen. Envió un mensaje al 51515 (línea de apoyo para COVID-19) y respondo la encuesta. Una media hora después, me llama un joven por teléfono, le cuento mis temores. He comenzado a tener dolor de cabeza, ardor de garganta y soy asmática, le digo y titubea, pero es amable y toma mis datos y los de mi hija diciendo: “Lo más seguro es que tienen gripe estacional. De cualquier modo, sólo tienen que seguir aisladas con las medidas que han tomado”. Yo quería que se registran mis síntomas. Enseguida consulto el calculador de riesgos que me enviaron por WhatsApp y éste anuncia que tengo un 96% de sobrevivir al COVID-19, respiro casi con tranquilidad. 
         Vivo los días despersonalizados, no distingo un día de otro. Es igual un terco lunes que el alegre jueves o que el sábado desvelado. En el encierro, me asomo al mundo a través de las redes sociales y veo que a algunos la idea del desastre, en México, les resulta fascinante; parece que retan a la muerte. La energía de la fatalidad penetra en cada lugar como un hechizo que relaja a los inconscientes. Y se hacen chistes sobre el coronavirus; los mexicanos viajan, besan y abrazan. Mexicanos arrogantes, ¡chingones! “Si me han de matar mañana que me maten de una vez”, Valentina. El virus es casi un hecho paranormal. ¿Qué mata más un AK-47 o el COVID-19? El rifle, pues nos tiene muy acostumbrados a la sangre. ¿El COVID-19 será la causa de que las muertes violentas disminuyan? ¿Esta infección viral afectara el mercado del narcotráfico? No lo sé, lo cierto es que la pandemia pasará y los muertos por narcotráfico volverán a ser noticia. Quizá el virus dé un pequeño respiro a la violencia. Quizá.
Paseo por mi reclusorio al norte de la Roma. Hago pase de lista y toco la puerta de la recámara de mi hija. No contesta. No ha huido, no ha hecho un túnel, duerme. Regreso a escribir y me aventuro a contar los diez pasos que hay desde mi escritorio a la sala. Paso a la fase dos, es decir, a la fase maníaca de mi neurosis. Qué alegría. Qué universo tan extraordinario se ha vuelto este pequeño departamento. Mis libros, mi computadora y las palabras infectadas por la pandemia. Cuando termine el riesgo de contagio, renaceré a la vida como si fuera un primer día de enero.  Entonces, continuaré el largo viaje hacía mí conciencia; iré al teatro, al cine, a tomar el sol, a ver los pájaros y a respirar la contaminación como siempre. Espero. Mientras, todo será servicio a domicilio.

domingo, 22 de marzo de 2020

COVID-19: QUERIENDO AHORRAR, MALGASTAN


Resultado de imagen de coronavirus
Así como a un buen gobierno no todo le va bien, tampoco a un mal gobierno todo le resulta desastroso. Y uno de los problemas que se resolvieron bien en 2009, con Felipe Calderón en la presidencia, fue la epidemia de influenza AH1N1. Los doctores José Ángel Córdova, Armando Ahued Ortega, Roberto Martínez Poblete, Secretarios de Salud Federal, del D.F. y Edomex, respectivamente, se coordinaron para evitar una catástrofe mayor. Dentro ese equipo estaba el Dr. Hugo López-Gatell, quien ahora es el principal responsable de controlar el virus del COVID-19 en México. En el brote de influenza de 2009 se criticó el exceso de acciones, pero al final resultaron un acierto. Ahora se reprocha la falta de acciones, pero especialmente se ha criticado que el presidente haya trivializado las recomendaciones, por no haber acatado las medidas preventivas. No toma en cuenta que él está en riesgo y que con su conducta de besos y abrazos (que ahora sí pueden matar) envía un mensaje equivocado a la población. Y lo grave, solapado por el propio López-Gattel. Habrá que recordar que quienes han fallecido son personas mayores, con enfermedades concomitantes como diabetes e hipertensión, entre otras. El presidente está dentro del grupo de riesgo.
No sabemos los resultados del manejo de la pandemia del COVID-19 en México. Pero ahora, casi todas las personas que tienen síntomas gripales creen que padecen el COVID-19, en parte por el enajenamiento que producen las redes sociales. Sin embargo, este es uno de los problemas que comenzó a gestarse hace más de un año. Se han tomado malas decisiones en salud por parte del gobierno federal y el de la CDMX. El desabasto de medicamentos no es el único. Un ejemplo, en la Ciudad de México, hace un año, en puntos estratégicos de las estaciones del Metro se aplicaba la vacuna contra la influenza para el público en general. Este año ya no fue así, por eso digo que queriendo ahorrar, malgastan. Quitaron estos centros de vacunación pensando que optimizarían recursos. No contemplaron que a mayor cantidad de vacunados menor propagación de la enfermedad y menos gasto. Las personas pueden no enfermarse, pero ser portadoras sanas y por lo tanto ser las principales fuentes de contagio. Si la mayoría se vacuna se rompe este ciclo. En consecuencia, este año habrá más casos de influenza estacionaria que unida a la epidemia de COVID-19 producirá confusión porque los síntomas son parecidos; toda persona con fiebre y problemas respiratorio pensará no en la influenza que sí tiene tratamiento específico, sino en el coronavirus que no lo tiene. Aumentará la angustia, junto con el número de engripados por la disminución en el número de vacunados contra influenza.
Mucho se discute sobre si el alcohol mata o no al virus; estrictamente no lo mata porque no está vivo mientras está en objetos o manos. El virus adquiere vida cuando entra en las células de las mucosas; no es una unidad viva hasta que se instala en la célula y modifica el funcionamiento de ésta para replicarse, depende de ella para sobrevivir, no es como la bacterias u hongos que están vivos por sí mismos. No se puede matar algo que no está vivo, pero se puede desintegrar con alcohol, jabón y calor. Esto, si esta fuera del organismo, si está dentro solo se destruye por las propias defensas del cuerpo y de manera exógena por antivirales, que aún no existen para el COVID-19.     
         Habrá que tomar todas las medidas preventivas difundidas. Y ya que es imposible saber si hemos estado, o no, en contacto con el virus, considero que el cubrebocas sí protege, porque desconocemos si somos portadores asintomáticos y podemos contagiar. Además, al reducir la exposición de las mucosas y teniendo cuidado de no tocar la parte expuesta del cubrebocas, es útil.