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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 24 de mayo de 2020

DON BENITO Y DON ANDRÉS (2ª. de tres partes) La religión


El Siglo de Torreón
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En el artículo anterior hablé de las coincidencias entre las enfermedades de don Benito Juárez García y las del presidente Andrés Manuel López Obrador. La conclusión fue que AMLO concuerda en casi todos sus padecimientos con los del Benemérito de las Américas. En este segundo texto abordaré sus semejanzas en cuanto a la religión; el tercer texto será sobre las actitudes políticas hacia la mujer.
         Benito Juárez fue liberal y republicano. Sin embargo, también fue seminarista, aunque, como lo describe en Apuntes para mis hijos, lo hizo más por el interés de aprender que por vocación; era su única forma de obtener una educación formal, por lo que no se ordenó de sacerdote, sino que optó por estudiar derecho en la ciudad de Oaxaca. Juárez se casó con Margarita Maza por la iglesia católica, iba a misa con regularidad y acudía a las festividades religiosas. Pero como gobernante su postura fue antirreligiosa, ello se manifestó en 1859 con las Leyes de Reforma, durante su primer mandato presidencial. Estas leyes tuvieron como finalidad quitarle los privilegios al clero, confiscándole sus bienes; proclamó el Estado laico, nombrando a todos los ciudadanos iguales y aboliendo el fuero eclesiástico. Apartó así, la Iglesia del Estado. Esto lo llevo a ser excomulgado del catolicismo. Juárez separó su fe personal de la del pueblo: “Los gobernantes de la sociedad civil no deben asistir, como tales, a ningún ceremonial eclesiástico, si bien como hombres pueden ir a los templos a practicar los actos de devoción que su religión les dicte”, declaró.
         El presidente López Obrador se asume como cristiano, pertenece a la Iglesia Adventista del Séptimo Día y en período de campaña el partido PES un partido cristiano se unió a su proyecto. Sin embargo, ante cuestionamientos sobre si era católico, usó una cita de Ignacio Ramírez, El Nigromante: “Yo me hinco donde el pueblo se hinca”. Su mismo partido Morena es una alusión a la virgen de Guadalupe. Otro hecho religioso muy representativo fue un el evento después de la toma de posesión como presidente de México en el Palacio Legislativo, cuando en el zócalo capitalino, el 1 de diciembre de 2018 incluyó la cosmovisión indígena en donde se le entregó el bastón de mando y se le hizo una “limpia” de purificación con humo de copal. Para la mayoría este acto místico fue significativo porque daba visibilidad a los pueblos indígenas y afromexicanos. De esa manera el presidente estableció que el suyo sería un gobierno incluyente de los pueblos originales.
Sin embargo, el presidente continúo haciendo discursos religiosos, con citas bíblicas, aludiendo constantemente a Cristo y diciendo que lo mataron por defender a los pobres. (Aunque la razón por la que los romanos mataron al Nazareno fue por proclamarse hijo de Dios). Asimismo, se muestra como católico al presentar estampitas de santos. Sugiriendo que con amuletos se podría defender del coronavirus; con actos de fe minimizaba la pandemia, diciendo: “El escudo protector es como el Detente; ‘detente enemigo que el corazón de Jesús está conmigo”. Pero ¿es el presidente un verdadero creyente de las imágenes religiosas o lo que hace es propaganda? No lo sabemos, pero cualquiera que sea la razón, contraviene los ideales juaristas. Por un lado, dice que el Estado debe garantizar la libertad religiosa y por otro promueve, desde la institución presidencial, el pensamiento religioso para problemas de solución científica.
Otra forma de intrusión religiosa en el gobierno actual fue la distribución de la Cartilla moral escrita por Alfonso Reyes en 1944. Si bien, esta cartilla contiene conceptos filosóficos y poéticos, es, especialmente, religiosa. Allí se enaltecen los valores de la familia tradicional. Y aunque estas ideas van encaminados a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, muchos conceptos ya no son vigentes ni prácticos en la sociedad actual.
La tentación de transmitir convicciones religiosas, desde el poder político, es una inercia a la que sucumben muchos gobernantes, ya que hasta el siglo XIX, los regímenes gubernamentales del mundo eran teocráticos; se ejercía el poder desde una religión oficial, como aún lo hacen, por ejemplo, muchos pueblos originarios, los países islámicos y el Vaticano, considerado éste como un Estado.
En conclusión, AMLO se ha separado de los principios juarista que establecen que el ejercicio político debe de ser laico; no ha dado “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Estamos hablando de un hombre conservador. 

miércoles, 13 de mayo de 2020

DON BENITO Y DON ANDRÉS (1ª. de tres partes)

EN EL SIGLO DE TORREÓN DON BENITO Y DON ANDRÉS

SIGNO DE FRANK
El presidente Andrés Manuel López Obrador se ha declarado juarista, tanto, que decidió vivir en Palacio Nacional, lugar donde despachó don Benito Juárez García, hasta el momento de su muerte en 1872, cuatro años antes de terminar su último mandato presidencial. Ambos personajes de la historia de México, tienen coincidencias y, naturalmente, muchas diferencias, en especial en la forma de gobernar. Compararé tres temas entre ellos: el primero serán sus enfermedades; el segundo la conducta religiosa; y el tercero, las decisiones de gobierno hacia la mujer, ¿qué tan feminista fue don Benito y cuánto lo es AMLO?
En este primer artículo me ocuparé de las coincidencias en las enfermedades de estos dos mandatarios. Benito Juárez García (1806-1872), sufría de diabetes, hipertensión, cardiopatía isquémica y sobrepeso. Las tres últimas condiciones las padece el presidente López Obrador (1953). Él ha dicho que es hipertenso y su cardiopatía es del dominio público, ya que distintos medios publicaron que sufrió un infarto al miocardio el 3 de noviembre de 2013 por lo que le hicieron una angioplastia con la colocación de un stent. Afortunadamente, a diferencia de Juárez, el actual presidente cuenta con medicamentos efectivos para la hipertensión y la isquemia cardiaca. Precisamente el amlodipino, que él toma, es un fármaco que mejora la circulación arterial sistémica y del corazón. En los tiempos de don Benito no existían medicamentos ni cirugías efectivas, sólo medios físicos que consistían en aplicar calor en el pecho para lograr vasodilatación. Está documentado, por las notas de su médico, Dr. Ignacio Alvarado, que el oaxaqueño murió con graves quemaduras en el pecho por el agua hirviendo que se le aplicaba. “Su diagnóstico fue que se trataba de una “angina de pecho” que se presentó con una serie de ataques sucesivos que le ocasionaban opresión en el corazón, dolores intensos e imposibilidad para respirar. Muy comentado ha sido también el brutal remedio que aplicó en el enfermo: agua hirviendo directamente en la región del corazón, logrando que éste volviera a latir por unas horas. Vino otro ataque más largo y de vuelta el agua que le dejó vivas ampollas sobre la piel”. Como se registra en el libro Muerte y vida eterna de Benito Juárez de María del Carmen Vázquez Mantecón. Juárez murió a los 66 años de un infarto al miocardio que en su tiempo le llamaban “Neurosis del gran simpático”. 
Como apunté, Juárez era diabético y aunque algunos columnistas han dicho que el actual presidente sufre de esta enfermedad, no hay información bien sustentada que lo corrobore. No lo sabemos. Las personas diabéticas, hipertensas y con altos niveles de colesterol en la sangre (hipercolesterolemia) tienen más riesgo de sufrir infartos. En el presidente López Obrador podemos observar un signo característico de hipercolesterolemia, se trata del llamado signo de Frank que consiste en una hendidura (o pliegue) que se forma en el lóbulo de la oreja. Esto se observa en muchos personajes de la historia; de allí que podamos deducir que tenían el colesterol alterado; por ejemplo, Adriano (Roma, 76-138 d. C.) las esculturas de él aparecen con este signo. El emperador Adriano murió de insuficiencia cardiaca, enfermedad que describe muy bien Marguerite Yourcenar en su novela Memorias de Adriano: “Hermógenes acabó por diagnosticar un comienzo de hidropesía del corazón; fue preciso aceptar las consignas que me imponía el mal, convertido de pronto en mi amo…” No hay retratos de don Benito en dónde se pueda señalar el signo de Frank, faltaría revisar las esculturas de su tiempo.
Juárez García, también tuvo que lidiar con una epidemia mientras era gobernador de Oaxaca en 1850. En esos años se presentó una epidemia de cólera, enfermedad por la que murió su hija Guadalupe de 11 años. El cólera es un padecimiento infeccioso provocado por la bacteria Vibrio cholerae. Hoy en día, las infecciones bacterianas son más fáciles de combatir por la existencia de antibióticos y porque son, digamos, más predecibles. En cambio, los virus son más misteriosos. Actualmente, AMLO enfrenta muchos retos con la pandemia de la Covid-19, no solo porque México tiene un sistema de salud muy deficiente sino porque él mismo tiene varios factores de riesgo que lo vuelven vulnerable ante el virus Sars Cov-2. El presidente tendrá que extremar precauciones en cuanto a su salud.