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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

lunes, 31 de agosto de 2009

Hélder Gándara


Hoy abrí el correo y me sorprendió una carta que enviaba mi primo Hélder Gándara. Me dió mucha alegría. Conocí a mi primo cuando él era un hermoso bebé, despúes lo vi en varias ocasiones pero nunca habíamos tenido comunicación. Sabía sí, que él era artista plástico, y, aunque él dice que no, yo sí creo que es poeta. En la carta que me mandó adjuntó su primer libro de poemas titulado Los días capturados y me gustó de verdad. Me hizo sentir lo ideal para un día, como hoy, nublado y de manga larga. Sus poemas me trajeron nostalgia, melancolía, y un cariño especial para él, porque coincidimos en el espacio de la imaginación. A pesar de que en la familia nos han dicho, he insisten en demostrarlo, que en la sangre de los Gándara no hay lugar para lo intangible; todos son tan prácticos. Aunque fueron precisamente ellos, los tíos Gándara, quienes en su juventud nos trasmitieron, a mis hermanos y mí, la visión de otras maneras de pensar. Después cambiaron."¿Para qué pierdes el tiempo en cosas raras que no te dejan dinero?", me dijo alguna vez una tía. Sin embargo, de vez en cuando pasa, que en las familias hay alguien que descubre la vida que no se ve, la vida que no tiene masa ni peso atómico, entonces la va acumulando y un buen día, sin que pueda evitarlo, aquella visión estalla en un cuadro, en un poema, en una nota musical o en cualquier palabra ... (la primera imágen se llama Nostalgia de la novedad y la segunda El piano, fotomontajes de Hélder)
Les dejo tres poemas de Hélder Gándara.

La sombra en mi costadoMi costado es un pájaro lastimado
que se quedó a morir conmigo este invierno,
respira con dificultad por las noches,
es un vagabundo espejo noctámbulo de mis silencios.
Fabrica huecos de sombras perfumadas
alrededor de mi cama,
su mano siembra de alfombras inasibles,
pedacitos del mar en mis tristezas.
Mi costado aun sueña despertar en el país de las disculpas,
antes de dormir, abre los cajoncitos de mis ojos,
los llena de sal y barre mi corazón de memorias extraviadas.
En mi costado vive un recaudador de caricias necesitadas,
un misterioso pájaro enamorado,
recostado cómodamente,
en el silloncito de mi corazón para contemplar la vida.





En las manos de la tristeza
Con las manos semidormidas por un hambre pasajera,
acaricio las formas que olvidó el otoño.
Desnudo y roto...
Como una flor que enviuda;
untado de un profundo sueño invisible.
¿En qué manos?
¿En qué aroma ausente está mi tristeza?

Cansado de besar silencios
Tanto silencio cansa,
tanta lejanía estorba.
Devuelvo a la vida su indiferencia,
se puebla el silencio de imágenes,
vacías y rotas...
Esta vida,
es decir:
esta muerte,
me estorba.

sábado, 29 de agosto de 2009

El ente vengador de los malos escritores



Hace unos días platiqué con un escritor sobre otro escritor. Mi opinión era que aquél (el ausente) tenía una prosa con muchos errores de concordancia y sintaxis. Desde luego, consideraba que tales defectos eran más por negligencia o descuido que por ignorancia. Al terminar de hablar sentí cierta molestia con mi aduana verbal, sentí que no había funcionado bien. Después de todo, ¿quién era yo para juzgarlo?. Además, como dicen: "pero hay un karma que todo lo ve, y lo regresa", un ente vengador e irónico que hace que uno cometa los mismos errores que criticó, por eso generalmente trato de cerrar la boca. Así, pasa que cometo errores al escribir, y a veces ni me entero o me entero tarde. La ventaja con esto de los blogs es que, aunque el texto ya esté publicado, se puede corregir al infinito, a veces tanto que puede perder su esencia. Sin embargo, aunque no me sirva de consuelo, siempre existirá la posibilidad de que el ente vengador de los malos escritores vengue mis defectos. Así como lo hace con él que critiqué.

jueves, 27 de agosto de 2009

Baños públicos o la verdadera libertad de expresión

Era una mañana fría de viernes. Un viernes que parecía sábado; los días de asueto siempre cambian de personalidad. Ese día, mis vecinos albañiles habían venido a trabajar a la casa de a lado, a pesar de la festividad. Ellos invadían mi tiempo y espacio con su música. Oímos, ellos y yo, las radiodifusoras; “La caliente”, “La zeta”, “Estéreo gallito”, entre la mezcla presentaban al difunto, asesinado por el narco, Valentín Elizalde, que no cantaba muy bien las rancheras, pero que lo hacía con mucho sentimiento, como dijo el locutor. También llegó a mí la canción de “La abeja miope”; un violín muy apretado... En contraste, mi hijo la pasaba sintiendo las notas azules de Gershwin e insistiendo en defender la idea de que él (Gershwin) es el mejor compositor de música clásica gringa. Y a pesar de tanta distracción, leía. Estaba muy divertida mientras iba saltando aquellas páginas. Se trataba de dos librillos de la argentina Silvana Castro. Uno titulado Mujeres, poéticas, irónicas, y desesperadas (en versos escondidos en el baño) y el otro Las cartas que no te mandé (pero que escribí en el baño). Ambos textos son una recolección de frases escritas en las paredes y puertas de varios baños públicos femeninos y argentinos.
Esas lecturas me hicieron recordar mi paso por estos lugares, la mayoría de las veces, pestilentes: La primera frase que recuerdo haber visto en un baño público fue cuando cursaba el 5o. año de primaria, lo que leí me impresionó, decía: "A Nicha ya se la cochan", cochar en mi pueblo era lo mismo que hacer pleberías, y Nicha era mi compañera de salón e igual que yo sólo tenía diez años. Así, en el baño aparecía, cronologicamente, quien se iba cochando a Nicha. Luego llegué a la conclusión que la precocidad de Nicha era culpa de sus papás por endilgarle el nombre de Dionisia, el femenino de aquel Dios griego de los excesos.
Hace tiempo, mientras recorría con mi familia alguna carretera del país, la obligación biológica de hacer altos en las casetas de cobro, hizo que me encontrara con las leyendas en los baños de carretera. Me sorprendía ver tantas inscripciones; que casi siempre eran letras talladas sobre la pintura. Decidí iniciar una recolección de frases de los baños públicos que visitara. Comencé a recolectar los textillos, pero no encontré el cuaderno donde las anoté, sólo recuerdo una inscripción: “Caga en paz, caga a gusto, pero con una chingada, la cagada va adentro”.
He preguntado a algunos hombres sobre qué hay escrito en los baños públicos de ellos. Entonces han liberado una retahíla de frases, que si bien dan risa, en ningún momentos dejan de ser vulgaridades: “Si quieres crecer fuerte y sano comete la que tienes en la mano", o “si tu padre fue pintor y heredaste los pinceles píntale el culo a tu madre y no rayes las paredes” .... En cambio en los baños de mujeres no sólo hay groserías sino que ellas buscan en ese pequeño lugar público (pero muy privado) otras expresiones que pretenden la emancipación del pensamiento. Así, algunas mujeres en la intimidad y el anonimato encuentran la manera de liberarse de sus temores, de sus rencores y de implorar por sus anhelos. Pensamientos que en ningún otro lado podrían ser salvos. Los libros de Silvana Castro nos traen lo que las argentinas escriben en las paredes de ese lugar que intenta ser inodoro; frases como: “Ninguna mujer es fea si se le mira por donde mea”, o “Me quiero matar, pero temo que todo siga igual”, para que nos surja la duda de si está hablando de un suicido fallido o de la vida eterna. O en un baño de la Facultad de Filosofía y Letras gritan “Mueran los zurdos", “La libertad es siempre de aquél que piensa diferente: la resistencia", "El poder ama la ignorancia pero no a lo ignorantes”. Son frecuentes la expresiones políticas y el rechazó a las doctrinas de izquierda ; zurdos les dicen las argentinas a los comunistas. El rechazo a las ideas de izquierda es algo muy extraño en una facultad de Filosofía y Letras, pues es bien sabido que el estudio de Carlos Marx deja a su paso comunistas en cualquier lugar del orbe. Frases alusivas al cristianismo: “Jesús te ama”, a lo que otra contesta: “No se nota”. O, “Estoy feliz. Acabo de salir del curso y durante la clase sentí que algo me bajaba ¡Me vino!, escribió una chica de la Universidad de Buenos Aires, quien seguro padeció la angustia de un retraso menstrual por miedo a un adelanto gestacional. Declaraciones de amor para alguien que nunca las podrá leer, porque entra al baño de a lado. Peticiones a Dios, o deseos frustrados... Sobre cualquier tema han escrito algunas mujeres en los baños públicos.
En el viernes disfrazado de sábado, pasé un rato entretenido leyendo los dos libros de bolsillo de la argentina Silvana Castro (Buenos Aires, 1960). Aunque no me gustó que la autora haya presentado las frases con letras de diferentes tipos y tamaños, porque eso resulta molesto para la lectura. Me hubiera gustado que comentara algo sobre el contexto de cada baño público que visitó. Asimismo, y ya que la autora respetó la ortografía original, el lector puede percatarse que las argentinas, a pesar de tener un nivel de lectura muy superior a las mexicanas, igualmente tienen muchas faltas de ortografía, incluso en los baños de las Universidades.
Entonces aunque pinten y repinten las paredes de los baños públicos siempre habrá alguien que quiera expresarse libre y sin censura. El anonimato siempre ayuda, porque como garabateó una mujer en el baño de una Facultad de Economía bonaerense: “Los que escriben en los baños, son poetas de ocasión, porque encuentran en la mierda su mayor inspiración”.

Los revolucionarios no sonríen

Eran los días en que el río Nazas corría como niño
haciendo damnificados; días en que la desconfianza se convirtió en necesidad. Tiempos de historias de crueldad. Eran los días en que los poseedores de coches de lujo sentían que su vida peligraba porque la marca se transformó en provocación. Mañanas de albañiles levantando muros que cubrían las fachadas de las casas. Muros temerosos que procurando encubrir el interior, en realidad lo revelaban; habían obtenido la señal de la tentación. Paredes altas que cambian la visión de las colonias, de la ciudad y del pensamiento. Días de confusión en que no sabíamos si todas las historias, contadas con gesto alarmante, realmente sucedían o correspondían a los inventos de la sicosis colectiva. Todo eso me había revuelto el cerebro y entonces contradije a mi instinto para no seguir hablando siempre de lo mismo. Comidas, cafés y helados monotemáticos. En verdad deberíamos buscar ideas nuevas, y poner atención en el espejo retrovisor no únicamente para buscar maleantes, sino para conocernos a nosotros mismos. ¿Podríamos ver nuestro pasado histórico con claridad? ¿Podríamos entender lo que nos sucede? Ojalá. Mientras tanto, no quiero seguir hablando de lo mismo. Habrá otras imaginaciones; buscaré en las ilusiones perdidas o en las curiosidades no exploradas.
Entonces digo: Eran los días en que por toda nuestra ciudad aparecieron infinidad de caras sonrientes (y algunos cuerpos enteros). Se trataba de los candidatos a diputados locales. Y aquellos rostros me producían tantas dudas: ¿Por qué sonríen cuando por todos lados el panorama es de desconfianza? ¿No sabrán que sus fotografías no son bien acogidas por la gente? Sin embargo, al ver tanto poste y espectacular sonriente, la pregunta que más me removía la conciencia era: ¿Desde cuándo comenzó esa absurda costumbre de fingir felicidad?, es decir, de sonreír al retratarse. ¿Desde cuándo fue el mandato de digan “chis”, digan “güisqui”…? En los inicios de la fotografía, y en la primera mitad del Siglo XX, solamente se decía: “pajarito, pajarito” para que la gente fijara la mirada en la lente de la cámara fotográfica. El resultado era una copia de una partecita de realidad. Y qué agradable resulta ver fotos antiguas; observar aquellos rostros y caer en cuenta que en las primeras fotografías la gente posaba sin sonreír. Son hermosos esos retratos de quienes no tenían una sonrisa exprés. Así, se podía valorar la personalidad del retratado con sólo mirar la imagen.
Luego entonces encuentro la ocasión para buscar fotografías en blanco y negro y retratos al óleo a todo color de más allá de cincuenta años, y veo caras atormentadas, alegres (sin sonrisas), sabias, idiotas. Gestos adustos, enojados, satisfechos, brillantes y pícaros, pero rara vez sonrientes. Porque hasta la sonrisa de la Gioconda me parece más bien una mueca desdeñosa. Creo que hemos perdido mucho de autenticidad en la fotografía actual; una máscara que intenta decir: “Soy tan feliz y además soy bonito”. El fotoshop retoca todo. Y más aún, inventaron una cámara fotográfica que capta automáticamente la imagen al momento en que los que posan fabrican una sonrisa.
Recuerdo que alguna vez, en las fechas cercanas al 20 de noviembre, aniversario de la Revolución Mexicana, en el periódico aparecían imágenes de personas disfrazadas de revolucionarios, y escuché: “Mira, parecen de verdad: el Zapata, el Villa y la Adelita”. A lo que mi papá respondió: “No es cierto. No parecen revolucionarios. Los revolucionarios no sonríen”. Y sí, no imagino sonriendo en un retrato a Nietszche, Beethoven, Mozart, Kafka o Joyce. Es verdad, los verdaderos revolucionarios no sonríen.
Ciertos científicos aseguran que el hombre es el único animal que sonríe. Aunque yo diría que es el único que sonríe sin razón alguna. Ni un gato ni un perro fingen sus estados de ánimo, y es que para nosotros es facilísimo: se estiran las comisuras labiales hacia los lados y hacia arriba (se puede mostrar o no la dentadura), y luego se toma la foto. lopgan@yahoo.com

martes, 25 de agosto de 2009

Deflación


Veo a Carstens en televisión, habla de inflación e infecciones respiratorias. Imagino que alguien le da un pinchazo en la región periumbilical, entonces él se eleva pintando inversa y cursivamente letras e en el aire. Cae, da tres rebotes, y queda tirado en el suelo, hecho un alfeñique. Entonces sí, todos hablan de deflación. (La caricatura es de Alan Rodríguez de Sonora)

lunes, 24 de agosto de 2009

Literatura y enfermedad


Quizá la locura que describe Miguel de Cervantes en El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, encuentre nombre en la siquiatría como una sicosis paranoide en la que predominaban las alucinaciones visuales y auditivas. Una sicosis que logra contagiar a su escudero Sancho Panza. Algunos dicen que todo médico debería leer la máxima obra de Cervantes para estudiar medicina. Así, si queremos saber los remedios en los tiempos de los caballeros andantes, con don Quijote seremos testigos de que las heridas eran curadas con romero, sal y vendas engrasadas. Sabremos que las sangrías (con sanguijuelas o con la incisión en una vena) eran remedio para casi cualquier enfermedad, y al decir “eran remedio”, me refiero a que se usaban de medicina, pero que sólo daban alivio a unas cuantas enfermedades como son la hipertensión y la policitemia. Igualmente en esta novela se puede apreciar cómo se describe la muerte por insolación cuando el autor refiere al joven Antonio muerto de amor, cuando en realidad de tanto llorar se deshidrató ayudado por quedarse tirado en el llano bajo el ardiente sol.
Podemos aprender sobre el escorbuto y el cólera en la novela El amor en tiempos del cólera, y allí mismo ser testigos de las medicinas usadas por el doctor Juvenal Urbino: Bromuro de potasio para levantar el ánimo; gotas de cornezuelo de centeno para los vahídos y belladona para el buen dormir. Y si queremos saber todo sobre la tuberculosis, existen dos tratados sobre ella, la primera y más extensa: La montaña mágica, del alemán Thomas Mann, y la segunda, La Dama de las camelias, de Alejandro Dumas, aunque allí el hilo conductor no es la enfermedad, pero sí encontramos una buena representación de la patología y el tratamiento que en esos tiempos se centraba principalmente en estar en lugares ventilados y muy soleados, ya que el bacilo de Koch, causante de tuberculosis, es sensible al sol.
En fin, la medicina es un tema recurrente en la literatura. Y ya que están de moda las epidemias y que infinidad de artículos periodísticos han mencionado La peste, novela del argelino Albert Camus (1913-1960), me sentí motivada a leerla. En ella pude constatar que para estudiar la peste bubónica no hay mejor libro que éste (a pesar de que esta novela, según su biógrafa, Paloma Blanco, es una alegoría de la invasión alemana a Argelia). La historia se desarrolla en los años 40 del siglo pasado en Orán, Argelia. La narración da inicio con la muerte de miles de ratas por el mal que les fue transmitido por la pulga que aloja la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste bubónica y pulmonar. Después de que mueren las ratas comienzan a morir los humanos, llegando a fallecer hasta noventa en un día. Al principio los entierran en ataúdes, después en fosas comunes y, como nada es suficiente, otros van a los hornos crematorios. Igualmente muestra el desarrollo de la enfermedad, la descripción de signos y síntomas como la fiebre, la aparición de los ganglios inflamados o bubas, y cómo éstos son operados. Desde luego la epidemia de peste bubónica o peste negra nada tiene que ver con nuestra epidemia de influenza humana. Sin embargo, Camus describe cómo la comunidad se divide ante un hecho así: los indiferentes que no se enteran que existe la epidemia, los abusones que hacen negocio de la tragedia, los alegres que desafían la enfermedad, las autoridades y las reuniones que tienen para decidirse o no a llamar a la peste por su nombre, la economía mermada y el aumento en los negocios ilícitos. La peste presenta, sobre todo, la lucha y el dolor del doctor Rieux por combatir la epidemia y el sufrimiento de la separación de los que se aman. Hay un pasaje muy conmovedor, y es donde el padre Paneloux y el doctor Rieux son testigos de la agonía y muerte de un niño. El padre intenta convencer al ateo doctor de la existencia de Dios, pero al no lograrlo simplemente le dice que los dos trabajan para la misma causa: la salvación del hombre, a lo que el doctor le contesta: “La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Yo no voy tan lejos. Es salud lo que me interesa, su salud ante todo”. lopgan@yahoo.com

JAIME MUÑOZ: CATADOR DE LIBROS


Cierto temorcillo me alcanza cada vez que escribo sobre autores laguneros. La timidez viene porque sé que los aludidos serán prontos receptores de mis apreciaciones. Temo pues, a no expresarme correctamente, y a que mi mirada sobre su obra no sea clara. Así me sucedió al hablar de Saúl Rosales, de Magda Madero y de Vicente Rodríguez. Sin embargo, igual que con ellos hago a un lado la quisquilla para traer ahora a este espacio Tientos y Mediciones (Breve paseo por la reseña bibliográfica) el más reciente libro de Jaime Muñoz Vargas (Gómez Palacio, Dgo. 1964). Donde el autor, buen catador, prueba una treintena de libros a los que les sintetiza el aroma, el sabor, la cosecha y la robustez. Nos dice si se trata de productos secos o demasiado espumosos. Recomienda su consumo y da su veredicto sobre el grado de añejamiento que estos escritores toleraran. Nos deja claro que hay que leer algunos litros de tinta para refinar el gusto y reconocer el buen buqué.

            El escritor Jaime Muñoz Vargas es maestro (Universidad Iberoamericana), periodista y editor. Ha publicado El principio del terror (novela), Juegos de amor y malquerencia (novela), Pálpito de la sierra Tarahumara (poesía), El augurio de la lumbre (cuento) y Miscelánea de productos textuales (periodismo cultural). Ha ganado el premio nacional de narrativa joven y el premio nacional de novela Jorge Ibargüengoitia. Poco a poco está dejando la localidad, pues algunos de sus textos pasean ahora por Argentina y España.

            Esta vez, Muñoz Vargas reseña dos libros que se encuentran en extremos ideológicos, por ejemplo: en  “Arcángeles”  nos habla de los arcángeles de Paco Ignacio Taibo II, los rojos, los de izquierda, de los que Muñoz asegura fueron: “hombres que se aferraron a una astilla en medio del océano y la defendieron hasta el último buche de oxigeno. En estos días que corren uno se siente fracasado si no tiene dos tarjetas de crédito…” Luego hace una reflexión que retrata muy bien nuestro tiempo: “nosotros todos los días reímos con la desvergonzada farsa de la Excelencia, el Éxito, la Optimización, la Filosofía de la Eficiencia y de toda la selva de maravillas que solo tapan la luz y matan de indigencia mental y física, al género humano”. Más adelante nos lleva a la derecha con Vargas Llosa en “Lenguaje de la pasión” del que el lagunero opina: “Vargas Llosa sólo parece encontrar la felicidad del hombre en el mercado y la sociedad abiertos, y de la socialdemocracia para abajo, a todo lo considera peligrosa enfermedad. No faltan aquí, eran de esperarse, puyazos al endemoniado Castro”. El catador parece no estar de acuerdo con las doctrinas de Vargas Llosa, sin embargo no le regatea el reconocimiento a su talento  y lo marca con sello de garantía de “una prosa que raya en lo perfecto”.

            En éste menú hay, especialmente, dos sugerencias que desee salir a comprar. La primera se trata de Tierra Santa, poesía de Alda Merini, italiana que vivió veinte años en un manicomio: “la opresión de una alma que se niega a las ataduras…” La otra es Segundo diario mínimo. “Humor ecológico” le llama Muñoz, ecológico por Eco, Umberto Eco, otro italiano, el de El nombre de la rosa. Se antojan muy divertidos los textos periodísticos de Eco.

            Tientos y mediciones es un libro de portada azul nostalgia, (bueno, la nostalgia la da la viñeta de una vieja máquina de escribir Smit&Corona hecha por Gerardo Suzán). Es un texto de abordaje fácil, donde se muestra una prosa madura, sin aspavientos. Al leerlo se tiene la convicción de que el autor está libre de duda, pues avienta la primera palabra ―y la última― en forma muy segura, toma los vocablos sin prejuicios, no importa si son gastados o desconocidos. Un ejemplo: la frase “llenar el boquete”. Boquete, palabra ordinaria, pero que sirve para evadir el lugar común de “llenar el vacío”. Después puede recurrir a léxico poco conocido como cuando dice: “alguien ripostará” donde se intuye que el significado de ripostar es responder, reclamar, o cuando expresa: “guardan en la faltriquera” se entiende que guardan en la bolsa o en cualquier escondite, no importa. Así que, no se crea que Tientos y mediciones es una lectura que necesite el diccionario a lado, de ningún modo. Las ideas vienen claras. El uso de palabras poco gastadas sólo le dan brillo a la prosa.

            Tientos y mediciones fue concebido para fines didácticos, pero ese objetivo fue rebasado, pues como dijo Vicente Rodríguez: “En este libro Jaime Muñoz mató seis pájaros de un tiro, o mejor dicho de un tiraje”. La primera aportación  es sin duda la enseñanza. Paso a paso el autor nos muestra el mejor camino a seguir para escribir una reseña bibliográfica. El muestrario incluye treinta obras que van desde la filosofía de Savater hasta el futbol de Maradona. Camina entre la poesía de Guillén o los cuentos de Borges. Seguro es que la literatura de Jaime Muñoz aguantará el añejamiento. 

Tientos y mediciones. Breve paseo por la reseña literaria, Jaime Muñoz Vargas, UIA/Icocult/Gobierno de Coahuila. Torreón, 2004. 181 pp.
 

sábado, 22 de agosto de 2009

Magda Madero descubre a Arno y los ojos de Rea


Magda Madero es narradora y poeta. Su formación en filosofía le permite tener reflexiones profundas y diversas sobre un mismo hecho; hablar con ella es una invitación al aprendizaje. Sé de sus desvelos literarios, por eso, segura de que resultaría interesante, le pedí que me contestara algunas preguntas sobre su más reciente novela.

¿Cómo nació el nombre de tu novela?
El título Arno y los ojos de Rea, no es un título producto del azar, sino uno en extremo pensado. Tardé algún tiempo en dar con él. Una novela debe caber en su título; éste es el título donde cabe la mía. Arno y Rea son los elementos estructurantes que le dan unidad. Arno, que es el personaje principal, es un escritor; Rea, en cambio, es una pordiosera. El primero tiene nombre de río; la segunda, de diosa. En la revista Acequias, en el último ejemplar del año 2008, aparece parte del primer capítulo donde Arno lee sus cuartillas mientras se plantea el problema de la unidad en su novela. Rea le va a ayudar a conseguirlo. Decidí tomar prestado de la antigüedad clásica el nombre de Rea, aquella deidad griega esposa de Cronos y madre de Zeus, entre otros dioses del Olimpo, porque, al igual que Gea, su madre, simbolizaba la tierra; la diosa tierra que hemos vuelto pordiosera. Así la veo yo. Pero muy aparte de esta alegoría, la Rea de mi novela no tiene más poder que el de sus hermosos ojos verdes: bastará que éstos coincidan con los de ciertos personajes, para que de allí surja algo.


¿A quién tomaste como narrador?
El tema de los narradores en literatura es complicado. El narrador, la más de las veces surge de las mismas palabras. Se trata de una persona gramatical no siempre identificable a menos que se manifieste como un narrador personaje desde un yo gramatical evidente. En teoría, hay una gran variedad de narradores. Mi novela tiene un enfoque narrativo múltiple, pero el narrador que se encuentra en la punta de la estructura es Arno, un narrador y personaje principal que juega a no serlo al narrarse desde la tercera persona, pero sin dejar, por momentos, de manifestar su yo. Arno renuncia a la omnisciencia que podría tener como “autor” del material donde él mismo es un personaje. Este narrador va a dejar que sean los mismos personajes los que se manifiesten a través de sus acciones, y cederá al lector la tarea de inferir sus motivaciones. Los demás personajes, Rea incluida, existen a través de él pero con total autonomía, de tal manera que, cada historia dentro de la novela, cuenta con un determinado tipo de narrador.

¿Cómo describirías la estructura de tu novela y cuánto tiempo te llevó terminarla?Tal vez la estructura sea cubista por la fragmentación, y lineal por la cronología. Una novela de 481 páginas como la mía lleva tiempo. El material que la conforma tiene distintas fechas de nacimiento: quince o más años el más antiguo. Escribirla no fue difícil; lo difícil fue estructurarla, darle unidad. Una cosa es construir un relato, la forma más sencilla de narrar (sucesión de episodios definidos por múltiples “luegos” conectados por una sola voz donde una cosa ocurre después de otra al enlazar los cabos sueltos); y otra, construir una trama, que es un organismo de orden superior con múltiples espacios y voces como sucede en un concierto. La trama es la parte más artística de una obra literaria.

¿Qué dificultades y qué beneficios tiene ser tu propio editor?
La edición es la carta de presentación de un libro. En mi caso fue pesado porque es lo primero que edito. Hay que hacer trámites, gastar la vista para que la obra se vea pulcra; hay que crear páginas maestras, elegir fuentes y tamaños de letras, planear la cantidad de hojas, diseñar y hacer la portada y la cuarta de forros; súmale el costo de impresión, la promoción, la distribución, la venta. Contra todo esto, el único beneficio que te queda es la libertad de hacer con tu obra lo que quieras y tener la certeza de que nadie te va a cambiar una coma.
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MADERO GAMEZ, Magdalena. Narradora, poeta y ensayista. Nació en Torreón, Coahuila. Estudió Filosofía en la Universidad de Monterrey (UDEM). Es autora de las novelas, Una taza sobre la mesa y, Arno y los ojos de Rea; de los poemarios Efémera y Sueños insomnes; del libro de cuentos Desafío de sombras. Su obra aparece también en los colectivos Condominio de poetas (poesía), Enseñanza superior (cuentos), Sueños de la Laguna. Ensayos de 12 autores, y Poema, analogía e iconicidad (ensayos). Más obra suya se encuentra en las revistas, Estepa del Nazas, Acequias y Siglo Nuevo. Su cuento “Isidora” obtuvo la mención de honor en el Premio Nacional de cuento “Agustín Monsreal” 1998. Radica en Torreón, Coahuila.
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viernes, 21 de agosto de 2009

Sobre un desierto húmedo y fértil


Del artista, como de ningún otro, siempre se está dudando de su oficio. Sí, antes de que se publicitara la frase: “¿Tener un hijo te hace padre?” De igual manera habían vivido las interrogantes: ¿hacer versos te hace poeta?, o ¿escribir libros te hace escritor?... Sabemos que la respuesta es: no necesariamente. Además, si el que emite el juicio ha acumulado años de lectura, su actitud será de más desconfianza aún. Sin embargo hay poetas que desde la primera lectura son certeza, y este es el caso de Graciela Guzmán (León, Gto.), quien ha publicado los poemarios La vida no vale nada, De la desnudez a solas y Húmedo desierto; además su poesía aparece en los libros colectivos Seis de a bordo, Guanajuato luz y pluma, Casa en interiores, y El país de las siete luminarias. Ha sido traducida al inglés y publicada en varias revistas literarias de Estados Unidos. Ha sido becaria del Instituto de Cultura de Guanajuato y ha participado como jurado en varios concursos de poesía. También se ha desempeñado como fotógrafa, por lo que ha recibido varios reconocimientos.
Húmedo desierto, su más reciente obra, reafirma su genuina naturaleza poética; en ella encontramos la antítesis de la poesía de las linduras, porque la sensibilidad de Graciela va más allá de describir la belleza y el aroma de la rosa, y si lo hace, habrá de privilegiar las espinas porque son defensa y permanencia, y reconoce que la rosa no sobrevive sin éstas. La autora, conocedora de la técnica de hacer poesía, sabe que ni siquiera el verso libre es libre, por ello establece su propio sistema métrico verbal en donde cuenta el tiempo en besos y pesa el silencio en toneladas. Nos muestra cómo con el dolor se pueden construir espacios, paredes y ventanas.
Graciela Guzmán le canta al que no está; habla en soledad del erotismo, de nostalgias, como en el poema “Conato de conversión”: “Eras el señor / a quien fielmente debía temer; / comí en tu carne / la pureza de mis pecados / saciamos nuestra sed / con el mar derramado / de nuestros cálices. / Fuimos comunión en tiempos de deseo”. Se trata de una escritora con fuerza, sin melindres, decidida. Y a cada paso lo palpamos como en los versos de “Mañana, pasado, dentro de un siglo, no puede ser que sea nunca”: “No / no me arrepiento de nada / ni siquiera de este culto a la oscuridad / porque me sé hija natural del dolor / fanática del llanto / que se detiene al morder la lengua / y correligionaria / de aquél que venera las sombras / -Señor bendito dulcificador de mi muerte- / Oh sí / algún día he de poder vomitar todo esto / Hacerlo sin la sospecha cotidiana / de que madre se aparecerá / de un momento a otro / preguntando / -¿no vas a cenar?-. En la siguiente cita recuerda y agradece a los poetas malditos -maestros y compañeros de letras-, aquéllos que buscan la oscuridad y el rechazo a lo establecido: “Homenaje a los malditos”: “Sólo hay que conocerlos. / Transitan por esta vida modelando las palabras; / son alquimistas del sentimiento, / tahúres hábiles de la emoción ajena; / son los mejores contorsionistas de su felicidad y dolor / y dicen no pretender -ja- / la retrocontaminación externa. / Como a muchos, / a mí también me engañan, / me lastiman, me divierten; / muero y renazco en su voz / hecha sensación, escultura, paisaje: / materia y espíritu en papel”. Esta idea se repite en el poema “Colección misantrópica”: “Provengo de techos donde las brujas pendían como murciélagos fermentando mis noches: tortura de inocencia sin héroes en pugna con maldades fantásticas”.
Aquí hay certeza de buena poesía, porque se percibe la influencia de los mejores poetas, entre ellos Elías Nandino, con quien sostuvo una amistosa relación epistolar (que quizá en un futuro la publique). También se respalda en la poesía de Enriqueta Ochoa, a quien admira y con la que comparte páginas en el libro Mujeres que besan y tiemblan, Antología mexicana de poesía erótica femenina. Otros que la han contagiado son Virginia Woolf., Cesare Pavese, Arthur Rimbaud, Marguerite Yourcenar, José Carlos Becerra, Homero Aridjis, Octavio Paz.
Húmedo desierto, un oximoron donde el desierto es soledad, y la humedad una alegoría erótica.
Graciela Guzmán, Húmedo desierto,
Universidad de Guanajuato,
Guanajuato, Gto. 2008
De venta en librerìas

Mesón de San Antonio
Planta Baja
Alonso No. 12, Centro
Guanajuato, Gto.
De lunes a viernes de 9:00 a 16:30 horas
www.extension.ugto.mx

Librería Porrúa
Alonso No. 12-A Centro
Guanajuato, Gto.

Librería EDUCAL Conaculta
Museo Regional Alhóndiga de Granaditas
Guanajuato, Gto.

Galería Jesús Gallardo
Pedro Moreno No. 202, Centro,
León, Gto.
Tel. (477) 714-14-00
www.leon.gob.mx/cultura

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Farallón No. 416, esq. Blvd. Campestre
León, Gto.
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jueves, 20 de agosto de 2009

Tips para una inteligencia artificial

¿Está cansado de sentirse tonto? ¿Cansado de sentir que todos saben más que usted? ¿Harto de quedarse callado cuando alguien, con palabras pomposas, explica la vida? ¡Pare de sufrir! Ha llegado el momento de ponerle “un hasta aquí” a la terrible sensación de ser un iletrado irredento. Sabemos que gran parte de la población se empeña en parecer inteligente, ya que si a alguien se le considera brillante, él se sentirá querido. A pesar de que algunas personas piensan que exhibir los conocimientos cuando la ocasión no lo amerita, significa que el individuo simplemente es un pedante. Aunque no se debería agredir a quien desea imitar a los que poseen “mucha sal en la mollera”, no, si lo único que aquél anhela es una pizca de reconocimiento. Por eso, sí vale la pena hacerse como si uno las supiera de “todas todas”. ¿No lo cree así? ¿Ha visto cómo es posible ser buen músico en tres lecciones, aprender inglés escuchando dicho idioma mientras duerme, y usted sabe muy bien que en este mundo maravilloso se puede llegar a ser la persona más ecuánime, serena, sensata y feliz con sólo tomar un medicamento? Así, de igual forma usted y yo, juntos, podemos dejar de parecer ignorantes. Únicamente tiene que aceptar las sugerencias que le ofrezco a continuación:
1.- En primerísimo lugar, recuerde la frase “para ser un buen torero primero hay que parecerlo”; lo mismo aplica para la inteligencia. De manera que tendrá que adoptar un rostro de conocedor; mirada penetrante, trompa parada, y si la herencia de María Félix o Pedro Armendáriz lo benefician, por favor levante una ceja, (sólo una) y eleve y arrisque la nariz. La nariz es un órgano importantísimo para simular inteligencia: siempre, siempre, deberá caminar como si algún olor fétido rondara el ambiente. Pero no se confunda, el caminar tiene que ser relajado, sobre todo, que le se note el relax en las rodillas,si es hombre coloque una mano -nunca ambas- en la bolsa del pantalón, eso le dará un toquecito de hombre de mundo. El rostro de mujer inteligente no cambia mucho con respecto al del hombre, pero invariablemente la mujer deberá, al momento de sentarse, cuidar de no cruzar las piernas y mantenerlas bien cerraditas. De igual manera es imprescindible que nunca ría a carcajadas ni diga peladeces ni malas palabras. La vestimenta es muy variable, puede o no afectar, eso, se lo dictarán las circunstancias.
2.- Recuerde, ya pasaron aquellos tiempos en los que era necesario leer libros enteros para ser conocedor. La Internet nos ha liberado de tarea tan abrumadora y absurda. Ahora usted puede tener la colección de las frases más brillante de los grandes pensadores de la historia por lo que no será necesario pasar horas y horas leyendo para subrayar lo más trascendente. Y le aseguro: parecerá que ya leyó todos los libros. Para ello, simplemente averigüe en el buscador virtual las citas más impactantes o escandalosas de autores famosos, y anótelas ¡Y ya está! Y cuando menos se lo esperen sus acompañantes les avienta sus conocimientos tutti fruti: uno y otro y otro. No olvide memorizar unas cuantas estadísticas (números, números, números) de las peores miserias humanas.
3.- Si se encuentra en una reunión familiar o de amigos y uno de los presentes está hablando de un tema en el cual todos se mantienen atentos, en cuanto el parlanchín haga una pausa, aproveche para repetir lo mismo pero con palabras domingueras y si es con términos que nadie conoce ¡Mejor! Bajo ninguna circunstancia permita que alguien le quite la atención que debe ser toda para usted.
4.- Si le entró el gusanillo de la escritura (y logra que le publiquen sus textos) no tiene por qué quebrarse el coco buscando tema a desarrollar. Otra vez Internet, la madre y el padre de todos los ingenios será su salvación. Busque, busque, copie y pegue. ¿Quién sospechará? Y si acaso, en lo remoto de su honestidad siente un ligero remordimiento, entonces introduzca uno que otro pensamiento de usted, pero no señale lo propio de lo ajeno. Sí, que se mezclen las ideas para que todo parezca, naturalmente, suyo. Es extraordinario. Por supuesto, se corre el pequeñísimo riesgo de presentar contenidos que nada tienen que ver con el lugar, el tiempo, y las personas a las que va dirigido el texto, y existe también la posibilidad de que el lector no pase de la primera línea. Pero, vamos, qué tanto es eso comparado con parecer inteligente.
5.- Y si por alguna razón se topa con un poema que diga algo parecido a: “La tía María/ se preocupa en la osadía/ de querer tener orgasmos de noche y de día...” Búrlese hasta reventar, tiene usted derecho. Aclare que quien escribió semejante bodrio no tiene idea de los sonetos, los madrigales, los haikús, la poesía bucólica, etcétera... grite que el escritor(a) no conoce las corrientes literarias y que el verso es tan “libre” que hasta puede rimar. Cuánta razón tendrá. Olvide pensar que el autor(a) cuando menos no se fusiló las frases de nadie. ¡No copió en un mundo de plagio! Eso sí, hay que recordar que cada quien esta en su derecho de escribir cualquier bobería propia... o cualquier erudición pirata: da lo mismo, valen igual.
Ahora es posible lograr todo sin esforzarse demasiado. Siga mis instrucciones ¡Juntos lo lograremos! Ya ve, éste artículo esta inspirado en los respetables y brillantísimos merolicos televisivos.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Jorge Valdés Díaz-Vélez y su laboratorio de letras

El poeta y diplomático lagunero Jorge Valdés Díaz-Vélez*, después de una larga estadía en Madrid, ha regresado a nuestro país para trabajar en los festejos del Bicentenario. Así, tomando como pretexto su retorno y utilizando el correo electrónico, me permití formularle cuatro preguntas a este poeta que ha superado los cercos no sólo regionales, sino nacionales. De esta manera fue posible asomarme un poco a su laboratorio de letras. Agradezco su tiempo y la transformación de mis dudas en testimonios lúcidos.


¿En qué momento te asumiste como poeta? ¿Recuerdas de qué hablaban tus primeros poemas?
Empecé a balbucear mis primeros versos en la adolescencia (se dice que antes de los veinte años se escriben versos y después de esa edad, poesía) con una fuerte influencia de García Lorca, León Felipe, Gorostiza y Baudelaire, entre muchos otros autores que me abrieron las primeras ventanas a la expresión poética.
En esa primera etapa me interesé por la experimentación del lenguaje y en la claridad expresiva, y fui desde entonces, como lo soy ahora, un ferviente lector de poesía. Los temas que entonces abordaba con un barroquismo desmesurado, iban desde la cotidianeidad hasta el universo de los afectos y la condición humana, preocupaciones de una etapa vital de nuestro desarrollo.

¿Alguna vez has renegado de tu condición de poeta?
Leer y escribir poesía contienen respeto y amor por este oficio. Ambas actividades requieren de concentración y disciplina a las que desde hace décadas me dedico, por convicción y vocación, robándole horas al sueño.

No recuerdo dónde leí acerca de un poeta que estaba descansando en su recámara y afuera había puesto un letrero que decía: “Silencio, poeta trabajando”. ¿El trabajo del poeta se basa en la contemplación?
El ejercicio creativo necesita de relativo aislamiento. Hay autores que, por el contrario, necesitan escribir en sitios ruidosos, como era el caso de José Hierro, a quien le gustaba trabajar en la mesa de una cafetería madrileña.
El autor de poesía no es un ser pasivo, ajeno a la realidad que le circunda y de la que forma parte. Por el contrario, es un ciudadano como cualquier otro, con sus angustias, sus alegrías e insatisfacciones, que trabaja en el laboratorio del lenguaje. En este inicio del Siglo XXI caracterizado por un flujo constante y abierto de información, no puede permanecer al margen de las cambiantes formas del exterior que diariamente internaliza para devolverlas al papel con el sentido crítico y autocrítico del hacedor.

Algunas personas consideran que la pobreza provee de sensibilidad extra al artista; ¿debe el poeta vivir en estrechez económica para escribir mejor?
Desde la marginalidad difícilmente puede accederse al núcleo de la creatividad. Ese pensamiento “romántico” ha dado paso a legiones de autores frustrados que muchas veces, a manera de excusa, han asociado el término pobreza con miserias intelectuales, falta de capacidad de asombro y de rigor de trabajo, y exceso de autocomplacencia.
La sensibilidad es un preciado don que debe refinarse mediante la lectura y la escritura. También a través del disfrute de otras manifestaciones del arte, de la participación al interior de una sociedad que ha frivolizado el término cultura para confundirlo con el de entretenimiento, y de la dignificación de una actividad que algunos han ahogado en la esterilidad de la denominada “bohemia” y otras actividades extraliterarias.
La poesía, por fortuna, se mantendrá por encima de esa imagen de extrema pobreza, de facilismos y actitudes banales que no han conseguido restarle valor.
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*Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coah. 1955). Consejero Cultural en las embajadas de México en España, Cuba, Argentina, Costa Rica y Estados Unidos. Por su obra poética ha recibido el Premio Latinoamericano Plural (1985), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007). Ha publicado los libros: Voz temporal, Aguas territoriales, Cuerpo cierto, La puerta giratoria, Jardines sumergidos, Nostrum, Cámara negra, Alebrijes. Ha sido traducido al francés, italiano, portugués, rumano e inglés.
Más de Valdés Díaz-Velez: Una entrevista relizada por Gregorio Martínez Moctezuna (Azteca 21)

martes, 18 de agosto de 2009

Beethoven: El enfermo prodigioso

Resultado de imagen de Beethoven"Ludwig van Beethoven (Bonn,1770-Viena,1827) es uno de los personajes, clínicamente, más estudiados. Su vida despierta una nutrida pasión entre sus admiradores. Ello se debe, no sólo a lo grandioso de su música sino, también, a sus múltiples afecciones físicas, y de éstas, sobresale su sordera que comenzó a padecer a los 26 años, quedando completamente sordo a los 35; una ironía.
Pretendiendo desentrañar su personalidad con historias médicas, a pesar de que nada es más complicado que explicar la naturaleza de un genio, se ha recurrido a los cuadernos de conversación, ya que él hacía que su interlocutor escribiera en un cuaderno su pregunta para de esa manera poder responder. Además, la investigación médica se ha basado en las cartas enviadas a sus amigos y en las notas de los médicos que lo trataron. Se estudiaron también sus restos y existe el reporte de su autopsia. A lo último que se ha recurrido es al análisis de su cuero cabelludo. Los padecimientos que se le han diagnosticado a Beethoven son: Sífilis, tuberculosis, enfermedad de Paget, alcoholismo y saturnismo
Es común encontrar discrepancias entre las biografías de Beethoven. Algunos biógrafos aseguran que Ludwin era célibe, pero en el libro Beethoven escrito por Max Steinitzer dice que esto es imposible y lo expresa así: “eso no va de acuerdo con el temperamento de nuestro artista. Lo único que podríamos asegurar es que Beethoven, como todos los hombres de gustos superiores y cultivados, entendía que la vida amorosa incumbe sólo a los involucrados”. En cambio, en La vida de Beethoven de Romain Rolland, éste afirma que su vida era virginal y trae a la palabra el adiós inexplicable a su amada Teresa de Brunswik. Steinitzer. Contradice a otros autores cuando se toca el tema del alcoholismo pues él considera que el genio de Bonn, no era alcohólico, mientras que Rolland afirma que padecía de cirrosis hepática a causa del alcohol, y dice que fue esta misma afección la que le provocaba ascitis (acumulación de agua en la cavidad abdominal), motivo por el que requirió de varias punciones para drenaje del líquido. Sin embargo, ambos autores coinciden en que al Maestro no le importaba su higiene personal: Steinitzer; “Un hombre como Beethoven dominado por su gigantesco afán de creación, no podía pensar, evidentemente, en llevar una vida rigurosamente ordenada desde el punto de vista higiénico”, e igualmente el escritor Rolland presenta una descripción que reafirma esta idea; “Los cabellos negrísimos sumamente espesos y erizados por doquiera, cabellos en que el peine parecía no haber entrado nunca, por ello tenía el apodo de "Cabeza de Medusa”. Recordemos que esa cabeza fue la primera que renunció a las pelucas.
Hombre solitario, iracundo. Grosero hasta con su admirado Goethe. Pero del que también existen pruebas de su gran generosidad. Ludwig van Beethoven genio de la música clásica el que después de quedar sordo no dejó de componer grandes obras. Y quien ha motivado también la escritura de un libro llamado El cabello de Beethoven de Russel Martin (autor de novelas históricas y científicas). Martin describe cómo a la muerte del compositor le fueron arrancados trozos de cabello de su cabeza para guardarlos como recuerdo y que algunos de estos mechones contenían fragmentos de cuero cabelludo. En 1994 en una subasta de la casa Sotheby´s una de estas muestras fue comprada por dos estadounidenses admiradores de este músico. Este nuevo libro biográfico nos muestra otra posible enfermedad del compositor. Allí, se testifica el hallazgo, por medio de un análisis bioquímico, de altas concentraciones de plomo, por lo que aseguran padecía de saturnismo. De acuerdo con los actuales estudios del cabello de Beethoven se descartan la sífilis. En el siglo XIX el tratamiento de esta enfermedad era a base de Mercurio, elemento que no se encontró en la pieza estudiada. Recordemos que en la época de Beethoven era muy frecuente este mal venéreo y como dije su tratamiento era el mercurio, por esa razón se acuño el dicho: “Pasas una noche con Venus y toda tu vida con Mercurio”. El diagnostico de una probable neurosífilis causante de su sordera se apoya en la autopsia, sin embargo, no se puede establecer una historia de sífilis durante su vida. Otro padecimiento que surge con la autopsia es la enfermedad de Paget que es una degeneración de los huesos y que, hipotéticamente, pudo ser la causa de su sordera ya que afecta en forma paulatina los huesecillos del oído medio (estructuras anatómicas encargadas en parte de la transmisión del sonido).
Otra de las enfermedades, que se cree padeció, es la tuberculosis, patología que llevó a la muerte a su madre. En los apuntes médicos del libro de Romaind Roland menciona un diagnóstico de “otitis tuberculosa” (inflamación del oído a causa de la tuberculosis).Han sido muchas las enfermedades a través de la cuales se ha querido explicar la terrible sordera del compositor, sufrimiento que atestigua en 1801 en una carta que envía a su amigo; el médico Franz Wegeler, en donde le manifiesta la existencia de una sordera grave con la esperanza de que le aconseje: “En los tres últimos años mi oído está debilitándose más y más... Durante casi dos años he dejado de asistir a mis obligaciones sociales, porque me parece imposible decir a la gente: estoy sordo. Si tuviese otra profesión podría afrontar mi enfermedad, pero en la mía es un inconveniente terrible”.
Seguramente seguirán surgiendo teorías sobre sus enfermedades. Un ser que conquistó el dolor, como lo expone Rolland: “Un desventurado pobre, enfermo y solitario, el dolor hecho hombre y a quien el mundo le niega la alegría, crea la alegría por sí mismo para dársela al mundo; y la forja con su tristeza”. Entregó al mundo un destino musical glorioso a través del tormento de sí mismo; así vivió este excepcional hombre.