Del artista, como de ningún otro, siempre se está dudando de su oficio. Sí, antes de que se publicitara la frase: “¿Tener un hijo te hace padre?” De igual manera habían vivido las interrogantes: ¿hacer versos te hace poeta?, o ¿escribir libros te hace escritor?... Sabemos que la respuesta es: no necesariamente. Además, si el que emite el juicio ha acumulado años de lectura, su actitud será de más desconfianza aún. Sin embargo hay poetas que desde la primera lectura son certeza, y este es el caso de Graciela Guzmán (León, Gto.), quien ha publicado los poemarios La vida no vale nada, De la desnudez a solas y Húmedo desierto; además su poesía aparece en los libros colectivos Seis de a bordo, Guanajuato luz y pluma, Casa en interiores, y El país de las siete luminarias. Ha sido traducida al inglés y publicada en varias revistas literarias de Estados Unidos. Ha sido becaria del Instituto de Cultura de Guanajuato y ha participado como jurado en varios concursos de poesía. También se ha desempeñado como fotógrafa, por lo que ha recibido varios reconocimientos.
Húmedo desierto, su más reciente obra, reafirma su genuina naturaleza poética; en ella encontramos la antítesis de la poesía de las linduras, porque la sensibilidad de Graciela va más allá de describir la belleza y el aroma de la rosa, y si lo hace, habrá de privilegiar las espinas porque son defensa y permanencia, y reconoce que la rosa no sobrevive sin éstas. La autora, conocedora de la técnica de hacer poesía, sabe que ni siquiera el verso libre es libre, por ello establece su propio sistema métrico verbal en donde cuenta el tiempo en besos y pesa el silencio en toneladas. Nos muestra cómo con el dolor se pueden construir espacios, paredes y ventanas.
Graciela Guzmán le canta al que no está; habla en soledad del erotismo, de nostalgias, como en el poema “Conato de conversión”: “Eras el señor / a quien fielmente debía temer; / comí en tu carne / la pureza de mis pecados / saciamos nuestra sed / con el mar derramado / de nuestros cálices. / Fuimos comunión en tiempos de deseo”. Se trata de una escritora con fuerza, sin melindres, decidida. Y a cada paso lo palpamos como en los versos de “Mañana, pasado, dentro de un siglo, no puede ser que sea nunca”: “No / no me arrepiento de nada / ni siquiera de este culto a la oscuridad / porque me sé hija natural del dolor / fanática del llanto / que se detiene al morder la lengua / y correligionaria / de aquél que venera las sombras / -Señor bendito dulcificador de mi muerte- / Oh sí / algún día he de poder vomitar todo esto / Hacerlo sin la sospecha cotidiana / de que madre se aparecerá / de un momento a otro / preguntando / -¿no vas a cenar?-. En la siguiente cita recuerda y agradece a los poetas malditos -maestros y compañeros de letras-, aquéllos que buscan la oscuridad y el rechazo a lo establecido: “Homenaje a los malditos”: “Sólo hay que conocerlos. / Transitan por esta vida modelando las palabras; / son alquimistas del sentimiento, / tahúres hábiles de la emoción ajena; / son los mejores contorsionistas de su felicidad y dolor / y dicen no pretender -ja- / la retrocontaminación externa. / Como a muchos, / a mí también me engañan, / me lastiman, me divierten; / muero y renazco en su voz / hecha sensación, escultura, paisaje: / materia y espíritu en papel”. Esta idea se repite en el poema “Colección misantrópica”: “Provengo de techos donde las brujas pendían como murciélagos fermentando mis noches: tortura de inocencia sin héroes en pugna con maldades fantásticas”.
Aquí hay certeza de buena poesía, porque se percibe la influencia de los mejores poetas, entre ellos Elías Nandino, con quien sostuvo una amistosa relación epistolar (que quizá en un futuro la publique). También se respalda en la poesía de Enriqueta Ochoa, a quien admira y con la que comparte páginas en el libro Mujeres que besan y tiemblan, Antología mexicana de poesía erótica femenina. Otros que la han contagiado son Virginia Woolf., Cesare Pavese, Arthur Rimbaud, Marguerite Yourcenar, José Carlos Becerra, Homero Aridjis, Octavio Paz.
Húmedo desierto, un oximoron donde el desierto es soledad, y la humedad una alegoría erótica.
Húmedo desierto, su más reciente obra, reafirma su genuina naturaleza poética; en ella encontramos la antítesis de la poesía de las linduras, porque la sensibilidad de Graciela va más allá de describir la belleza y el aroma de la rosa, y si lo hace, habrá de privilegiar las espinas porque son defensa y permanencia, y reconoce que la rosa no sobrevive sin éstas. La autora, conocedora de la técnica de hacer poesía, sabe que ni siquiera el verso libre es libre, por ello establece su propio sistema métrico verbal en donde cuenta el tiempo en besos y pesa el silencio en toneladas. Nos muestra cómo con el dolor se pueden construir espacios, paredes y ventanas.
Graciela Guzmán le canta al que no está; habla en soledad del erotismo, de nostalgias, como en el poema “Conato de conversión”: “Eras el señor / a quien fielmente debía temer; / comí en tu carne / la pureza de mis pecados / saciamos nuestra sed / con el mar derramado / de nuestros cálices. / Fuimos comunión en tiempos de deseo”. Se trata de una escritora con fuerza, sin melindres, decidida. Y a cada paso lo palpamos como en los versos de “Mañana, pasado, dentro de un siglo, no puede ser que sea nunca”: “No / no me arrepiento de nada / ni siquiera de este culto a la oscuridad / porque me sé hija natural del dolor / fanática del llanto / que se detiene al morder la lengua / y correligionaria / de aquél que venera las sombras / -Señor bendito dulcificador de mi muerte- / Oh sí / algún día he de poder vomitar todo esto / Hacerlo sin la sospecha cotidiana / de que madre se aparecerá / de un momento a otro / preguntando / -¿no vas a cenar?-. En la siguiente cita recuerda y agradece a los poetas malditos -maestros y compañeros de letras-, aquéllos que buscan la oscuridad y el rechazo a lo establecido: “Homenaje a los malditos”: “Sólo hay que conocerlos. / Transitan por esta vida modelando las palabras; / son alquimistas del sentimiento, / tahúres hábiles de la emoción ajena; / son los mejores contorsionistas de su felicidad y dolor / y dicen no pretender -ja- / la retrocontaminación externa. / Como a muchos, / a mí también me engañan, / me lastiman, me divierten; / muero y renazco en su voz / hecha sensación, escultura, paisaje: / materia y espíritu en papel”. Esta idea se repite en el poema “Colección misantrópica”: “Provengo de techos donde las brujas pendían como murciélagos fermentando mis noches: tortura de inocencia sin héroes en pugna con maldades fantásticas”.
Aquí hay certeza de buena poesía, porque se percibe la influencia de los mejores poetas, entre ellos Elías Nandino, con quien sostuvo una amistosa relación epistolar (que quizá en un futuro la publique). También se respalda en la poesía de Enriqueta Ochoa, a quien admira y con la que comparte páginas en el libro Mujeres que besan y tiemblan, Antología mexicana de poesía erótica femenina. Otros que la han contagiado son Virginia Woolf., Cesare Pavese, Arthur Rimbaud, Marguerite Yourcenar, José Carlos Becerra, Homero Aridjis, Octavio Paz.
Húmedo desierto, un oximoron donde el desierto es soledad, y la humedad una alegoría erótica.
Graciela Guzmán, Húmedo desierto,
Universidad de Guanajuato,
Guanajuato, Gto. 2008
Universidad de Guanajuato,
Guanajuato, Gto. 2008
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Planta Baja
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Guanajuato, Gto.
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Librería Porrúa
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Librería EDUCAL Conaculta
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Guanajuato, Gto.
Galería Jesús Gallardo
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Librería Efraín Huerta FCE
Farallón No. 416, esq. Blvd. Campestre
León, Gto.
Tel. (477) 779-24-39
Librería Grupo Auctoris
Cuauhtémoc No. 1255-I Col. Jardín
San Luis Potosí, S.L.P.
Tel. (444) 816-26-25
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En las universidades son:
Librería Universitaria Gonzalo de Tapia, sj
Universidad Iberoamericana
Blvd. Jorge Vértiz Campero No. 1640,
Cañada de Alfaro,
León, Gto.
Tel. (477) 710-06-85
www.uia.leon.mx
Universidad Veracruzana
Hidalgo No. 9, Centro,
Xalapa, Ver.
Tels. (228) 818-13-88, 818-59-80
Universidad Autónoma de Aguascalientes
Av. Universidad No. 940, edificio 1 B,
3er. Piso, Ciudad Universitaria,
Aguascalientes, Ags.
Tel. (449) 910-74-54
www.uaa.mx
Universidad de Colima
Av. Universidad No. 333, Las Víboras,
Colima, Col.
Tel. (312) 313-84-84
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