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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

lunes, 24 de agosto de 2009

Literatura y enfermedad


Quizá la locura que describe Miguel de Cervantes en El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, encuentre nombre en la siquiatría como una sicosis paranoide en la que predominaban las alucinaciones visuales y auditivas. Una sicosis que logra contagiar a su escudero Sancho Panza. Algunos dicen que todo médico debería leer la máxima obra de Cervantes para estudiar medicina. Así, si queremos saber los remedios en los tiempos de los caballeros andantes, con don Quijote seremos testigos de que las heridas eran curadas con romero, sal y vendas engrasadas. Sabremos que las sangrías (con sanguijuelas o con la incisión en una vena) eran remedio para casi cualquier enfermedad, y al decir “eran remedio”, me refiero a que se usaban de medicina, pero que sólo daban alivio a unas cuantas enfermedades como son la hipertensión y la policitemia. Igualmente en esta novela se puede apreciar cómo se describe la muerte por insolación cuando el autor refiere al joven Antonio muerto de amor, cuando en realidad de tanto llorar se deshidrató ayudado por quedarse tirado en el llano bajo el ardiente sol.
Podemos aprender sobre el escorbuto y el cólera en la novela El amor en tiempos del cólera, y allí mismo ser testigos de las medicinas usadas por el doctor Juvenal Urbino: Bromuro de potasio para levantar el ánimo; gotas de cornezuelo de centeno para los vahídos y belladona para el buen dormir. Y si queremos saber todo sobre la tuberculosis, existen dos tratados sobre ella, la primera y más extensa: La montaña mágica, del alemán Thomas Mann, y la segunda, La Dama de las camelias, de Alejandro Dumas, aunque allí el hilo conductor no es la enfermedad, pero sí encontramos una buena representación de la patología y el tratamiento que en esos tiempos se centraba principalmente en estar en lugares ventilados y muy soleados, ya que el bacilo de Koch, causante de tuberculosis, es sensible al sol.
En fin, la medicina es un tema recurrente en la literatura. Y ya que están de moda las epidemias y que infinidad de artículos periodísticos han mencionado La peste, novela del argelino Albert Camus (1913-1960), me sentí motivada a leerla. En ella pude constatar que para estudiar la peste bubónica no hay mejor libro que éste (a pesar de que esta novela, según su biógrafa, Paloma Blanco, es una alegoría de la invasión alemana a Argelia). La historia se desarrolla en los años 40 del siglo pasado en Orán, Argelia. La narración da inicio con la muerte de miles de ratas por el mal que les fue transmitido por la pulga que aloja la bacteria Yersinia pestis, causante de la peste bubónica y pulmonar. Después de que mueren las ratas comienzan a morir los humanos, llegando a fallecer hasta noventa en un día. Al principio los entierran en ataúdes, después en fosas comunes y, como nada es suficiente, otros van a los hornos crematorios. Igualmente muestra el desarrollo de la enfermedad, la descripción de signos y síntomas como la fiebre, la aparición de los ganglios inflamados o bubas, y cómo éstos son operados. Desde luego la epidemia de peste bubónica o peste negra nada tiene que ver con nuestra epidemia de influenza humana. Sin embargo, Camus describe cómo la comunidad se divide ante un hecho así: los indiferentes que no se enteran que existe la epidemia, los abusones que hacen negocio de la tragedia, los alegres que desafían la enfermedad, las autoridades y las reuniones que tienen para decidirse o no a llamar a la peste por su nombre, la economía mermada y el aumento en los negocios ilícitos. La peste presenta, sobre todo, la lucha y el dolor del doctor Rieux por combatir la epidemia y el sufrimiento de la separación de los que se aman. Hay un pasaje muy conmovedor, y es donde el padre Paneloux y el doctor Rieux son testigos de la agonía y muerte de un niño. El padre intenta convencer al ateo doctor de la existencia de Dios, pero al no lograrlo simplemente le dice que los dos trabajan para la misma causa: la salvación del hombre, a lo que el doctor le contesta: “La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Yo no voy tan lejos. Es salud lo que me interesa, su salud ante todo”. lopgan@yahoo.com

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