¿En qué momento te asumiste como poeta? ¿Recuerdas de qué hablaban tus primeros poemas?
Empecé a balbucear mis primeros versos en la adolescencia (se dice que antes de los veinte años se escriben versos y después de esa edad, poesía) con una fuerte influencia de García Lorca, León Felipe, Gorostiza y Baudelaire, entre muchos otros autores que me abrieron las primeras ventanas a la expresión poética.
En esa primera etapa me interesé por la experimentación del lenguaje y en la claridad expresiva, y fui desde entonces, como lo soy ahora, un ferviente lector de poesía. Los temas que entonces abordaba con un barroquismo desmesurado, iban desde la cotidianeidad hasta el universo de los afectos y la condición humana, preocupaciones de una etapa vital de nuestro desarrollo.
Empecé a balbucear mis primeros versos en la adolescencia (se dice que antes de los veinte años se escriben versos y después de esa edad, poesía) con una fuerte influencia de García Lorca, León Felipe, Gorostiza y Baudelaire, entre muchos otros autores que me abrieron las primeras ventanas a la expresión poética.
En esa primera etapa me interesé por la experimentación del lenguaje y en la claridad expresiva, y fui desde entonces, como lo soy ahora, un ferviente lector de poesía. Los temas que entonces abordaba con un barroquismo desmesurado, iban desde la cotidianeidad hasta el universo de los afectos y la condición humana, preocupaciones de una etapa vital de nuestro desarrollo.
¿Alguna vez has renegado de tu condición de poeta?
Leer y escribir poesía contienen respeto y amor por este oficio. Ambas actividades requieren de concentración y disciplina a las que desde hace décadas me dedico, por convicción y vocación, robándole horas al sueño.
No recuerdo dónde leí acerca de un poeta que estaba descansando en su recámara y afuera había puesto un letrero que decía: “Silencio, poeta trabajando”. ¿El trabajo del poeta se basa en la contemplación?
El ejercicio creativo necesita de relativo aislamiento. Hay autores que, por el contrario, necesitan escribir en sitios ruidosos, como era el caso de José Hierro, a quien le gustaba trabajar en la mesa de una cafetería madrileña.
El autor de poesía no es un ser pasivo, ajeno a la realidad que le circunda y de la que forma parte. Por el contrario, es un ciudadano como cualquier otro, con sus angustias, sus alegrías e insatisfacciones, que trabaja en el laboratorio del lenguaje. En este inicio del Siglo XXI caracterizado por un flujo constante y abierto de información, no puede permanecer al margen de las cambiantes formas del exterior que diariamente internaliza para devolverlas al papel con el sentido crítico y autocrítico del hacedor.
Leer y escribir poesía contienen respeto y amor por este oficio. Ambas actividades requieren de concentración y disciplina a las que desde hace décadas me dedico, por convicción y vocación, robándole horas al sueño.
No recuerdo dónde leí acerca de un poeta que estaba descansando en su recámara y afuera había puesto un letrero que decía: “Silencio, poeta trabajando”. ¿El trabajo del poeta se basa en la contemplación?
El ejercicio creativo necesita de relativo aislamiento. Hay autores que, por el contrario, necesitan escribir en sitios ruidosos, como era el caso de José Hierro, a quien le gustaba trabajar en la mesa de una cafetería madrileña.
El autor de poesía no es un ser pasivo, ajeno a la realidad que le circunda y de la que forma parte. Por el contrario, es un ciudadano como cualquier otro, con sus angustias, sus alegrías e insatisfacciones, que trabaja en el laboratorio del lenguaje. En este inicio del Siglo XXI caracterizado por un flujo constante y abierto de información, no puede permanecer al margen de las cambiantes formas del exterior que diariamente internaliza para devolverlas al papel con el sentido crítico y autocrítico del hacedor.
Algunas personas consideran que la pobreza provee de sensibilidad extra al artista; ¿debe el poeta vivir en estrechez económica para escribir mejor?
Desde la marginalidad difícilmente puede accederse al núcleo de la creatividad. Ese pensamiento “romántico” ha dado paso a legiones de autores frustrados que muchas veces, a manera de excusa, han asociado el término pobreza con miserias intelectuales, falta de capacidad de asombro y de rigor de trabajo, y exceso de autocomplacencia.
La sensibilidad es un preciado don que debe refinarse mediante la lectura y la escritura. También a través del disfrute de otras manifestaciones del arte, de la participación al interior de una sociedad que ha frivolizado el término cultura para confundirlo con el de entretenimiento, y de la dignificación de una actividad que algunos han ahogado en la esterilidad de la denominada “bohemia” y otras actividades extraliterarias.
La poesía, por fortuna, se mantendrá por encima de esa imagen de extrema pobreza, de facilismos y actitudes banales que no han conseguido restarle valor.
Desde la marginalidad difícilmente puede accederse al núcleo de la creatividad. Ese pensamiento “romántico” ha dado paso a legiones de autores frustrados que muchas veces, a manera de excusa, han asociado el término pobreza con miserias intelectuales, falta de capacidad de asombro y de rigor de trabajo, y exceso de autocomplacencia.
La sensibilidad es un preciado don que debe refinarse mediante la lectura y la escritura. También a través del disfrute de otras manifestaciones del arte, de la participación al interior de una sociedad que ha frivolizado el término cultura para confundirlo con el de entretenimiento, y de la dignificación de una actividad que algunos han ahogado en la esterilidad de la denominada “bohemia” y otras actividades extraliterarias.
La poesía, por fortuna, se mantendrá por encima de esa imagen de extrema pobreza, de facilismos y actitudes banales que no han conseguido restarle valor.
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*Jorge Valdés Díaz-Vélez (Torreón, Coah. 1955). Consejero Cultural en las embajadas de México en España, Cuba, Argentina, Costa Rica y Estados Unidos. Por su obra poética ha recibido el Premio Latinoamericano Plural (1985), el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes (1998) y el Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández-Comunidad Valenciana (2007). Ha publicado los libros: Voz temporal, Aguas territoriales, Cuerpo cierto, La puerta giratoria, Jardines sumergidos, Nostrum, Cámara negra, Alebrijes. Ha sido traducido al francés, italiano, portugués, rumano e inglés.
Más de Valdés Díaz-Velez: Una entrevista relizada por Gregorio Martínez Moctezuna (Azteca 21)
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