“Considero que es preferible ser impetuoso y no cauto,
porque la fortuna es mujer y se hace preciso,
si se le quiere, tenerla sumisa, golpeada y zaherida.”
El príncipe, Maquiavelo.
Desde hace más de 60 años, Marie Louise von Franz (discípula de Gustav Jung) decía que había surgido una
crisis de masculinidad porque se estaban perdiendo los ritos de iniciación que
marcaban lo que era hacerse hombre. Esta crisis de masculinidad se estableció
con franqueza en el siglo XXI; ahora se percibe un estado de confusión, por lo
que, algunos, no saben cómo comportarse ante los nuevos paradigmas femeninos. Muchos
están desorientados y otros no tienen conciencia sobre las acciones y discursos
que obstruyen el progreso hacia una sociedad, genuinamente, equitativa. Los
valores están trastocados: Un hombre ve en la pantalla un piso ensangrentado
porque una mujer fue asesinada. Él sabe de muchos casos de violadas y
asesinadas, y no siente nada. Esta adormecido. La inconciencia es, en parte,
una necesidad para no enfrentar la realidad. En cambio, ve pisos y paredes
manchados con pintura, resultado de la protesta de las mujeres que exigen el
alto a la violencia, y se enfurece. Existan hombres que nunca han pronunciado
la palabra mujer; sólo mencionan los sinónimos inventados por el desprecio.
El MeToo es un ejemplo de los
nuevos paradigmas femeninos. Pero este movimiento tiene dos desventajas: el anonimato y que las denuncias son delitos del
pasado. Este movimiento exhibe a hombres que han ejercido su poder para obtener
beneficios sexuales que, en algunos casos, sucedieron hace 30 años. Es una
lucha contra quienes han establecido la sexocracia como una forma de vida;
hombres que aprovechan su autoridad sobre personas vulnerables, ya sea por
necesidad de trabajo, temor o inconsciencia. La mayoría, al ser denuncias de
hechos añejos, no recibe un castigo judicial. Sin embargo, sí cumplen una pena
moral. Los ejemplos más relevantes, a nivel mundial, son los del director
emérito del MET y de la ópera de Boston: James Levine, el tenor Placido Domingo
y el cineasta Harvey Weinstein. Por el MeToo han pasado señores de todas las
disciplinas… Aquí en México el caso más lamentable fue el del músico Armando
Vega Gil que optó por el suicidó, al no soportar el desprestigio. Un logro más del MeToo sería que las denuncias no
sólo sean de delitos del pasado, sino que se den las condiciones sociales y
jurídicas para que se esclarezcan los abusos sexuales actuales. Dejar el
anonimato y denunciar en su momento hará que en el futuro haya menos “me too”
y más MeNeither. Habría menos mentiras cobijadas por el anonimato
y se abonaría al “a mí tampoco”.
Marie Louise von Franz dice que los
abusadores son hombre/niño, aquellos a los que solo les creció el cuerpo, pero
no la mente. Aquellos que están envejeciendo y su personalidad sigue siendo
puro instinto y capricho. Son los niños tiranos que quieren que se le cumplan
todos sus deseos, de lo contrario hará un berrinche y éste se manifestará como
acoso sexual, pederastia, maltrato físico o psicológico, violación o
feminicidio: variaciones del mismo tema. Él es el que manda, porque para él es
un privilegio nacer del sexo masculino; por eso se rige por la sexocracia. Von Franz
también hablaba sobre cómo la inmadurez del hombre afectaba a la mujer, y
viceversa; de la necesidad de un equilibrio. No se trata de una discusión de
nosotras contra ellos, sino de la lucha por una convivencia más armónica y que
la responsabilidad de los más conscientes sea enseñar a los que no lo son, a los
que se quedaron fijados en etapas primarias de su desarrollo.
La crisis de masculinidad también ha ido
creciendo porque la fuerza física, que era la supremacía del hombre, ya casi no
es necesaria. Ahora el mundo se mueve
con un dedo. La fuerza física será un resabio de la humanidad, la fuerza
intelectual es la que se está imponiendo: La fuerza bruta, en la vida
cotidiana, está mutando hacía las nuevas masculinidades. Y la respuesta de
muchos, ante estos cambios, ha sido la violencia.
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