Así como a un buen gobierno no todo le
va bien, tampoco a un mal gobierno todo le resulta desastroso. Y uno de los
problemas que se resolvieron bien en 2009, con Felipe Calderón en la
presidencia, fue la epidemia de influenza AH1N1. Los doctores José Ángel Córdova, Armando
Ahued Ortega, Roberto Martínez Poblete, Secretarios de Salud Federal, del D.F.
y Edomex, respectivamente, se coordinaron para evitar una catástrofe mayor. Dentro
ese equipo estaba el Dr. Hugo López-Gatell, quien ahora es el principal responsable
de controlar el virus del COVID-19 en México. En el brote de influenza de 2009 se
criticó el exceso de acciones, pero al final resultaron un acierto. Ahora se reprocha
la falta de acciones, pero especialmente se ha criticado que el presidente haya
trivializado las recomendaciones, por no haber acatado las medidas preventivas.
No toma en cuenta que él está en riesgo y que con su conducta de besos y
abrazos (que ahora sí pueden matar) envía un mensaje equivocado a la población.
Y lo grave, solapado por el propio López-Gattel. Habrá que recordar que quienes
han fallecido son personas mayores, con enfermedades concomitantes como
diabetes e hipertensión, entre otras. El presidente está dentro del grupo de
riesgo.
No sabemos los resultados del manejo de la pandemia del
COVID-19 en México. Pero ahora, casi todas las personas que tienen síntomas
gripales creen que padecen el COVID-19, en parte por el enajenamiento que producen
las redes sociales. Sin embargo, este es uno de los problemas que comenzó a
gestarse hace más de un año. Se han tomado malas decisiones en salud por parte
del gobierno federal y el de la CDMX. El desabasto de medicamentos no es el
único. Un ejemplo, en la Ciudad de México, hace un año, en puntos estratégicos
de las estaciones del Metro se aplicaba la vacuna contra la influenza para el público
en general. Este año ya no fue así, por eso digo que queriendo ahorrar,
malgastan. Quitaron estos centros de vacunación pensando que optimizarían recursos.
No contemplaron que a mayor cantidad de vacunados menor propagación de la
enfermedad y menos gasto. Las personas pueden no enfermarse, pero ser portadoras
sanas y por lo tanto ser las principales fuentes de contagio. Si la mayoría se
vacuna se rompe este ciclo. En consecuencia, este año habrá más casos de influenza
estacionaria que unida a la epidemia de COVID-19 producirá confusión porque los
síntomas son parecidos; toda persona con fiebre y problemas respiratorio pensará
no en la influenza que sí tiene tratamiento específico, sino en el coronavirus
que no lo tiene. Aumentará la angustia, junto con el número de engripados por la
disminución en el número de vacunados contra influenza.
Mucho se discute sobre si el alcohol mata o no al virus;
estrictamente no lo mata porque no está vivo mientras está en objetos o manos. El
virus adquiere vida cuando entra en las células de las mucosas; no es una
unidad viva hasta que se instala en la célula y modifica el funcionamiento de
ésta para replicarse, depende de ella para sobrevivir, no es como la bacterias
u hongos que están vivos por sí mismos. No se puede matar algo que no está
vivo, pero se puede desintegrar con alcohol, jabón y calor. Esto, si esta fuera
del organismo, si está dentro solo se destruye por las propias defensas del
cuerpo y de manera exógena por antivirales, que aún no existen para el COVID-19.
Habrá que tomar
todas las medidas preventivas difundidas. Y ya que es imposible saber si hemos
estado, o no, en contacto con el virus, considero que el cubrebocas sí protege,
porque desconocemos si somos portadores asintomáticos y podemos contagiar.
Además, al reducir la exposición de las mucosas y teniendo cuidado de no tocar
la parte expuesta del cubrebocas, es útil.
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