Finalmente, la mayoría de los
mandatarios del mundo están haciendo que la voz de los científicos sea la que
se escuche; ante la pandemia, las mejores mentes están trabajando para
solucionar el problema. La pérdida de libertad y la ausencia de certezas en salud
y economía, nos ha sumido en un duelo. Así, pocos gobernantes han sido
cautelosos desde el principio aceptando el problema y enfocándose en las negociaciones;
han suprimido la fase de negación e ira. El caso más representativo es el de la
canciller alemana Angela Merkel, quien ha dado el mejor discurso ante la
pandemia, tomando las medidas con firmeza, sin titubeos. En México, la fase de
negación y de ira aún no se disuelve. El presidente Andrés Manuel López Obrador
tardó semanas en aceptar la gravedad del COVID-19, y no es el único.
En
este contexto han surgido personajes disparatados que hacen declaraciones
basadas más en la demagogia y la ignorancia que en la ciencia. Es el caso del
gobernador de Puebla que no es artista, no canta, no baila, pero que,
irremediablemente, entró al mundo del entretenimiento. Luis Miguel Barbosa Huerta
ha declarado: “los pobres somos inmunes” refiriéndose al coronavirus y desató
la horda burlesca de redes sociales. Le criticaron no solo por decirse pobre
sino por la presunción de inmunidad y por incitar a la población a seguir una
vida sin cambios. Él no se vio a sí mismo. No vio que su riesgo es mayor al
tener sesenta años; ser diabético e hipertenso. Por desgracia, la diabetes ya le
ha hecho estragos, en 2013 le provocó gangrena en la pierna derecha por lo que
le fue amputada. Sin embargo, la visión del gobernador al asegurar que estamos ante
una enfermedad de ricos tiene una pequeña porción de verdad. Al principio, al
menos. Primero porque los consumidores del pangolín, animal en el que mutó este
coronavirus contagiado del murciélago, eran chinos de un estatus socioeconómico
alto, dado que la carne de este animal es costosa por ser considera exótica. Segundo,
el crecimiento en los contagios se dio a través de personas que viajan de un
país a otro. ¿Quienes viajan? los pobres no, claro está. Tercero, son los que
tienen dinero los primeros en poder hacerse la prueba del laboratorio. Ello sesga
las estadísticas. De allí la visión parcial de que se trata de una enfermedad
de ricos. Pero si hay algo que es democrático es este virus. Nadie está exento
de padecerlo.
Nadie visualizó un escenario así. Estamos
ante una situación inédita que obliga a entregar lo mejor de la humanidad. La
incertidumbre requerirá revalorar nuestras concepciones científicas, políticas
y las relaciones entre nosotros y con la naturaleza. El mundo se está
paralizando. Tendremos que volver a lo esencial. Aún no hay certezas
científicas absolutas y es allí donde se desprenderán los pasos a seguir. México,
dentro de todo, es afortunado porque gracias a su geografía, recibió la
enfermedad con la experiencia de otros países. También veremos si es como la
mayoría de las infecciones respiratorias que son más graves en el inverno, ¿ésta
disminuirá su letalidad con la llegada del calor? Si es así, el problema más
grave vendrá para los lugares donde el inverno es más largo o que apenas
comienza, como en el hemisferio sur. Otro fenómeno que se observará en el caso
del COVID-19, y que de ser así el Sr. Luis Miguel Barbosa tendría otra parte de
razón: se sabe que para las enfermedades infecto/contagiosas, generalmente, los
países pobres resisten más. Aunque en la ciudad de México tenemos otro problema,
la contaminación.
Esperemos que la actitud del gobernador
Barbosa, como la de otros políticos y empresarios, de menospreciar la pandemia
no sea una constante. Pero, sobre todo, que no sea una idea presente en la
población en general. Ojalá los políticos cambien sus discursos e inviertan más
en las prioridades de todos los pueblos: La salud y la educación. Si eso dos rubros
se salvan, se salva todo.
Nota: Quienes leyeron mi artículo
anterior y me han preguntado por la salud de mi hija y la mía, les doy las
gracias. Estamos muy bien. Encerradas, como debe ser.
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