Hoy en El Siglo de Torreón se publica mi entrevista con la periodista y escritora cubana Lissette Bustamante
El 25 de noviembre de 2016, murió, oficialmente, Fidel
Castro. 90 años de “aquél hombre devorado
por el poder”, la muerte le llegó en
episodios y ésta no fue su partida definitiva. Casi medio siglo gobernando Cuba
el espíritu del líder de la revolución cubana no llegó a la hoguera de “en
polvo te convertirás”: él sigue hablando en la voz de otros.
La
frase ¡Fidel Castro ha muerto! fue un grito de libertad y sumisión; el mundo
dividido en dos: dios y el diablo. En la escisión se escuchó el llanto de los
que amaban el comunismo y la revolución cubana; el buen sistema educativo, los
programas de alfabetización, los eficientes servicios de salud, la potencia isleña en el deporte y las artes.
Esa noche, la mitad que lo veneraba no pudo dormir porque extrañarían la
presencia del dictador, el padre punitivo al que se le amaba, porque a los
padres se les ama a pesar de todo. Y en el otro mundo, estaban los que se
alegraron de su muerte, recordaron a los Marieles, a la expatriación forzada, a
los balseros y a los cientos de cubanos que huyeron hacia la muerte. Recordaron
la frase exiliada de decenas de ellos: “no pude ir a ver morir a mis viejos”;
venía a la mente la Cuba de los presos políticos, la del hambre, la
prostitución y el olor a diésel quemado. Ese mundo que sufrió el destierro ahora
bailaba en Miami, con un vaso lleno de “Cuba libre”. Por eso: “ser cubano es
muy complicado, dentro y fuera de la isla; en cada sonrisa cubana se encierra
mucho dolor”, me dice, desde Miami, la periodista cubana Lissette Bustamante
autora del libro Raúl Castro, a la sombra
de Fidel.
Mientras
me preguntaba cuál sería la razón del porqué hasta ahora apareciera una fotografía
de la familia de Fidel Castro; el fenómeno de sincronicidad hizo que en ese momento viera,
en Telemundo, una entrevista que le
hacían a Lissette Bustamante, en la que hablaba sobre la viuda de Castro: me quedé
fijada en una de sus frases: “Dalia Soto del Valle nunca fue Primera Dama”.
Busqué a Lissette y sostuve una larga conversación telefónica con ella, Enseguida
comparto parte de esa información.
─Lissette, me llamó la atención la frase que
dijiste en tu entrevista de Telemundo
sobre que Dalia Soto nunca había sido Primera Dama, ¿Podrías explicarme?
─ Es que Dalia Soto del Valle, fue la otra sombra de
Fidel. Hubo una época en que no se sabía si él tenía esposa o no. Nunca
aparecía en actos oficiales era una desconocida. Se le veía con sus hijos cuando
iban los Papas a Cuba, pero nadie sabía de quién se trataba. La imagen de la
esposa de Castro empezó a verse en los años 90, pero no como su acompañante
sino como cualquier otra persona que iba en el grupo. Sin embargo, eso fue para
el mundo pero no para los cubanos, porque en Cuba fue en el año 2003 cuando se
supo formalmente quién era ella. Esto fue en un juego de pelota que Castro tuvo
con Hugo Chávez. Fue la primera vez que los cubanos supieron abiertamente quién
era su Primera Dama.
─ ¿Conoces la historia de cómo se conocieron?
Sí, claro. En el año de1961, Castro había ido a
Trinidad (una región al sur de la isla) dónde conoció al papá de Dalia, (que
por cierto, este señor era un hacendado que perdió muchas tierras con la Revolución).
Fidel llegó allí para dar un discurso sobre la alfabetización y entre la multitud
sobresalía una hermosa chica de 17 años, rubia de ojos azules. (las rubias
siempre fueron su debilidad, Fidel era muy mujeriego) Y al Comandante, quien
entonces tenía 36 años, le llamó la atención la chica. Entonces él ordena a su
asistente, Pepín Naranjo, que invite a Dalia a la velada que tendrían esa noche.
Los presentan, se quedan solos y al año siguiente tienen a su primer hijo
Alexis. Luego Castro ordena que la trasladen a la Habana, pero no a su casa, él
la visitaba a escondidas por las noches. Sin embargo, fue hasta después de la
muerte de Celia Sánchez Manduley en 1979, que se casó con Dalia. Celia era Secretaria
de la Presidencia del Consejo de Ministros, una mujer muy cercana a Fidel; ella
era la única capaz de discutir cara a cara cuando él tomaba decisiones
equivocadas. Una mujer poderosa que el pueblo cubano quería mucho. Muerta
Celia, en 1980 se casa con Dalia que vivía en una casa en el barrio de Jaimani,
una zona alejada del centro de la Habana. De Fidel nunca se sabía dónde dormía,
tenía una obsesión por los satélites espías, por eso instituyó las llamadas
“casas de visita” dónde él podía llegar cualquier noche. Además, él tenía una
obsesión por el trabajo y trabajaba hasta la madrugada. Por eso recibía a sus
invitados de noche.
─ ¿Eran lujosas esas casas?
─ Bueno, comparado con el estándar cubano sí, pero
el lujo de Cuba nada tiene que ver con el lujo mexicano. Digamos que eran casas
austeras que tenían todo lo necesario, pero sin ostentación.
─ ¿Conociste en persona a Dalia Soto?
─ Una vez la vi en el salón de reuniones del
Consejo de Estado, pero no la traté. Tenía fama de pesada. Te voy a decir algo
que escribí en mi libro: “La familia Castro Soto del Valle no ha tenido color,
solo la oscuridad del silencio. Dalia Soto del Valle nunca fue Primera Dama. Pero
algún día la vida privada de Castro dejará de ser una conversación susurrada en
el malecón”. Dalia fue una mujer sin influencia, un reflejo del machismo
cubano.
─ ¿Qué conoces de la vida privada de Fidel
Castro?
─ Oficialmente, tiene seis hijos, uno con
su primera esposa Mirta Díaz─Balart: Fidelito (un físico─matemático formado en
Moscú) y cinco con Dalia, que, por cierto, todos sus nombres comienzan con A:
Alexis, Alejandro, Alex, Antonio y Ángel Castro Soto. El hombre estaba
obsesionado con Alejandro Magno. Pero extraoficialmente tuvo otros cinco hijos.
Aunque hay dudas sobre cuántos fueron. Sé también que le gustaba jugar ajedrez,
que iba de cacería o de pesca y disfrutaba mucho de la sopa de cherne.
─¿Cómo es esa sopa?
─ Es una sopa hecha de cabeza de pescado. Le
gustaba la pesca submarina y tenía una isla particular para él: Isla Cayo Piedra.
Sólo él y sus allegados podían ir allí. Gabriel García Márquez sabía todo sobre
Fidel pero nunca escribió un libro. Se llevó todos esos secretos a la tumba.
─Estás haciendo un documental sobre Fidel
Castro y allí abordaras la vida de Dalia Soto, que me puedes decir sobre eso?
─Sí, trabajo en ello y allí hablaré de ella. Es muy
difícil, vivo en Miami pero aquí mi situación también es complicada; me acusan
de comunista, sólo porque a mí no me gusta gritar tanto. Pienso que Raúl Castro
es diferente a Fidel y que es cuestión de que se le dé oportunidad. Se desatan
los demonios con los cambios que él hace; está rodeado de fidelistas que no lo
dejan avanzar. Pero mira, ya fue Obama a la isla. Aunque no sabemos qué pasará
con la llegada de Trump, porque muchos republicanos están a favor del embargo
económico.
─¿Por
qué era tan importante el embargo económico si solamente Estados Unidos era el
único país que lo mantenía, el resto del mundo era libre de hacer negocios con
Cuba?
─Bueno, eso era en apariencia porque si, por
ejemplo, una empresa española compraba o vendía un producto a Cuba y luego quería
hacer lo mismo con Estados Unidos, éste lo vetaba e igual sucedía con los demás,
de modo que se cerraban las puertas. A Cuba no le da crédito Estados Unidos.
─¿Cuál
el objetivo de tu documental?
─ Quisiera mover la sensibilidad más allá de
izquierdas y derechas. Qué los cubanos dejen de preguntar si eres de Miami o de
Fidel. Si logro mover una sola neurona
de un ser humano para que comprenda los últimos cincuenta años cubanos; si
logro que los cubanos podamos discutir sin descalificarnos ni injuriarnos ni
medir quién ha sufrimiento más; si por un segundo nos quitáramos las etiquetas,
estaré satisfecha. Habrá valido la pena.
He
llorado mucho, te confieso que al ver la imagen de Fidel se me venía encima la
primera vez que me tocó el hombro, la primera vez que hablé con él. Así como se
fue dando mi trabajo, haciendo reportajes, documentales de salud y sobre él
mismo. Pero a medida que tuve más acceso al poder me fui desencantando.
─¿Cuándo
vino lo peor para Cuba?
─ Con la Perestroika, con la caída del muro de
Berlín; se terminaron los apoyos económicos a la isla. Entonces comenzamos a
vivir de imaginación. Llegamos a comer gato que se vendía como pollo. Se hizo
un manual de plantas comestibles para casos de guerra y hambruna.
─¿Por
qué dejaste Cuba?
─ Porque estuve en desacuerdo con el asesinato del
general Arnaldo Ochoa Sánchez, que junto con otros tres fueron fusilados, acusados
de traición a la Patria por narcotráfico. Eso fue un 13 julio de 1989. Me dieron
permiso de irme a Argentina y un año después de la muerte del general, el 13 de
julio de 1990, regresé a cuba y fui al cementerio a visitar su tumba, pero las
sepulturas no estaban identificadas. Me vieron los de seguridad y me acusaron.
Me hicieron una especie de juicio, me mandaron a casa en “plan pijama” es decir
sin trabajo pero me seguían pagando. Me llamaron traidora, gusana. En 1992, busqué
la forma de irme a Madrid por invitación de una familia que por medio de una
carta se comprometió que a los tres meses yo regresaría a Cuba e hice quedar
mal a esta familia pues no volví. Ahora quiero ir a ver a mi mamá enferma, pero
no puedo.
La periodista y escritora Lissette Bustamante, a
quien Fidel Castro llegó a nombrarla “La Fallaci cubana”, vive una situación difícil en Miami. De nada
sirvió su trabajo en la televisión cubana cubriendo actos oficiales y
entrevistas del gobierno, pues no puede viajar a ver a su madre. Ella sostuvo
largas conversaciones con Raúl Castro, material que le dio para escribir su
libro Raúl Castro a la sombra de Fidel.
Por cierto, Raúl Castro es viudo desde el 2007, un año antes de ser el
presidente cubano.
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