La gastada frase de la universidad de Salamanca: “Lo
que naturaleza no da,
Salamanca no lo presta;
quien tiene dura la testa, tonto vive y morirá”, tiene una versión, digamos, vulgar que con frecuencia
escuchamos: “El doctorado no quita lo pendejo”. Aunque pareciera una frase surgida de un ego frustrado, de cualquier manera que no hay título que
redima al tonto. Aunque hay personas que parecen ser zafias, lelas, lerdas, sin
sal en la mollera, idiotas, imbéciles, mensas, taradas, gansas, burras, lefias, estultas, babosas o sin luces, pero que no lo son en realidad. También existe la
estupidez parcial, donde se puede ser tonto para unas cosas e inteligente para
otras. Sin embargo, el estúpido auténtico, el que siempre toma decisiones equivocadas
y habla con ignorancia, es fácil de identificar porque insiste en exhibir sus
fallos.
Lo anterior, a propósito de que el escritor
italiano Umberto Eco, en junio de este año, declaró que: "Las redes
sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas (…) ahora cualquiera
tiene el mismo derecho de hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles".
Es divertido observar cómo esa frase ofendió a muchos que se sintieron aludidos
y se defendieron. Los reclamos en Twitter
iban desde: “¿Qué te crees Eco, que sólo tú puedes opinar?” hasta los que se
erigieron como “Los amos de la legión de idiotas”. Paradójicamente quienes con
afán de contradecirlo, en la protesta formaron parte de esa “legión de idiotas”
aludida por Eco. El autor de El nombre de
la rosa tiene razón cuando asevera que "Si la televisión había
promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía
superior, el drama de Internet es que
ha promovido a este tonto como el portador de la verdad".
Pero,
¿es realmente un problema que las personas sin criterio o con poca inteligencia
expresen sus opiniones? Por desgracia sí, pero en contraparte existe la ventaja
que las opiniones de los tontos no duran mucho tiempo. Las ideas de gran
trascendencia o que han cambiado a la humanidad no han nacido en Twitter o Facebook, ni surgirán allí. Si bien es cierto que la Internet, a
través de las redes sociales ha democratizado la estupidez y ésta se puede
expresar en todo momento, también es cierto que la Internet ha democratizado el
conocimiento. Por este medio podemos tener acceso a lo mejor del pensamiento; a
cursos de cualquier tema y se pueden tomar clases de las universidades de más
prestigio del mundo. No existe conocimiento, científico, filosófico, literario que
no se exprese en Internet. Por eso, qué importa que el tonto del pueblo hable y
se sienta bien, si las personas aprenden a tener criterio y desechar esa
opinión. El problema resulta que se pueden unir muchos lefios y la ignorancia
puede linchar a un inocente por medio de calumnias.
Carlo Cipolla, escritor italiano, asegura que a
través de la observación pudo darse cuenta que las única diferencia entre los
hombres es que unos son estúpidos y otros no, y estableció “Las cinco leyes
fundamentales sobre la estupidez” en las que afirma que el número de estúpidos
es más de lo que se cree y que éstos causan más daño que los malvados.
Enseguida cito dichas leyes:
1ª.-:
"Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de
individuos estúpidos que circulan por el mundo".
2ª.-"La
probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de
cualquier otra característica de la misma persona".
3ª.
"Una persona estúpida es una persona que causa daño a otra o un grupo de
personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso
obteniendo un perjuicio".
4ª.
"Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las
personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que
en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia tratar y/o asociarse
con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo
error".
5ª.-
"La persona estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe. El
estúpido es más peligroso que el malvado".
Todos somos iguales, pero los hay iguales en la tontería. Así que todos tenemos derecho a la estupidez, y sin duda todos hemos hecho uso de ese derecho en multiples ocasiones.
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