Sanadores, y algunos científicos, insisten en que
cada persona, consciente o inconscientemente, busca sus propias enfermedades. De
acuerdo a eso, de una u otra forma todos terminaremos siendo suicidas. Por eso,
tal vez es verdad y es mea culpa el
hecho de que me haya enfermado. No es nada grave pero me siento al borde del
precipicio, del delirio, de la desesperación. Una invasión de fuego sobre mi
piel, sobre mi cerebro… Articulaciones de hojalata y músculos desobedientes. La
confusión de escalofrío y calor trae el reclamo de una cobija que al rato estorba.
Sigo el ciclo que quema, igual arde el frío que el calor. Me transfiguro: mirada
en rojo, nariz de agua, garganta de lija y voz sin voz. Aliento que derrite
cada palabra intentada; termómetro de 39 grados y delirio de frente mojada con
pañuelos húmedos. No tengo cualquier gripa, tengo toda la gripa dentro de mí. Estoy
en el D.F. me siento en otro tiempo; la ciudad es una catarata y estoy segura de
que en Torreón no me hubiera pasado esto. Entonces, me hundo en este instante
que ya es recuerdo.
No es
nuevo este pensamiento de cada uno es culpable de todo lo que padece, desde el
siglo V a.C. Hipócrates, el padre de la medicina, ya había establecido la
teoría de los cuatro humores, en donde se exponían cuatro tipos de
personalidades y las enfermedades que se padecían de acuerdo a cada una. Así,
al que le correspondía el humor de sangre, el sanguíneo, era valiente, amoroso
y esperanzado; su fuerza y sus debilidades (enfermedades) radicaban en el
corazón. El segundo era el de la bilis amarilla o colérico, se consideraba de fácil enojo y sus órganos blanco eran el
hígado y la vesícula biliar. El tercero, de la bilis negra o melancólico, tenía
en el bazo el órgano que le daba salud o enfermedad. Por último, el humor de la
flema, el de la personalidad flemática,
el calmado e indiferente, al que dirigían su vida cerebro y el pulmón. Como
podemos ver la clasificación de personalidades y enfermedades de la antigua
Grecia era muy limitada y simplista en relación a lo que se conoce ahora.
Aunque las anteriores categorías es posible que hayan sido tomadas, a su vez,
de la medicina hindú llamada ayurveda que se estableció, doscientos años antes que la
griega, en el siglo VII a. C. El termino ayurveda
proviene del sanscrito āyuh: duración de la vida y veda: verdad,
conocimiento. Y tiene los mismos principios que la teoría de los humores
griegos. En ambos la alimentación es la principal fuente de una vida sana.
Como
vemos no hay nada nuevo en decir que los hábitos de las personas son la causa
más importante de las enfermedades. Pero actualmente hay varios libros entre
los que destaca Usted puede sanar su vida
de Louise Hay (del que ya he hablado en otra ocasión) que culpan por completo a
las emociones de las personas por los padecimientos que sufren sin tomar en
cuenta que todos los factores ambientales, geográficos y sociales influyen en
la salud. Creo que resulta hasta cruel decirle a alguien que la razón por la
que tiene cáncer es que guarda mucho rencor. De acuerdo a esos planteamientos
no quiero pensar en los motivos por las que un niño de tres años pueda tener
leucemia.
Pero
volviendo a mi afiebrado estado. Según la escritora Louise Hay, tengo gripa porque lidio con conflictos que no
puedo resolver y me quiero alejar de las personas. Tengo cólera y fastidio. Los
escalofríos se explican por los deseos de que me dejen en paz. La fiebre es
porque estoy enojada. Yo no dudo que tenga todo eso que dice el librillo pero
entonces todo mundo debería de tener gripa siempre, pues no conozco a ser
humano alguno que no haya sentido: enojo, ganas de alejarse de algunas personas
y de que lo dejen en paz. De cualquier modo es cierto que no podemos separar nunca
la mente del cuerpo y está comprobado que la tristeza hace que la inmunidad se
altere y aparezcan las enfermedades más fácilmente. No descarto del todo las
teorías de Louise Hay, pues sus conclusiones son intuitivas aunque no
científicas, por lo tanto sus argumentos son endebles.
Creo
que poco a poco estoy regresando al tiempo real.
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