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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Domingo de 5 kilómetros


En Torreón, además del maratón Lala, casi cada domingo hay competencias para correr 5, 10 ó 21 kilómetros. Hace algunas semanas se realizó una carrera de 5 kms. organizada por la Cruz Roja, a la que nombraron “Corre por ayudar”. Eduardo, mi esposo, quien participa frecuentemente en dichas competencias, me animó a tomar parte de ésta. Acepté a pesar de que desde hace un año preferí ejercitarme con caminata, misma que, aunque sea rápida, evita lesiones. Así, cinco días a la semana recorro 8 kilómetros.
La competencia daría inicio a las ocho de la mañana de aquel domingo. Comencé el proceso de preparación poniéndome la camiseta extragrande con el número 332, misma que no me gustó porque llegaba casi hasta mis rodillas; sentí que me ridiculizaba y maniataba la “velocidad”. Luego me puse una pantalonera; hice un fuerte nudo en las agujetas de mis tenis (no fuera ser que tuviera que suspender el recorrido porque se desataran), una cachucha que detuviera un poco el sol y bloqueador solar en crema, evitando aplicarlo en la frente ya que arden los ojos al escurrirse con el sudor. Completé el disfraz de corredora con unos lentes oscuros. Desde luego, nunca contemplé la posibilidad de llamarme competidora; era una participante que sólo quería probar su condición física. No llevé cronómetro, pero confié en que los organizadores tendrían un registro de los tiempos, únicamente para saber, pero no fue así.
Delante de la Cruz Roja estaba la muchedumbre que se veía contenta. Los corredores hacían ejercicios de calentamiento y se lanzaban vítores unos a otros. Allí había familias completas, grupos de amigos, algunos perros acompañando a sus dueños; sí, unos perrillos de razas pequeñas que hicieron que pensara: “a mí ningún perro me va a ganar”. Eso porque los vi chiquitines, ya que si hubiera visto a un galgo ni pienso nada. Seguía molestándome la camisetota, por lo que le hice un nudo a un lado para achicarla. Sin embargo seguí sintiéndome un tanto risible.
Dieron el disparo de salida e inicié el recorrido a paso rápido. En el camino había mucha gente aplaudiendo y gritando: “Vamos, vamos. Échenle ganas”. Me extrañó que una señora agradeciera emocionada: “Gracias, gracias, gracias”. No entendí porqué. Otra mujer repetía incesante: “Ánimo, ánimo. Rompan su propio récord”. Cómo le iba a explicar que yo no podía romper nada porque era la primera vez que participaba.
En el primer kilómetro todo era bueno: las piernas respondían, los pulmones y corazón también, pero al terminar de dar la vuelta al Bosque en los dos y medio kilómetros comencé a sentir un sofoco mayúsculo. Por más que intentaba inspiraciones profundas y sostenidas, terminaba en respiraciones entrecortadas. Luego recordé que hacía mucho tiempo que no experimentaba esa sensación de cansancio extremo que casi siempre llega con una invasión contradictoria que desea desobedecer a los sistemas corporales; sucede algo que en momentos parece imposible: el cuerpo vuelve a tomar una segunda fuerza y soporta más de lo uno creía. Así me pasó que a la mitad quise poner “pausa”, pero resistí hasta que, después de la fuente del Pensador de la Alameda, a la derecha, viniendo de la avenida Morelos, divisé la meta, y entusiasmada por terminar, aceleré mis tenis lo más posible. Arribé a la línea final, en donde un grupo de personas oía el “Mambo namber faiv”. En seguida fui a donde entregaban una bolsa a la que llaman “kit de recuperación”, que contenía una gran medalla color oro, un jugo de naranja, un “pauereid” y agua. No sé cuál fue mi propio récord, pero sé que lo que más temía ni siquiera estuvo cerca: me daba terror el imaginar que la ambulancia de la Cruz Roja fuera detrás de mí por ser la última en terminar el recorrido. Igualmente ningún perro me rebasó. Se me olvidó la talla extragrande y el ahogo. Me senté en el cordón del camellón, muy satisfecha y colorada, a tomar una botella de agua y a esperar que Eduardo me encontrara.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Jóvenes músicos bromeando

El divertido video, que se presenta a continuación, es un intento por tocar el "Concierto No. 1 para violin y orquesta" de Mendelssohn. Allí: Ithzak Perlman, judío estadounidense reconocido como el mejor violinista del mundo. Zubin Metha pianista y director de origen hindú. Daniel Baremboim argentino nacionalizado israelí; pianista y director. Jacqueline du Pré; violonchelista inglesa, una de las mejores del siglo XX quien murió de esclerosis múltiple a la edad de 42 años en 1987.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

La señorita Chelo Prieto


Hace algunos años el maestro Carlos prieto, al igual que el día de hoy, que nos presenta su libro Por la China milenaria, nos trajo el Libro Las aventuras de un violonchelo y un concierto junto a la Camerata de Coahuila. Con ese motivo escribí el siguiente texto:

Un escritor virtuoso del violonchelo. El violonchelo de Carlos Prieto viaja como un pasajero más. "En Estados Unidos su boleto de avión se registra con el nombre de miss Chelo Prieto, aquí en México es la señorita Chelo Prieto”. Cuando oí esa frase pensé: “Quizá no es señorita, hay que recordar la decena de amantes que ha tenido. Miles de personas han sido testigos de que los que le han amado, la han abrazan y tocado con gran pasión. Algunos de sus dueños ha vivido hazañas increíbles para poseerla. Claro, la Señorita Prieto se conserva como si fuera una jovencita, sigue guardando la misma cintura desde 172o; sus medidas y apariencia permanecen casi inmutables desde entonces. Y pensar que su actual compañero al principio se desilusionó pues creyó que padecía sordera, anemia y que le faltaba brillo. “Chelo Prieto no es mi hija ni mi esposa, es el nombre con el que suele viajar el Piatti. El violonchelo es un instrumento precioso pero, para los viajes se vuelve bastante incómodo”. Expresa el músico y escritor Carlos Prieto en su libro Las aventuras de un violonchelo. El maestro Prieto es hijo de padres españoles nacido en México; un hombre que con su arte enaltece el nombre de nuestro país. Al leer en el libro la frase: “Todos los grandes artistas son almas atormentadas” pierde certeza. Aquí, el maestro Prieto olvida sus disgustos, sus angustias y escribe en forma divertida: “es mejor reírse de las cosas", dice. Ríe con indulgencia cuando narra que al llegar al aeropuerto de Manaus, Brasil, Edison Quintana (el pianista que lo acompaña) y él, se dieron cuenta de que nadie los esperaba. Mientras, observaban a una atractiva rubia que también parecía buscar a alguien. Ella se acercó a ellos dirigiéndose al pianista "¿Conoce a Carlos Prieto?" "Claro, aquí está", contestó el maestro Quintana. Luego el maestro Prieto le preguntó a la mujer que si no los había visto con el violonchelo, a lo que ella contestó: "¿cómo quiere que lo reconozca si en Brasil hay muchos violonchelistas?". Surgieron otras respuestas parecidas y el maestro Prieto concluyó “... me di cuenta que la lógica no era el fuerte de la bella Grace”.
 Las aventuras de un violonchelo, habla de la historia de la laudería, de la historia particular del Piatti y de las aventuras que han vivido juntos su actual acompañante y él. El Piatti, violonchelo fabricado en Cremona, Italia en el año 1720 por Antonio Stradivarius. El maestro Prieto recrea espléndidamente 280 años de vida del Piatti. Otra anécdota sucedió en el aeropuerto de Barajas en Madrid: Un taxista no quiso que llevara dentro del coche el violonchelo, a pesar de que estaba lloviendo, el chofer alegó: “ni que fuera un estradevarius”. El maestro, su esposa y el Piatti simplemente tomaron otro taxi. Y què decir de la señora que arrojó al suelo al famoso instrumento, lo mandó al hospital y ni siquiera pidió disculpas. En la Jolla, California dos guapas jovencitas se acercaron al maestro para preguntarle si era nuevo el violonchelo. A lo que él contestó que no. Las jóvenes desilusionadas dijeron “¿así que es de segunda mano?”, El maestro les dijo “ni siquiera, es como de décima mano” y ellas se fueron compadeciendo al maestro, creyeron que se veía forzado a utilizar un instrumento muy usado.
Uno de los dueños del Piatti fue Francesco Mendelssohn quien vivió una aventura muy singular: el sobrino del famoso compositor Félix Mendelssohn, vivía en Alemania. Durante la segunda guerra mundial él deseaba sacar al Piatti de allí, pero los alemanes no permitían la salida de objetos antiguos. Mendelhsson ideó la forma de sacarlo. Compró una bicicleta y un chelo maltratado, el más feo y barato que encontró, lo envolvió en una lona y se dispuso a pasar la frontera rumbo a Suiza. Los policías al ver un hombre con un violonchelo a la espalda, lo detuvieron y examinaron. Repitió la hazaña varias veces y las primeras ocasiones lo inspeccionaban, pero al ver que se trataba de un instrumento sin valor se cansaron de revisar, después sólo lo saludaban. Hasta que un día ese instrumento sin valor fue sustituido por el Piatti y así salió de Alemania.
 Cuando el maestro Prieto acudió a probar el famoso violonchelo para comprarlo estaba escéptico, estas fueron sus palabras: “Estoy verdaderamente desilusionado, éste violonchelo no suena, está anémico, sordo, y opaco. ¿Así suena el famoso Piatti?, se preguntaba. Después de limpiarlo y de algunas mínimas reparaciones del laudero, y sobre todo después de tocarlo mucho, ahora posee un sonido extraordinario. “El violonchelo rojo” llamado así en su paso por Inglaterra e Irlanda o “El Piatti” por que perteneció al chelista Alfredo Piatti, y por su actual dueño, ahora se le conoce como “Chelo Prieto”. El Piatti, qué coincidencia tan musical pues “piatti” en italiano significa bemoles, y si que ha tenido bemoles la historia de este instrumento. Viajando por la India, Estados Unidos, Europa, Rusia, Latinoamérica.
El virtuoso Carlos Prieto y su piatti (bemoles) con el Piatti. Me enteré que el autor de Las aventuras de un violonchelo -que ya se tradujo al Portugués y pronto se traducirá al inglés- iba a presentarse en el primer concierto de la temporada de la Camerata, entonces pensé en hacerle algunas preguntas sobre su libro. Carlos Prieto es un hombre alto, muy elegante, blanco, de ojos azules que sonríe constantemente. Fue muy cordial al contestarme. Ya que en su libro menciona que Gabriel García Márquez disfruta especialmente de la 1ª. Suite de Bach, tanto que cuando la escucha le es imposible escribir una letra, de allí, surgió mi curiosidad sobre si tenía la costumbre de escuchar música al escribir: “Si la pongo pero no la escucho, es tanto lo que me concentro en la escritura que me olvido de la música”. El maestro Carlos Prieto transcribió la última obra de Shostakovich, originalmente para violín y viola, transformando la parte de viola a violonchelo, y menciona en su libro que había enderezado algunas notas de un compositor poco experimentado, sin embargo él aclara que nunca ha escrito una obra musical. Habló del más importante proyecto musical del país: “El conservatorio de las Rosas” en Morelia, la escuela de música más antigua del Continente. Mencionó que este año se graduaron 22 músicos. En esta escuela los niños entran desde preescolar. Allí se realiza un concurso iberoamericano de chelo que contrariamente al deseo del maestro lleva su nombre. Al final de la entrevista le solicité al maestro que me enseñara al Piatti y accedió de muy buena gana. Abrió el estuche negro, quitó las cintas que sujetan al instrumentó y me presentó a Chelo Prieto, al Piatti, al Violonchelo Rojo, el que ha estado cerca de dos premios Nobel: Albert Einstein y Gabriel García Márquez. Saludé al famoso violonchelo pasando tímidamente mis dedos por su fina madera. Indagué sobre la etiqueta, “La etiqueta no es importante”, me dijo, mientras me señalaba cómo verla.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Memorias tristes o, ¿ el amor no tiene edad?


La novela de Gabriel García Márquez, Memoria de mis putas tristes, muy pronto será película. Aunque al parecer el proyecto se ha retrasado un poco debido a que la filmación se había planeado en la ciudad de Puebla y el permiso para realizarla fue suspendido por el propio Gobierno del Estado, pues no querían que a la ciudad se le siguiera asociando con la pederastia, ya que hace algún tiempo, gracias al libro Los demonios del edén, escrito por la periodista Lydia Cacho, se exhibió una red de pedofilia que involucraba al gobernador Mario Marín. Hay que recordar que Memoria de mis putas tristes es también una historia de pederastia contada con la maestría de García Márquez: un viejo a quien le gusta la música de Mozart, Chopin y Bach, entre otros, al cumplir sus 90 años se pone antojadizo y decide regalarse sexo con una joven virgen, por lo que acude a Rosa Cabarcas, la regenta de una casa de citas, quien es la que buscará tal regalo, mismo que no tarda en encontrar: Delgadina, una adolescente de 15 años. En cierto momento la tal Rosa le asegura al anciano que la chiquilla está enamorada de él: “Ay mi sabio triste (…) Esa pobre criatura está lela de amor por ti”. ¿Realmente puede resultar creíble una historia así? Yo creo que no, aunque esté muy bien escrita. La novela describe un acto de perversión sexual, pero además nadie puede creer que una quinceañera se enamore de un viejo de 90 años, un hombre con un cuerpo que seguramente emite ruidos involuntarios por todos lados y que sin duda tendrá dientes postizos, o tal vez toda la dentadura. Se me antoja más bien como para una historia de terror, en la que el carcamal tendría días con reumas que le impedirían levantarse y entonces se quitaría su gran dentadura y se la entregaría a la niña diciéndole: “lávame los dientes”, o quizá: “cámbiame el pañal, ya está muy pesado”. Y qué terrible sería para una quinceañera convivir con alguien con el no se puede compartir nada, que no puede bailar o reír a carcajadas porque se orina. Creo que es una estupidez la aseveración que le hace la regenta al nonagenario: “esa pobre criatura está lela por ti”, aunque hace muy bien en llamarle “pobre” y “lela”, ya que sólo a una “pobre niña lela” podría pasarle algo así. Y sí, realmente describe a Delgadina como una niña retrasada, muy diferente a la Lolita coqueta y malvada de la novela de Vladimir Nabokov, que llega a los linderos de la perversidad y en donde además Humbert, el pervertido, que en la novela se presenta como la víctima, no es de ningún modo un anciano, sino un hombre maduro y atractivo, no como el anciano que describe García Márquez que resulta bastante ridículo: “Volví a la cama con mis calzoncillos de besos estampados”. Además es predecible y muy simplón, él dice: “La verdad: la edad no es la que uno tiene sino la que uno siente”, vaya frase tan ramplona para un "sabio".
Para todo existen límites, y no digo que una mujer de 30 no se pueda enamorar de manera genuina de un señor de sesenta, y hasta puedo creer que el modelo brasileño de 23 años está enamorado de la cantante Madonna de 51, lo puedo creer, pero ¿amor con diferencia de 75 años? No sólo es pervertido, ilegal, inmoral; es también bastante antihigiénico. Asimismo hay que aclarar que en la novela lo que resulta triste son las memorias del anciano, no las prostitutas. La historia de un anciano lleno de soberbia. Por arrogante es que quiere darle a su cuerpo lo que éste ni siquera le pide.
Me extrañó que en las noticias los comunicadores se preguntaran a quién se le ocurrió que la filmación fuera en la ciudad de Puebla. ¿A quién? Pues a un buen publicista que desea ahorrar millones de pesos en propaganda, porque de esta manera se vuelve gratuita. El tema de la pederastia o pedofilia se trata en forma reiterada en los medios de comunicación. Allí están los casos más famosos: el del padre Marcial Maciel, el de Kamel Nacif, el de Roman Polanski, el del mismo Michael Jackson, que al parecer con su muerte desapareció. 

lunes, 16 de noviembre de 2009

Presentación de Arno y los ojos de Rea

Angélica López Gándara, Rosa Gámez, Magda Madero y Jaime Muñóz


El 1 de octubre fue presentada, en la biblioteca “José García de Letona”, la novela Arno y los ojos de Rea, escrita por Magda Madero Gámez. Las palabras de bienvenida para dicha obra vinieron de parte de Jaime Muñoz Vargas, Rosa Gámez Reyes Retana y yo.
La escritora Rosa Gámez consideró que Magdalena Madero G., en su novela Arno y los ojos de Rea, nos enfrenta a los problemas del oficio de escribir a través de Arno, el protagonista. Dijo asimismo que un universo dentro de otro se encuentran en esta obra de largo aliento que no se detiene ante nada. Elogió la construcción de atmósferas, pero también la edificación temporal que sustenta a Arno y los ojos de Rea, ya que ponderó el manejo del tiempo como la cualidad estilística más importante en una novela. Añadió que esta obra enaltece la literatura lagunera, pero también a la tan vapuleada literatura femenina, ya que está llena de conocimientos, emociones y fuertes vivencias que Magdalena Madero transmite con la sencilla transpiración del artista. Resaltó por último la edición del libro que estuvo a cargo de su autora.
El nacimiento de dicha novela es un hecho inédito en la región, como lo destacó Jaime Muñoz en su texto titulado “La montaña de Magda”: “Para empezar, lo evidente: Arno y los ojos de Rea, novela de Magda Madero que presentamos esta noche, es el emprendimiento narrativo de mayores dimensiones en la historia de la literatura lagunera. Tal vez me equivoco, pero entre todo lo que he visto publicado de autores nacidos a la vera del Nazas, nada como la nueva obra de Magda, libro poblado con 485 páginas a renglón ceñido, caja amplia y tipografía no precisamente grande. Es, por ello, un trabajo descomunal; la más ambiciosa tentativa lagunera por atrapar y reconstruir un mundo a partir de la palabra”.
Por mi parte, lo que escribí sobre la más reciente publicación de Magda fue basándome, principalmente, en el contenido. Enseguida cito dos párrafos de lo que allí expresé: “Desaparecer, he allí la gran pesadumbre, la gran tragedia para seres reales o imaginarios (…). Nadie quiere desaparecer, y para evitarlo, se inventan toda clase de ardides: El arte es un ardid contra el olvido... Estas líneas son del primer párrafo de la novela Arno y los ojos de Rea de Magda Madero. Observamos a Arno el escritor, en sus movimientos cotidianos, por eso sabemos que vive entre libros y música clásica, y que con frecuencia se asoma a través de la ventana. La mirada hacia afuera no le alcanza para inventar universos, entonces recurre a los libros y a la introspección; deduce e imagina. Así, descubre a la pordiosera Rea, aquélla de los ojos esmeralda, a quien el novelista llevará a pasear por las calles de Torreón y le hará conocer a sus personajes.
“Historias creadas en una atmósfera que permite percibir dimensiones que se contraen o se expanden de acuerdo a las vivencias de los personajes. De manera que los protagonistas alargan la existencia en una plática, en tomar un café o en la añoranza de una caricia. Asimismo acortan la vida en un acto sexual obligado que termina en asesinato. Y se puede sentir el mundo encogido en un suicidio culposo, en donde, gracias a la habilidad literaria de la autora, la soga también consigue sofocar al lector. Se camina despacio en el gusto por la costumbre y el paso se acelera en el odio, en los golpes y en la lubricidad del autoplacer cuando el otro prefirió el abandono. La tristeza se estaciona, la felicidad corre. La violencia y la felicidad se parecen porque ambas son hijas de la rapidez, de la brusquedad; estallan en un universo contraído”.
Al final la autora dejó en claro que a partir del 1 de octubre Arno y los ojos de Rea le había dejado de pertenecer y ahora sería de quien la leyera. Agradeció a todos, pero especialmente a su mamá, Rosa Gámez y a su hija Marisol.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Errores en el des-Peje

ERRORES EN EL DES-PEJE
Angélica López Gándara
Jamás imaginé que mi relación con el verbo despejar llegaría a ser tan confusa, tan irritante como lo es ahora. Debo aceptar que no recuerdo cuándo fue la primera vez que tuve contacto con esa palabra. Pero casi podría jurar que fue de mañana. Una mañana azul, azul, de árboles y pajarillos. Horas matutinas de una mamá que salía de una recamara diciendo “gracias a Dios que salió sol, creí que el cielo nunca se iba a despejar”. Y la mamá caminaba directo a la lavadora cargando una gran pelota hecha de sábanas. Tenía que trabajar para borrar el mapa, o los mapas, que la noche anterior, había grabado un cartógrafo muy meon (aunque yo escuchaba que al chiquillo de la enuresis le llamaban “mión”). En esa situación, yo niña, entendía perfectamente la importancia del despeje de nubes en el cielo, pues de otro modo los mapas no se lavarían y las sábanas, al no ser expuestas al sol para secarse, el día siguiente albergarían un olor a urea por demás desagradable.
Hubo otras ocasiones en que la palabrita quiso hacerse la confusa. Pero aún no era tiempo de que logrará casi volverme loca; había ciertas noches en que, a mis hermanos y a mi, nos daban de cenar más temprano que de costumbre, y eso era cuando mi papá llegaba a casa diciéndole a mamá: “tingi ginis di ir il cini piri dispijir li minti” Claro, tal expresión provocaba enojo entre los hijuelos. No sólo porque no nos llevaban al cine sino porque cualquiera, por lerdo que fuera, reconocía los vocablos disfrazados con i. Algo peor nos daba cuafandofo ufusafabafan lafa efe. ¡Qué espanto! ¡Qué barbaridad! Conductas extrañas las de los padres de mi generación. A pesar de ello continué conservando el sentido correcto del despeje, aunque éste fuera de li minti o de lafa mefentefe.
Fue hasta la Secundaria que el término despeje inicio su etapa de confusión. En la clase de matemáticas se presentaban las ecuaciones de primero, segundo y tercer grado, y, los despejes ¡ay, canijo! No entendía ni exis, ni ye, ni A al cuadrado es igual a B+C... La maestra explicaba que en el despeje; el que está multiplicando pasa dividiendo y el que está sumando pasa restando y viceversa ¡bah! Y con esa idea me quedé. De manera que en los días en que el des-Peje se ha vuelto absolutamente borroso para mí, me encuentro en la vaguedad. Y el único concepto que me queda es el matemático, él que, bien a bien, no comprendí, del que en determinado momento llegué a pensar que era inútil y que no serviría para nada.
Por lo anterior, ahora que hablan de des-Peje y vislumbro la terrible fórmula que comprende las variables: Política mexicana es igual a PAN más PRI sobre PRD, la luz que busco únicamente produce sombras. Nada veo claro, al contrario, cuanto más leo los periódicos, cuanto más veo y oigo las noticias ¾con la esperanza de justificar tanto desfiguro¾ más se cierra la testa: ¿Huelga de hambre de relevos? ¡sálvanos Señor de los payasos! Que sí, que no, que caiga un desaforado. Que no salga en la boleta del 2006. El que quiere desaforadamente. Todos somos López ¡ay Dios! la publicidad efectiva. Hay que ponerle tache antes, para que no lo puedan tachar en las boletas. Sí, el desacato que no amerita cárcel, pero por favor quiero ser el preso número tal ¡Tramposos! Pagaron la fianza ¿Un arreglo político? Y la conclusión: la derecha juega chueco y la izquierda también.
Es verdad, el PRD estaba dividiendo a causa del hombre del maletín lleno de dinero y del jugador de las Vegas, pero en el intento de des-Peje, ahora pasó multiplicando. Marchas, manifestaciones en el Zócalo, uno, dos, tres y miles. Número uno en las encuestas. Allí lo pusieron los errores de los que piensan que las matemáticas no son útiles, los ignorantes. Enormes pifias de cálculo.
Quizá la ecuación tiene fallas de origen por eso el resultado será siempre erróneo. Las variables de la fórmula de la Política mexicana, no incluyen las necesidades del pueblo. La constante es el Poder. Al pueblo no lo integran, lo usan. Pueblo manipulado, esclavizado (desempleo o jornadas de doce horas diarias en algunas empresas) pueblo de mirada desolada, ansioso por tener nuevos héroes y mártires. El peligro crece e invade los territorio ocupados por la frustración.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Miradas blogueras


Adán y Eva se sintieron el centro del Universo. Luego el mundo se pobló y sus moradores creyeron vivir en un limitado mundo plano. Y se descubrió la redondez de la Tierra, que sin embargo se movía. Se supo también que el Universo tenía miles de millones de planetas y estrellas conformadas en galaxias, y que (aunque no se ha comprobado) es factible que exista vida en otras coordenadas del Cosmos. Asimismo, los europeos descubrieron que en la otra cara de la Tierra moraban otros seres; la evolución ha caminado demostrando que a los humanos el envase nos queda cada vez más grande. Nos empequeñecemos a cada minuto. Pero a pesar de ello y de la globalización no hemos perdido la necesidad de buscar una identidad y de desear que alguien nos lance aunque sea una mirada instantánea. De modo que, aunque portemos el herraje de la manada, al mismo tiempo aspiramos a otro sello de identidad que nos haga diferentes. Vida irónica: la mayoría nos perdemos en la gran montaña del anonimato.
Recibí una invitación para formar parte de una asociación de escritores que luchan contra el anonimato. Con escepticismo leí la carta, ya que desde el momento en que a alguien se le ocurre luchar contra el montón, amontonándose, eso no es una situación alentadora, algo anda mal. Sobre todo porque la asociación presumía tener más de seis mil agremiados. Un mazacote así no puede luchar jamás contra el anonimato literario, sino al contrario, preserva y fomenta el anonimato. Podrán luchar contra el calentamiento global o la matanza de focas y hasta quitar a un Presidente, pero no servirá para crear literatos famosos. Podrá ayudar, sí, la invitación en compilaciones, y por supuesto estar junto a escritores reconocidos en publicaciones que tengan prestigio, pero ni siquiera eso garantiza que cuando un escritor publica un libro éste se vuelva famoso. Realmente es un misterio, porque en ocasiones hay escritores muy buenos que rara vez venden un libro y en cambio hay otros, no tan buenos, que venden miles de ejemplares. Desde luego, los hay buenos, ricos y célebres.
Y, aunque parezca difícil de aceptar, existen personas que escriben asegurando que no les importa que los lean. Por eso pregunto: ¿entonces para qué publican si su objetivo es la catarsis, sin ir más allá? Aún recuerdo el esquemita que en la secundaria nos mostró el maestro de Ciencias Sociales, que decía: La comunicación se conforma de un emisor, un transmisor y un receptor. Concluía que todos necesitábamos de ella, y que en determinado momento podríamos ser uno de los tres elementos. De modo que el emisor-escritor busca un transmisor-revista-periódico-libro, y ahora Internet, y busca un receptor, y es allí donde falla el proceso; el ciclo de la comunicación se interrumpe. Pocos reciben la señal, pocos leen.
Así, recordé el ensayo El escritor lagunero y su blog. Sorpresas y decepciones, del escritor Daniel Herrera, que expuso en el Encuentro de Escritores Coahuilenses en marzo del año pasado en el Teatro Isauro Martínez. Herrera defendía la idea de la importancia de publicar en Internet por medio de los blogs; mencionaba lo difícil que era que alguien aceptara publicar los textos propios en algún periódico o revista. Cuando escuché a Herrera no creí que tener un blog fuera relevante a pesar de que nos dijo todas las ventajas de ello. Sin embargo ahora reconozco que él tenía razón. En el blog: no se pide permiso a nadie para divulgar lo que se desea, no cuesta dinero, es fácil de crear, se pueden corregir textos ya publicados, se rescatan otros, el archivo se va haciendo solo por fechas y temas, y los textos difícilmente se perderán. Y siempre habrá alguien que se estacione allí un momento. La desventaja es que, aunque se logra la comunicación, la mayoría de las veces el anonimato sigue presente; pues quien lee los textos satisface su curiosidad, pero generalmente no le importa quién lo escribió. Aun así, definitivamente, Daniel Herrera acertó en su ensayo, el blog es muy buena herramienta para publicar; para comunicarse.

sábado, 24 de octubre de 2009

Notas desconcertantes sobre la Camerata

Este artículo se publicó en El Siglo de Torreón en la columna "Las Laguneras opinan" pero por un error viene firmado por la Sra. Lucrecia Martínez. En cambio se me adjudicó el texto de la señora Lucrecia "Nava, uno en la Cámara, otro en los medios".




En la versión digital están correctos los nombres




Considero desatinado el artículo que apareció en el más reciente número de la revista Intermezzo que se titula “Tres lustros de la Camerata de Coahuila”, porque ha cuestionado lealtades. Incluso para mí ha sido muy difícil manejar la necesidad que tengo de contradecir conceptos que vienen de personas que, debo reconocer, han hecho una gran aportación a la difusión cultural de La Laguna. Pero realmente el texto me pareció injusto, por eso no pude sofocar mi opinión y decidí expresarla.
En varias ocasiones he colaborado para la revista Intermezzo; la última vez que lo hice fue en el número 21. Me habían dicho que se hablaría sobre el 15 aniversario de la Camerata de Coahuila, por lo que creí que era un festejo para la cumpleañera, pero no fue del todo así. El artículo “Tres lustros de la Camerata de Coahuila” presenta, según entendí, un recuento de los aciertos y errores de la orquesta. No obstante, el texto es desconcertante y confuso, porque contradice sus propias afirmaciones. Las cualidades que allí se le reconocen a la Camerata en seguida son anuladas por los defectos que ven en la agrupación. Un ejemplo de la argumentación contradictoria es que en los primeros párrafos se resalta la gran labor del maestro Ramón Shade y su relevante papel en el desarrollo de la orquesta, sin embargo, a continuación se afirma que ésta tiene elementos que “cuentan apenas con una preparación precaria, muchas veces deficiente y mediocre”. ¿Cómo sería posible que el maestro Shade, con la formación que tiene, pudiera traicionarse a sí mismo contratando a músicos que no pasan una selección rigurosa, si es a él a quien más debemos en el desarrollo de la orquesta? Parece demasiado incongruente. Simplemente se contradicen, como lo hacen al expresar: “Algunas temporadas (la Camerata) aparece con una técnica pulida y radiante, mientras que en otras suena desafinada, descuadrada y con un sonido pastoso”. Tales sentencias harían pensar que se trata de dos orquestas distintas. ¿Qué critico se atrevería a afirmar que toda una temporada desafinó y otra se oyó radiante y con técnica pulida?, ¿cómo es posible que los músicos que son malos intérpretes se transformen en buenos de una temporada a otra? Desde luego, hay conciertos mejores que otros, pero mencionen una orquesta a la que no le suceda esto. Igualmente todas las instituciones musicales cuentan con artistas que tienen diferentes capacidades interpretativas, por ello aparecen dispuestos jerárquicamente en el escenario. Se quejan de la repetición de los programas; afirman que han tocado mucho Las cuatro estaciones de Vivaldi, pero por otra parte señalan que cuando Tatul Yeghiazarián ejecutó esta obra como solista, se trató de un concierto memorable. Por fin, ¿se pueden o no repetir algunas obras? A veces es acertado volver a tocarlas, sobre todo si el público las disfruta. Se sabe que todas las orquestas repiten su repertorio, con más razón en Torreón, donde existe siempre gente nueva o que no siempre acude. Es decir, no todos somos público cautivo.
A nuestra ciudad no se le puede comparar con otras como Berlín, que cuenta con la mejor -para muchos- filarmónica de mundo, (para otros la mejor del mundo es la de Viena), ¿Cuántas grandes orquestas de música clásica tiene Berlín? Tal vez seis o siete. ¿Cuántas cameratas, cuartetos, tríos, dúos? Quizá entre todos los grupos sumen 50 ó 60, quién sabe. Aquí solamente tenemos una orquesta capaz de acompañar a solistas de reconocimiento internacional, una Camerata para todo un Estado y parte de otro. Una institución que ha tenido que luchar no sólo por lo económico, sino contra detractores que, no sabemos porqué, reniegan de su existencia; ha tenido que presentarse ante un público que no estaba acostumbrado a la música clásica, un público que al principio, en pleno concierto, abría latas de refresco, comía papas fritas, hablaba y tomaba fotos con flash sin ninguna consideración. Se ha caminado poco a poco para revertir todo esto.
Las ideas tan generales y contradictorias que se plantearon en Intermezzo me hicieron recordar que hace algún tiempo estuve expuesta a comentarios muy parecidos a los que esta vez se manifestaron: “La orquesta anda mal”. “Hay muchas deficiencias técnicas”. “Sólo cuando tal o cual solista se presenta está fabulosa”, etcétera. Estos juicios venían de personas conocedoras, pero no creí mucho en sus apreciaciones porque consideré que en aquellos casos las percepciones estaban contaminadas de cierta frustración personal. De todas maneras pensé que sería bueno solicitar a otros artistas una opinión, para mí más importante. Así, tuve la oportunidad de entrevistar a Jorge Federico Osorio (el más reconocido pianista mexicano), al que le pregunté cuáles deficiencias veía en la Camerata, a lo que contestó un poco extrañado: “Ustedes son muy afortunados de tener una orquesta con una gran calidad interpretativa.. Hay muy pocas en México como ésta. En verdad deben hacer todo para apoyarla”. Tiempo después entrevisté a Carlos Prieto (chelista con gran reconocimiento internacional) y luego a Horacio Franco (flautista de pico, para muchos el mejor del mundo), a quienes les insistí con la misma pregunta, y todos respondieron en el mismo sentido que Osorio. Asimismo recuerdo a uno de los mejores tenores del mundo, Ramón Vargas, quien al final de un aria se volvió hacia el público para decirnos que ninguna orquesta en el mundo había logrado acompañarlo tan bien, y en otra de sus presentaciones de nuevo nos felicitó por tener una excelente orquesta. Creo que la crítica es sana, siempre y cuando ésta sea clara y justa; que señale defectos específicos cuando haya qué señalarlos.
Con frecuencia al arte se le atribuyen responsabilidades que no tiene; el arte puede atenuar el sufrimiento en tiempos de crisis, pero no será éste el que resuelva los problemas, no es ése su papel. Al final del artículo hacen una alegoría por demás exagerada, que pareciera querer amortiguar las descalificaciones: “Hoy los polacos hablan de un Szering y los rusos de un Shostakovich que los hicieron fuertes y capaces de resistir guerras y magnicidios, por qué no permitirnos el lujo de que en 50 años La Laguna se jacte de gritar a los cuatro vientos que si se logró salir de una crisis de valores fue gracias a la Camerata”. Los polacos deberían hablar también de Ignacy Jan Paderewski, ese gran pianista, compositor y político que luchó por la independencia de Polonia y que llegó a ser Primer Ministro de su país, pero fue su discurso político el que hizo cambios, no su música, aunque también era buena. Además generalizan diciendo que los rusos soportaron la guerra gracias a Shostakovich; a lo lejos suena muy romántico, pero la verdad es que la mayoría de los rusos no lo valoraron en su tiempo. Darle a la Camerata la tarea de que nos salve de la crisis de valores en que vivimos es un absurdo superlativo. Nos conformamos con menos: con que la dejen trabajar, que sigamos disfrutando de su arte y que nuestro gobierno la apoye y así podamos seguir yendo los viernes a un concierto que algunas veces nos cautivará y otras no tanto, y ese vez servirá para reafirmar nuestros gustos.

sábado, 17 de octubre de 2009

¡Guau!





Lo he decidido, me someteré a una remodelación cerebral completa. He pasado noches enteras pensando en cómo encontrar un efectivo paquete o programa que ofrezca un económico rediseño neuronal. Y es que ya estoy realmente cansada de ver el gran deterioro cerebral al que estoy sometida a cada paso, a cada imagen. Fue primero en mí que descubrí tal descomposición, pero luego observé varios espejos. Fue el descubrimiento personal lo que me permitió que viera que los otros igualmente van en decadencia. Confieso que la chispa que provocó el incendio fue el día que me di cuenta que yo también había comenzado a ladrar, ¡imagínese! Desde luego no tengo nada en contra del lenguaje perruno, al contrario, cuando son moderados y afables quiero a los perros, no así cuando ladran por todo. Sin embargo, mi afecto hacia ellos no llega a las alturas de querer robarles el lenguaje. Pero sí, admito, con vergüenza, que más de una vez los he imitado. Recuerdo: me contaban no sé qué suceso supuestamente extraordinario, y yo contesté con un ¡guau! ¡Qué vergüenza! Créame, esto ya se está volviendo una epidemia. Lo raro es yo no me contagié de los canes sino de las personas, y, desde luego, de la televisión. Porque hasta en los programas culturales de televisión no falta el sorprendido que se pone a ladrar una y otra vez. Hace unos días, en un noticiero, una mujer indígena hablaba de un parque ecológico de una manera tan elocuente y sabihonda que de momento me llené de un orgullo ajeno, mismo que no duró gran cosa porque se cayó al momento en que aquélla no supo manifestar la gran satisfacción que el proyecto le provocaba más que con repetidos ¡guau!
Porque por sus ladridos los conoceréis, por la repetición de frases tontas, por hablar babosamente en tercer persona de sí mismas, y por los anuncios fallidamente alambicados de Peña Nieto, por los chismes que no pedí, por la envidia que mueve montañas, por todo lo que nos vuelve menos propositivos; por todo ello, busco el paquete económico de remodelación cerebral, uno que evite la carrera a la regresión del animalismo. Busco que no se fortalezca la teoría de la involución que decía Nietzsche: “del hombre al chango” o “del hombre al perro”.
¿Por qué la gente se enorgullece de tener sangre Azteca? Esos salvajes, esos bárbaros. Si pudiera escoger, elegiría a los Mayas. Pero está claro, dicen, nuestra sangre es Azteca: una cabeza; un trofeo. Pero hoy no estoy para elucubraciones históricas, lo único que quiero es dejar de escuchar tanto guau. ¿O qué?, al rato estaremos maullando, graznando, gruñendo o piando. El guau es una tara más que nos contagiaron los gringos, porque de allá viene eso de ladrar; no saben cómo expresar asombro, agrado o aceptación, sino con un ¡wow!, como ellos lo escriben.
¿Alguien sabe cómo hacer para que en mi testa no entre tanta estupidez, o al menos que una vez que la basura esté dentro de la cholla, ésta se pueda desterrar, o descerebrar? Ojalá tuviera un experto en Feng Shui, uno que diga el lugar exacto en que deben ir los espejos para que no me identifique con cualquier idiota. Sí, que me diga en qué sitio se deben colocar las entradas de luz para que en el cerebro ésta sea real y efectiva. Que sugiera dónde colocar el mobiliario hecho sesos, es decir, las imágenes de personas y las actividades; que las coloque de tal manera que dejen espacios amplios para que no se obstruya el movimiento de ideas. Quizá también debería ocupar los servicios de un sicoanalista para que eche de mi coco todo el polvo añejo y que me deje libre de taradeces que me tienen enmantecada en ciertas ideas. Alguien me sugirió la contratación de un motivador profesional, pero lo deseché. Creo que me caen mal por payasos y megalómanos.
Aunque pensándolo bien, y ya que no tengo dinero para contratar a tanto especialista que me rehaga la sesera, lo intentaré sola, con la misma alma de siempre y, por supuesto, sin decir ¡guau!

viernes, 9 de octubre de 2009

Hertha Müller




De 102 Premios Nobel de Literatura que se han otorgado, es la rumano-alemana Hertha Müller (1953) la 12a. mujer en ganarlo. Le anteceden:
  • Selma Lagerlöf (1909)Suecia, 1858-1940
  • Grazia Deledda (1926)Italia, 1871-1936
  • Sigrid Undset (1928)Noruega, 1882-1949
  • Pearl S. Buck (1938)EEUU, 1892-1973
  • Gabriela Mistral (1945)Chile, 1889-1967
  • Nelly Sachs (1966)Alemania, 1891-1970
  • Nadine Gordimer (1991),Sudáfrica, 1923
  • Toni Morrison (1993),EEUU, 1931
  • Wislawa Szymborska, (1996) Polonia 1923
  • Elfriede Jelinek (2004)Austria, 1946

  • Doris Lessing (2007)Irán, 1919

domingo, 4 de octubre de 2009

Una tarde con Liszt


Aquí, el video de la obra más conocida de Franz Liszt: "Rapsodia húngara no.2" https://www.youtube.com/watch?v=VT2llVyPmHg con dos grandes intérpretes; Tom y Jerry. Enseguida, una pintura entrañable: "Una tarde con Liszt", después una descripción subjetiva de dicha obra

En las primeras páginas del libro Classical composers de Peter Gammond, se encuentra la imagen de una pintura excepcional titulada "Una tarde con Liszt". En 1840 el pintor Josef Danhauser captó con fidelidad una escena que para quien ama el arte, resulta entrañable. La National Gallery de Berlín, en Alemania, alberga esta obra en la que aparecen reunidos importantes artistas del siglo XIX.
En las tardes parisinas, el pianista y compositor húngaro Franz Liszt invitaba a sus amigos a su casa. En el retrato, el autor de las Rapsodias húngaras ofrece a sus acompañantes un recital de piano. Aunque más bien pareciera estar tocando sólo para Beethoven, representado allí en un busto colocado frente a él. La actitud de Liszt parece de veneración: “Yo he recibido el beso de Beethoven”, dijo alguna vez, y era cierto, pues un día el autor de La Quinta Sinfonía fue invitado a escuchar tocar a un niño pianista llamado Franz Liszt. Fue aquella vez que el maestro cabeza de león emocionado besó la frente del pequeño artista (recordemos que Beethoven comenzó a perder la audición en forma progresiva a los 30 años de edad).
A espaldas de Liszt, sentados, vemos al escritor francés Alejandro Dumas, aunque también se cree que podría ser el escritor Alfred De Musset. Dumas es autor de El conde de Monte Cristo, Los tres mosqueteros y Veinte años después. Entonces es verdad que: “no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después”, no es lo mismo, pero es la continuación escrita sólo un año más tarde. Este mosquetero fue padre de otro narrador del mismo nombre: Alejandro Dumas hijo, autor de La dama de las camelias, novela que se convirtió en ópera gracias a Verdi con La Traviata. Allí se habla de una joven muy hermosa, de muy ligera moral y tuberculosa. Se trata de Margarita Gautier, la que se adornaba con camelias blancas veinticinco días del mes y con camelias rojas los cinco días restantes. En el libro no lo dice, pero seguro que era una manera elegante de prevenir a sus novios: “Que nadie me moleste porque estoy en mis días”.
Sentada también, encontramos a la novelista francesa Aurore Dupin, mejor conocida como George Sand, la mujer que llevaba bien puestos los pantalones –de hecho, la primera que los usó–; amante de Frédéric Chopin (muerto de tuberculosis), de Alejandro Dumas y de Alfred De Musset, entre otros. De allí que surja la duda de quién es el que está cerca de ella en el retrato: De Musset o Dumas. Alfred De Musset fue un escritor francés que murió de sífilis. En medicina es conocido porque lleva su nombre el “Signo de De Musset” que se presenta en personas con sífilis terciaria y que consiste en un movimiento constante de la cabeza, como diciendo sí, y corresponde a una lesión ―insuficiencia― aórtica.
Enseguida vemos a Víctor Hugo, de pie, con libro en mano y mirada perdida; sí, aquél de Los miserables, la novela en la que se conoce a Jean Valjean ―el hombre cuerdo más generoso que he leído―, una obra muy conmovedora. Recordemos: Víctor Hugo envió en 1867 una carta al presidente Benito Juárez donde le solicitaba que no ejecutara a Maximiliano de Habsburgo. El literato escribió en su petición: “…a esos verdugos obedecidos por la muerte, a esos emperadores que con tanta facilidad hacen cortar la cabeza de un hombre, ¡demuéstreles cómo se perdona la cabeza de un emperador! Por encima de todos los códigos monárquicos chorreados de sangre, abra usted la ley de luz, y, a la mitad de la más sagrada de las páginas del libro supremo, que se vea el dedo de la República posarse sobre este mandamiento de Dios: No matarás”. Pero en ese tiempo las cartas tardaban meses en llegar a su destino –lástima, no existía el correo electrónico– y la solicitud llegó después del fusilamiento del esposo de Carlota.
De pie también aparecen dos italianos: el flaco y caprichoso Paganini, quien aparece abrazado por el gordo y operístico Rossini. Niccolo Paganini, el músico que exaltó la individualidad y el exhibicionismo en las interpretaciones. Un gran artista del que decían tenía pacto con el diablo, virtuoso compositor y violinista –también buen guitarrista–. Su aspecto era poco agraciado, tenía cara de pocos dientes y cuerpo hecho de casi puros huesos, no obstante, las mujeres se perdían por él y en él. Su más famosa obra es La Campanella concebida para violín y transcrita por Liszt al piano.
Gioacchino Rossini pasó a la historia como un genio flojo y tragón, un hedonista. Aún así, Rossini escribió en trece días El barbero de Sevilla, una de las óperas más representadas en el mundo: ¡Fígaro, Fígaro, Fígaro…! Curiosamente en esos trece días Rossini no se rasuró. Este goloso compositor era un hombre de asombrosa memoria, a los quince años prometió a una soprano, amiga suya, la partitura de un aria. Para conseguirla acudió al jefe de la compañía, quien también era el tenor principal de esa ópera y le negó la copia, fue entonces con el bibliotecario y la negativa se repitió. Entonces decidió asistir al teatro y de oído transcribió la partitura para piano de la pieza que quería su amiga. El tenor pensó que el bibliotecario lo había traicionado, pero el joven músico desmintió esta hipótesis afirmando que si le dieran oportunidad de ir tres veces a la ópera, copiaría toda la obra.
Por último, sentada en el piso apreciamos a la esposa de Liszt, Maria d’Agoult, quien fuera madre de Cósima, la futura esposa de Wagner –el amargoso y genial músico que sería a su vez yerno de Liszt–. Allí, en la pintura Una tarde con Liszt, encontramos grandes genios reunidos, todos ellos darían mucho de que hablar en su época, y aún después de ella.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Entre lo kitsch y lo naco


El libro El Kitsch. El arte de la felicidad del escritor francés Abraham A. Moles (editorial Paidos, Buenos Argentina, 1ª. Edición, 1973) es, sobre todo, un tratado de la relación del hombre con las cosas. Así, nos lleva a reflexionar sobre cómo el asceta (por ejemplo: los monjes que viven aislados en montañas) disminuye al máximo la necesidad de objetos. Así, él requiere de muy pocos utensilios (utensilio, que viene de utilidad) para vivir, ya que encuentra la felicidad explorando su espiritualidad. En cambio, el hombre de la sociedad consumista basa su felicidad en la posesión de objetos. La adquisición se justifica en pos del confort, para que, de esa manera, se pueda encontrar el placer. Aunque también hay un modo agresivo de relacionarse con las cosas. Se trata del que disfruta deshaciendo, él que encuentra que destruir es un hecho seductor. De esa manera pretenden establecer su superioridad los incendiarios, demoledores, saqueadores, asesinos...
En otros, la posesión siempre va más allá, llega a ser un valor que eleva el estatus social: “El estado social se reduce esencialmente a la apariencia; la posesión de un mueble noble equivale a un título de nobleza”, nos dice Moles. Sin embargo, la acumulación de objetos hace que se inutilicen unos a otros, o que disminuyan su función: en las casas de la alta sociedad tendrán un tipo de copa para cada líquido; una para el vino tinto, otra para la champaña, otra más para el martini, etcétera... si un solo tipo de copa se empleara para todo, su valor funcional sería mayor, pero entonces la burguesía no podría sentirse diferente. De modo que, si un llavero es útil, veinte de ellos guardados en un cajón resultan inútiles. Un coche para una persona es necesario pero diez disminuyen su funcionalidad. La colección produce goce pero, ¿qué cantidad es suficiente?. Los objetos seducen al burgués quien va inventando necesidades; el amontonamiento invade a las personas. El deseo de adquirir cosas encierra un origen inconsciente de ascender en la escala social: “El hombre es lo que aparenta y aparenta por sus posesiones”. Se anhela tener más y se encuentra placer en conseguirlo, de lo contrario viene la frustración. Y es en ese afán de encontrar la felicidad a través de las pertenencias es donde nace el kitsch. Moles nos dice: “La mentalidad kitsch surge de una situación sociocultural de aspiración a la felicidad condicionada por la prosperidad”. La palabra kitsch es alemana pero es la misma en cualquier idioma, significa frangollado, es decir, cuando algo está hecho rápido y mal; vive entre la fealdad y la belleza, es la estética del mal gusto. Pretende el buen gusto pero se queda en el camino y surge como la medianía; tiene que ver con la ausencia de autenticidad, con el amontonamiento y la falta de estilo. Se aplica al arte, a las situaciones y al pensamiento. El kitsch es ubicuo, por eso nadie está libre de él, pretende ser lo que no es, es la imitación de cualquier cosa o situación y puede ser cursi, divertido y lindo.
Una repisa totalmente llena de figurillas decorativas, se transforma en kitsch en el momento en que surge el amontonamiento y cada figura pierde su espacio vital, así la decoración no logra la estética pretendida. Todos los cuadros y jarrones de imitación y todo el arte pirata son kitsch. A medida que son más accesibles las copias nos hacemos más kitsch, y ya que no podemos tener un original de la pintura de Millet, de Manet, Monet, Dalí, Diego o Frida, pues nos conformamos con la reproducción barata. Las mezclas arquitectónicas en una sola construcción resultan kitsch al no tener un estilo definido; el kitsch en arquitectura nació con el rococó, en literatura lleva al extremo el sentimiento, es la literatura de evasión, la poesía azucarada, cursi y exaltada hasta llegar a un estado frenético que representa una escape a una realidad ñoña y ridícula. La imagen del final del cuento “y fueron felices para siempre” llevada al cine, a la televisión, y a todos lados es kitsch, porque la vida eternamente feliz no es una situación auténtica.
El libro de Moles fue escrito hace 36 años de manera que aún no se había desarrollado el comercio de la forma en que lo conocemos hoy. El autor hace una predicción: “El mercado de precio único y el supermercado serán el primero y el mayor servidor del kitsch”. Y tuvo razón, en un supermercado podemos encontrar: “Huevo decorativo Fabergé en finísimo plástico a 30 pesos o cuadro con girasoles de Van Gogh a 100 pesos”. Asimismo el regodeo del shopping cambió las relaciones entre el comprador y el vendedor, y ahora las volvió ilusorias. Hace medio siglo todavía se hallaba una tienda atendida por el dueño. Un señor o señora que era conocido (a) por todos. El propietario tenía un trato personal con el cliente, podría ser amable o gruñón pero expresaba una personalidad genuina. En cambio, actualmente, en las grandes tiendas nos atenderá una señorita de eterna sonrisa, amable y a la que muy probablemente no volveremos a ver y si la vemos no la recordaremos. La empleada habrá sido instruida en cursos de “excelencia” impartidos por un motivador profesional quien le garantizaría que manteniendo el ánimo en alto y el buen trato hacía el cliente, eso, le ayudaría a encontrarse a sí misma. No importará que pase más de ocho horas de pie, sonriéndole a un sueldo miserable en una actitud poco natural, fabricada para alentar el consumo.
En México la palabra naco (el equivalente al arte camp europeo) se ha tomado como una forma del kitsch, sin embargo considero que no es así. La burguesía (alta, mediana y pequeña) usa la palabra naco para llamar así a los pobres, pero bien sabemos que el poder adquisitivo no salva a nadie de ser naco (Carolina Herrera, Giorgio Armani y Versace juntos no redimen al naco). Mientras el kitsch es la estética del mal gusto, lo naco es el mal gusto a secas. Lo kitsch intenta la belleza lo naco no. Lo naco es similar al kitsch en que se extiende a situaciones, conductas y objetos. Es naco subir los pies al asiento de frente en el cine y contar la película, no apagar el celular y hablar todo el tiempo en los conciertos clásicos, usar plásticos protectores en la sala de la casa, usar un smoking rojo, no respetar señalamientos urbanos, atravesar gasolineras, ir a China y tocar los soldados de terracota, ir a París y orinarse en los monumentos, cambiarle el nombre al virus A-H1N1; la ignorancia es de nacos, y así todos somos nacos en algo, igual que somos kitsch.
Existen situaciones u objetos que aparentemente tienen el mismo fin, no obstante son nacos y no kitsch. Por ejemplo: un reloj imitación casi perfecta del Rolex es kitsch, en cambio un reloj que exhibe rasgos burdos de un Rolex, que su marca verdadera es “Relax”, que presume manufactura “Made in Tepito” y que además en el reverso tiene un simbolillo en forma de pato (marca patito) eso, es naco, no se encuentra entre la fealdad y la belleza sino que ensalza su fealdad. El reloj “Relax” no es kitsch porque no es pretencioso, y desde el nombre “Relax” se vuelve un objeto de burla y desprecio hacía el original. Las imitaciones idénticas son serviles y adoran el original, la copia naca vive por sí sola, es mucho más divertida. Termina siendo un acto lúdico para el individuo que la adquiere, y, desde luego, para el que la fabrica.
Mucha de la música de moda, (a la que estamos expuestos sin remedio) es naca. Afortunadamente tiene solamente algunos meses de vida. Naca es la música efímera que limita sus sonidos al “tun-ta-ta”, “tun-ta-ta” y al “punchis”, “punchis”, y que las letras son sólo estupideces repetidas a perpetuidad. Que no se confunda esta música pasajera y francamente antiestética con la música popular, aquélla que tiene mucho más tiempo de duración, que cuenta historias y que presenta imágenes de fenómenos sociales dignos de reflexión. Así pues, lo naco es más auténtico que lo kitsch. lopgan@yahoo.com

lunes, 21 de septiembre de 2009

Escritores sin dientes

Desde que tengo uso de dientes, una pesadilla me persigue. Sueño que todos mi dentadura se esfuma. Una a una, las treinta y dos piezas masticadoras se van. En el espacio onírico me invade la angustia, me sofoco. Grito: ¡Estoy soñando! No, no es verdad, mis encías sí tienen hijos. La serenidad no es posible en el sueño ya que allí ignoro que en la realidad existen los dientes postizos. Muy mala imagen me llega al pensar que alguna mañana de invierno amaneceré siendo una viejita con la boca despoblada. Sé que muchas personas padecen sueños como el mío, y que si la explicación fuera verdad, yo sería rica: “Si sueñas que se te caen los dientes, significa que vas a recibir dinero”; o no tendría familia, porque según los intérpretes de sueños, también quiere decir que alguien de la familia morirá.
Hace algunas semanas, en el Canal 22 de televisión vi dos entrevistas a escritores; en ambas coincidía que los interrogados exhibían una sonrisa agujereada. Me dio tristeza. Aunque no recuerdo los nombres de los escritores, sé que forman parte del nuevo Diccionario de Escritores Mexicanos, es decir, son intelectuales con una trayectoria sólida y sin embargo sus ingresos económicos no les alcanzan para que acudan a un dentista que les haga completar su mordida. Da tristeza pensar en lo poco que se valora el trabajo literario. ¿Por qué un futbolista gana mucho y un escritor tan poco? Porque sabemos que todo lo mueve la mercadotecnia: la oferta y la demanda. Me han dicho que el día que un escritor venda libros como un futbolista vende entradas al estadio, entonces los sueldos serán parecidos. Qué tristeza, esos, chimuelos se quedarán.
Aunque también especulé sobre la posibilidad de que estos dos literatos fueran tan ­excéntricos que desearan andar igual que Miguel de Cervantes: con sólo seis dientes, como describe en su autorretrato: “Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros…”. Cervantes también era un Caballero de triste figura igual que su personaje don Quijote. Porque es seguro que Cervantes no podía masticar gran cosa. Así se explica que fuese tan flaco como su protagonista. Seis dientes no alcanzan para mucho. Y, ¿quién sabe cómo el autor de las Novelas ejemplares perdió su dentadura? Tal vez infecciones, osteoporosis, diabetes, o una buena pelea rompedientes o la batalla de Lepanto, ya que en otra parte de su autorretrato aclara que perdió su mano izquierda (de allí el sobrenombre de Manco de Lepanto): “Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable…”.
Otro escritor desdentado es Francisco de Quevedo, como lo dice en un poema: “Pues que de nieve están las cumbres llenas / La boca de los años saqueada, / la vista enferma en noche sepultada, / Y las potencias de ejercicio ajenas”. La boca saqueada de Quevedo y la de muchos otros. Hay que recordar que en los siglos XVIII, XIX y hasta principios del XX se utilizó el mercurio para tratar la sífilis, y uno de los efectos secundarios de este medicamento es la caída de los dientes, de manera que es casi seguro que les faltaran dientes a escritores sifilíticos como Guy de Maupassant, Charles Baudelaire, Lord Byron, Alfonso Daudet y Bram Stoker (irónicamente contrario a Drácula, su colmilludo personaje). Aunque no pude encontrar datos que confirmen que estos artistas no podían dar una buena mordida, la presencia sifilítica y el tratamiento con mercurio hace suponerlo. Nacemos sin dientes y si nos descuidamos moriremos sin éstos. lopgan@yahoo.com

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Vivaldi, Moctezuma y Carpentier


Mientras escribo, a mis oídos llega la ópera de Montezuma: música de Antonio Vivaldi (1678-1741), libreto de Girolamo Guisti y dirección de Jean Claude Malgoire; investigador y reconstructor de las partituras de dicha ópera que fue representada en 1992 en Francia, a doscientos cincuenta y nueve años de su estreno mundial. Aunque hay que aclarar que la reconstrucción de la obra fue de forma caprichosa, pues no representa en sí a la original, sino que tomó partes de varias obras de Vivaldi, entre ellas una aria de la ópera Griselda, (al final del artículo pueden oirla en la voz de Cecilia Bartoli).
La mezcla de tiempos y de culturas me llevó a hacer un pequeño sobrevuelo que vislumbra la vida del músico italiano Antonio Vivaldi, la historia del emperador mexicano Moctezuma y la novela Concierto barroco del cubano Alejo Capentier (1904-1980). (La lectura de dicha novela desató la necesidad de Malgoire de montar y grabar Montezuma).
Antonio “Cuatro Estaciones” Vivaldi, así le llaman -actualmente- al músico veneciano. El titulo de "Las cuatro estaciones", incluido en su nombre, se debe a que ésta es una de las obras más populares de la música de concierto, y la más conocida del violinista y prolífico compositor italiano. Sin embargo, los sobrenombres que en su tiempo cargó Antonio Vivaldi fueron: “Il Naso” o “La Nariz”, que hace alusión precisamente a lo vasto de esa región de su cara. También era conocido como “Il Prete Rosso”, que es lo mismo que “El Sacerdote Rojo” ya que fue cura y pelirrojo. Hay varias versiones del porqué éste clérigo católico dejó de oficiar misa. Algo cierto es que era muy parrandero y mujeriego. Vivaldi escribió cerca de setecientas obras, a pesar de que toda su vida sufrió de asma; esa angustiante enfermedad que entrecorta el aliento y que hace sentir que el costo de respirar es excesivamente alto. El Sacerdote Rojo fue el primer músico que viró su mirada hacia la Conquista de México, específicamente al año 1520 y a la lucha que sostuvieron Hernán Cortés y Moctezuma (el penúltimo emperador Azteca, el antecesor de Cuauhtémoc: el de los pies tatemados). Ese pasaje motivó la ópera que originalmente se llamó Motezuma (sin la c). El estreno mundial se realizó en Venecia en el otoño de 1733. Pero resultó un fracaso. No fue apreciada por un público acostumbrado a las óperas bufas que hablaban de amores, no de tragedias. Después, y hasta el día de hoy, a esta obra se le llama Montezuma. Quién sabe porqué le pusieron n en lugar de c.
Otros compositores del siglo XVIII también hicieron óperas sobre Moctezuma, ellos fueron los Italianos: Baldassare Gallupi, Antonio Sacchini y Giovanni Paiseillo; el alemán Carl H. Graun (el libreto de este Montezuma fue escrito por Federico El Grande de Prusia) y por último el checo Josef Myslivecek. Todos autores poco conocidos. Las únicas versiones grabadas son las de Vivaldi y Graun.
Fue el Montezuma de Vivaldi el que inspiró al cubano Alejo Carpentier para escribir la inquietante y policroma novela Concierto Barroco publicada en 1974. Que nos transporta precisamente a las épocas del barroco. El paso acelerado de la escritura, el lenguaje y sus abundantes adornos transmiten la sensación de que fue creada en aquellos tiempos. Establece la posibilidad del porqué a Vivaldi se le ocurrió que la historia del Emperador Azteca pudiera ser un hecho operístico atractivo. La trama de la novela sigue los pasos de un mexicano. Hombre rico, comerciante de plata, que sale desde Coyoacán y va haciendo escalas en Veracruz, Cuba, España hasta llegar a Italia; a Venecia, donde asiste a un baile de disfraces, ataviado justamente como Moctezuma. Allí conoce al Cura Rojo, que entre copa y copa, escucha al mexicano platicar la historia que justifica su disfraz. Una mágica historia, fabuloso e increíble relato de la llegada de los españoles a la Gran Tenochtitlán; la Venecia de América, de canales, trajineras, pirámides y riquezas. La lucha entre dos mundos, encuentro entre “barbarie” y “civilización”. Aunque en la batalla no quede claro quiénes eran los bárbaros y quiénes los civilizados. Con tales aventuras se exaltó la creatividad de aquel asmático que repite: “Buen asunto, buen asunto para una ópera”.
Carpentier Juega con los hechos. Ensambla muy bien realidad y ficción. Reúne, en un concierto imaginario, a las protegidas de Vivaldi huérfanas del Ospedale della Pietá. A las mismas con las que formó una orquesta, y a las llamaba por el instrumento que tocaban. Allí estaban: Pierina del violino, Cattarina del corneto, Claudia del flautino y así... Ejecutaban tremendo Concerto grosso, acompañados de Doménico Scarlatti en el cello y Jorge Federico Haendel en el clavicémbalo. El cubano, buen intérprete de Chopin, revela su erudición sobre temas musicales. Muestra además su interés sobre la arquitectura. Describe a detalle los ambientes que su personaje va observando en su viaje.
Carpentier, un narrador nada complaciente con el lector: exhibe pasajes de El Quijote pero no aclara que lo son. Habla del Moro de Venecia y no dice que se trata del Otelo de Shakespeare. Menciona a un músico alemán que murió de apoplejía y que escribía óperas extrañas con enanos y no indica que se trata de Wagner y su serie de óperas de El Anillo del Nibelungo. Richard Wagner, el hipertenso paralizado por un derrame cerebral. Carpentier permite pues la deducción. De esa manera el lector interactúa con el narrador.
El autor de Concierto barroco es considerado el primer representante del Realismo Mágico y esto se percibe cuando en la novela observamos como transporta la tumba del músico ruso Igor Stravinsky del siglo XX al XVIII y le da la oportunidad a Vivaldi de defenderse de lo que Stravinski alguna vez dijo: “Vivaldi escribió seiscientas veces la misma obra”. En los terrenos de Carpentier, el pelirrojo contesta burlón: “Acaso, pero nunca compuse una polca de circo para los elefantes de Barnum”, refiriéndose a la obra del ruso Circus polca compuesta para ser bailada por elefantes.
El capitulo más divertido de la novela es en el que es representada la ópera Montezuma. Es allí donde Carpentier da testimonio de cómo la historia original fue cambiada y lo justifica diciendo: “la ópera no es cosa de historiadores”, “lo que cuenta aquí es la ilusión poética”. Ilusión poética que el cubano a su vez plasma en su prosa. Con elementos reales hace magia con el tiempo y el espacio. En el Moctezuma de Vivaldi, el Emperador Azteca termina en un acto servil hacía la Corona española. Se omite que murió inmolado o tal vez empalado. Pues se considera un hecho muy desagradable para una ópera. Al dios Huitzilopochtli le llaman Uchilibos, y lo razona de esta manera: “¿Usted cree que hay modo de cantar eso?” “¿a quién se le habrá ocurrido inventar ese idioma?” “es un continuo trabalenguas”.
Al final, los protagonistas del Concierto barroco se despiden: “adiós”- “¿Hasta cuando?”- “¿Hasta mañana?” - “O hasta ayer”. El ayer, lugar donde el arte nos permite convivir con cualquiera. Luego oigo el canto dulce y triste de Moctezuma. Después un coro de alegría. El disco enmudece. La siguiente aria incluida en Montezuma, como decía, es en realidad de la ópera Griselda, es muy bonita aunque nada tiene que ver con Moctezuma el original. Disfruten a Cecilia Bartoli. lopgan@yahoo.com


sábado, 12 de septiembre de 2009

LA VIDA DE AYOTITLÁN


LA VIDA DE AYOTITLÁN
La microhistoria y las raíces del individuo
 
El libro Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán de José Edgar Salinas Uribe (Buenavista, Michoacán, 1974) lleva en la portada una espléndida fotografía de Alfredo Vega. Se trata de la vieja iglesia de San Bartolomé de Ayotitlán, Jalisco, construida entre 1545 y 1599. Una estructura fatigada y casi desmoronada a la que le creció un árbol en la parte superior. Dicho árbol tejió sus raíces sobre la pared, y así lo exhibe. Fue un acierto plasmar esta imagen en la portada, porque la microhistoria va a la raíz y la expone, igual como se  aprecia en el rostro del texto. “La microhistoria vuelve la mirada al lugar de donde uno viene; se interna en el espacio formador del sujeto, porque ansía reconstruir la imagen del terruño y hacer la crónica ilustrada de sus personajes”, anuncia la cuarta de forros.
            Para rehacer la vida de Ayotitlán, el historiador viajó a través de los vestigios de realidad que quedaron desde el siglo XVI hasta llegar a la actualidad. La investigación fue realizada bajo metodología científica. Edgar Salinas logró un texto atrayente, y bien escrito, sin pretensiones imposibles, ya que advierte -en palabras del historiador Luis González y González-, que la microhistoria resulta únicamente de interés para las personas del pueblo aludido, y que representa una empresa muy difícil, pues: “El microhistoriador sabe que la vida humilde rara vez deja huellas...”
Como decía, la investigación de este texto se ciñó al rigor académico, pero el autor –sin alejarse de la verdad- embellece la prosa, un ejemplo: “La población se descubre al pie del cerro del Calvario; un cerro pequeño y gordo, testigo mudo e indolente. [...] la carretera termina y el empedrado anuncia que ya se entró al pueblo. Aunque las piedras son viejas, el empedrado de las calles es reciente y hasta parece nuevo y descansado”.
En Memoria y recuerdo... el autor buscó la memoria documentada y corroboró algunos hechos en el recuerdo de los viejos. Una pequeña comunidad de 1265 habitantes, Lugar que en el nombre descubre el origen: San Bartolomé de Ayotitlán; San Bartolomé, el Santo patrono que transporta a la Conquista española y la introducción de la religión católica; y la palabra Ayotitlán que contribuye con los rasgos indígenas; el mestizaje inevitable.  Pueblo de intensa fe católica, tanto, que la más grande fiesta se dio el día que, por primera vez, uno de sus hijos fue ordenado sacerdote.
La microhistoria no es la recreación de la vida de los héroes o de los grandes  acontecimientos, no. Es poner al descubierto el camino que ha recorrido un pueblo, es la historia matria. La historia de Ayotitlán, es también la de muchos lugares de México, la de aquellos en donde la ausencia ganó la batalla. Cuando el hombre deja de arar las tierras propias para cultivar las de otros. El escritor recuerda como en la segunda mitad del siglo XX hubo un éxodo de ayotitlenses a los Estados Unidos. En la segunda guerra mundial, los braceros eran legales por un convenio con los gringos. Después el convenio desapareció con la guerra, pero los braceros siguieron cruzando la frontera y se volvieron ilegales. La metamorfosis de un pueblo que hasta principios de siglo XIX era sólo indígena, que usaba calzones de manta y cultivaba maíz, café, ciruela y otate. Salinas platica la Revolución mexicana de 1910 divisada desde Ayotitlán, igualmente habla de los cristeros (allá por los 20 cuando el gobierno de Plutarco Elías Calles estaba contra la iglesia católica) y de las dificultades que tenían  los maestros para ejercer la enseñanza y de la muerte del sacerdote del pueblo. Describe los avatares de la Reforma Agraria, la institución del ejido y después -con Salinas de Gortari- la desaparición de éste. Habla de nostalgia, de los juegos de calle, de las rondas: “Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo que yo te pido, tus juramentos si fueran falsos en algún tiempo lo pagarás”, y luego, la llegada del enajenante Nintendo. Nos presenta el transporte del otate en burro y años más tarde los paseos en camioneta de los paisanos que viven en Salinas o Los Ángeles, California. 
La calidad de Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán garantiza la calidad de Buenaval, la nueva revista sobre investigación social editada por la Universidad Iberoamericana y que será dirigida por Edgar Salinas quien estudio la carrera de Filosofía y Ciencias Sociales en el ITESO, dos maestrías: una en la UAC y otra en Barcelona, obtuvo el Primer lugar en el certamen de ensayo Pedro Arrupe y en el de J. Agustín Espinosa y además conduce el programa de Radio Letras al aire (Radio Torreón). Qué bueno que Edgar Salinas produzca y difunda buena literatura aquí en La Laguna. lopgan@yahoo.com
Salinas Uribe José Edgar
 Memoria y recuerdo: microhistoria de Ayotitlán
 Editado por el Gobierno de Jalisco y el ITESO. 2003

domingo, 6 de septiembre de 2009

PRÓXIMO CONCIERTO DE LA CAMERATA DE COAHUILA

Viernes 3 de diciembre de 2010
Teatro Nazas 20:30hrs


La Camerata de Coahuila presenta el concierto No. IX de la temporada 2010.
20:30hrs. Teatro Nazas


http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/580339.html






15 ANIVERSARIO DE LA CAMERATA DE COAHUILA



Los quince años, dicta la conseja popular, son “la edad de las ilusiones”. Y no hace mucho tiempo los quince años eran la edad en la que habría que presentar a las señoritas en sociedad, aunque quizá en un futuro solamente nos quedará el recuerdo representado por una quinceañera de vestido ampón, bailando “La marcha triunfal de Aída”, de Guissepe Verdi, el vals “El Danubio azul” o “El Emperador”, o cualquier otra obra de los Strauss. Sin embargo, en la celebración de hoy no cabe ninguna de estas tradicionales fiestas, excepto, claro, la presencia de los valses clásicos que en varias ocasiones hemos escuchado ejecutar a la Camerata de Coahuila; la festejada de hoy.
La Camerata de Coahuila se fundó en 1994. Nació en tiempos de desconcierto; en el año en que asesinaron al candidato a la Presidencia, Luis Donaldo Colosio, y al presidente nacional del PRI, José Francisco Ruiz Massieu. Fueron también meses en los que las noticias eran dictadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional; fue el turno de los primeros encapuchados de nuestro país. Y allí, como figura líder, el subcomandante Marcos. En aquellos días los mexicanos iniciamos un proceso de confusión y desasosiego que ahora nos impide definir claramente nuestra Patria. Pero, a pesar de ello, en nuestra Comarca Lagunera permanecía la confianza, la esperanza y, sobre todo, la imaginación. Y así estaba inscrito en el programa de mano del concierto inaugural de la Camerata de Coahuila en el que se leía: “No hay mejor estímulo para la ensoñación que el arte y la cultura. Una comunidad sin estas manifestaciones es una comunidad sin imaginación, y un pueblo sin imaginación es un pueblo pobre en posibilidades”. Y esto tenía que ser verdad, pues ¿de qué otra manera, si no es con imaginación, podríamos explicar el nacimiento de la orquesta lagunera? Un nacimiento lleno de alegría a pesar de no estar libre de los padecimientos que todo alumbramiento implica. Preocupaciones y malestares que fueron atenuados con las primeras notas del concierto inaugural frente a un teatro lleno. Así, escuchábamos los sonidos primigenios de la orquesta recién nacida que fueron: Música Acuática, de Haendel; Homenaje a Cervantes, de Moncayo, y la Misa de Coronación de Mozart. Un público expectante escuchó la Música Acuática y percibió el fluir del agua que esta vez no era la del río Támesis de Inglaterra, sino la del río Nazas de La Laguna.
Los periódicos de los días siguientes daban testimonio del acontecimiento cultural más trascendente de nuestra región. No obstante, muchos manifestaban su escepticismo preguntándose si la presentación de la orquesta no sería también su despedida. Un reportero dudaba que la sociedad lagunera estuviera preparada para preservar semejante organización, diciendo que se trataba de “una compañía para región grande”. Sin embargo, tras la mirada de quince años, pudimos comprobar que, aunque con dificultades, los laguneros sí estábamos preparados para mantener una institución musical de gran calidad. Y no solamente eso, sino que hasta nos hemos vuelto codiciosos, y esto lo comprobamos al ver que con frecuencia se le pregunta al maestro Ramón Shade, ¿cuándo la Camerata se convertirá en una orquesta sinfónica? Y una y otra vez el maestro Shade pacientemente explica que es importante crecer, pero que deberá ser lentamente para poder conservar así la calidad, que es el objetivo principal. También hemos dado cabida al orgullo, por eso no queremos que a nadie se le ocurra decir que la sede de la orquesta puede cambiar, porque surgen voces indignadas y enojadas que reclaman la pertenencia lagunera.
Durante estos quince años la música ha penetrado en nuestras vidas: en los viernes de Camerata, en los días soleados de conciertos en el bosque, en alguna iglesia, o en las noches de luna, tren y cerro. Hemos presenciado la actuación de los mejores músicos solistas de México. Fuimos testigos de la elegancia del chelista Carlos Prieto, de la sobriedad del pianista Jorge Federico Osorio, del colorido de la flautista Helena Durán, y de la heterodoxia del flautista Horacio Franco. Escuchamos a Ramón Vargas, uno de los mejores tenores del mundo. Nos ha emocionado Pilar Rioja y hemos disfrutado con Itziar Muguerza. Esto, sólo por mencionar algunos nombres de muchos otros artistas que, gracias a la Camerata de Coahuila, ha sido posible que nos recreemos en su arte.
Felicidades pues a la Camerata de Coahuila, a sus músicos, al Patronato y al maestro Ramón Shade. Gracias a todos ellos por apostar su esfuerzo y su talento para que la imaginación, entre nosotros, siga siendo posible.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Futbol en la música de Shostakovich

¡Gol de Shostakovich!
En el pasado mundial de futbol en Alemania se presentó una ópera sobre futbol escrita por un músico contemporáneo alemán. Hubiera sido divertido y justo presentar el Ballet La edad de oro de Dmitri Shostakovich ya que en el 2006 se cumplieron cien años de su natalicio. Y también porque el ballet La edad de oro cuenta una historia, precisamente, sobre futbol. Es díficil imaginar que el espacio del balón, los penaltis, los fuera de lugar, las faltas, los tiros de esquina, los tiros libres, los silbatazos, las tarjetas amarillas y rojas, los expulsados, los once contra once, los árbitros y los abanderados, cupieran en la cancha de los violines, violas, chelos, flautas, timbales, cornos, directores y batuta. ¿Es posible que actividades tan contradictorias provoquen sensaciones parecidas?. La música, la más abstracta de las artes, a la par del deporte; lo concreto, lo tangible. Al fin y al cabo los dos son hechos culturales. Entendiendo como cultura la definición primigenia que dice que cultura es todo lo que el hombre le ha agregado a la naturaleza en la búsqueda de sentirse mejor. Y si uno se mueve entre el escenario de los conciertos clásicos y el escenario de los partidos de futbol clásicos, ambos hechos provocan visiones opuestas. Así, en el intermedio de una ópera rodeados de gente elegante se pueden ver pasar las viandas con camarones y salmón noruego; el vino, tinto y francés. En cambio en los estadios de futbol mexicanos, en cualquier momento, se ve pasar el papel canela que envuelve las tortas de chorizo y se oye al vendedor anunciar las “chelas” bien frías. Algunas señoras serias y elegantes en el teatro de ópera, algunas porristas en calzones meneando el trasero lo más sensual posible. Del “bravo maestro” al “arbitro eres un culero y chinga tu madre”, del aplauso rítmico del encore, al tamborazo y “vamos, vamos Diosito santo, por favor, por favor, que metan un gol”. Los adagios y los allegros hasta la sublimación musical, de la tristeza a la alegría hasta el llanto futbolístico, donde las lágrimas no distinguen al ganador o el perdedor. Se puede agregar que del estadio de futbol la mayoría de las veces la gente sale decepcionada, y en la ópera rara vez pasa eso, porque las personas aunque no les guste el espectáculo muchas fingen que sí.
El libro Shostakovich. El arte amordazado por la autoridad del escritor alemán Bernd Feuchtner corrobora que, en efecto, Shostakóvich compuso un ballet La edad de oro; una obra en tres actos, dividida en 37 fragmentos y que cuenta la historia de un equipo de futbol soviético que va a jugar a un país capitalista. Los jugadores capitalistas están representados por los sonidos del jazz, shimmy, tango... La presentación de dicho ballet hizo enojar a las autoridades comunistas rusas, porque al parecer el partido de fútbol musical fue ganado por los extranjeros, ya que el predominio del sonido fue de el Jazz, tango, etcétera. Esto les pareció decadente y perverso a las autoridades rusas. Dmitri Shostakóvich (San Petersburgo1806-Moscú 1975) vivió una relación de amor por el comunismo durante su juventud, pero lo despreció en su madurez. A esto ayudó la censura de su obra hecha por Stalin. La música más importante de Shostakovich son los dos conciertos para piano, los conciertos para cello y violín, sus sinfonías y cuartetos. El hijo de Dmitri: Maxim Shotakovich vive actualmente en los Estados Unidos, es pianista y director de orquesta.
Les dejo de La edad de oro la "Danza para dos jugadores de soccer soviéticos"





jueves, 3 de septiembre de 2009

Las espigadoras de Millet

LaCursivas espigadoras, es el nombre de esta pintura en la que se representa las figuras bíblicas de Mara y sus nueras, del pintor francés Jean-François Millet (1814 - 1875). Actualmente se exhibe en el museo Orsay de París. Dicha obra forma parte de las imágenes de mi infancia, ya que una copia litográfica de Las espigadoras adornaba el zaguàn de la casa donde viví. Esta pintura me es entrañable, no sólo por la nostalgia que trae de mis años de ojos exploradores, sino porque cuando la observaba, me parecía que aquélla podría ser un retrato de lo que yo veía cada noviembre cuando se levantaba la cosecha; el mismo cielo nublado, los cerros de paja y frijol (aunque Millet representa la recolección de trigo) y pudiera ser que también anduviesen por ahí las mismas mujeres. La atmósfera que veía Millet yo la he respirado. Y escuchando a Chopin, en el siguiente video, me trajo de nuevo a Mara y sus nueras, y a mi abuela.