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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 1 de septiembre de 2012

CANCIÒN DE TUMBA: LITERATURA BASADA EN EVIDENCIAS

La novela Canción de tumba de Julián Herbert, (acapulqueño, residente de Saltillo) es una obra escrita en primera persona, donde el narrador se asume como el personaje principal. Herbert, desata los recuerdos junto a su madre prostituta desde un cuarto del Hospital Universitario de Saltillo. Arrastra al presente sus imágenes infantiles y adolescentes donde los personajes caminan hacia un juicio final del que anticipadamente han pagado la condena. El autor-personaje escribe mientras observa el venopack transportador de quimioterapia que va a las venas leucémicas de su madre. El vigilante de la leucemia resucita la vida de la moribunda, Guadalupe Chávez, a la que le gustaban los boleros y cambiarse repetidamente el nombre. Él, saca a empujones de los burdeles la música, los padrotes, los maridos instantáneos de Guadalupe, a su padre platónico y al verdadero. Asimismo habla del presente que es Mónica, su esposa, que espera a su hijo Leonardo. Su mirada es serena, no se exalta mientras va junto a la prostituta, aquélla que alguna vez le gritò: “Tú ya no eres mi hijo, cabrón, tú para mí no eres más que un perro rabioso”. Un autor de literatura basado en evidencias, o casi, pues luego dice cuánta ficción se le ocurrió en el transcurso de la novela, confirmando que el escritor también tiene el poder de la translocación. Así, describe sus aventuras imaginarias en La Habana, Cuba.
En Canción de Tumba, el autor recurre poco al diálogo, en cambio afianza su prosa en el monólogo interior lo que le permite no usar comillas, por ejemplo, cuando hace citas de canciones. Sitúa al lector en una atmósfera en ocasiones sofocante por el humo del cigarro, el alcohol, las drogas, la música de los prostíbulos: el ambiento sórdido visto desde la pupila dilatada del personaje principal adicto a las drogas.
Patricio Pron en su reseña “Mèxico devorando a sus hijos” asegura que (a propósito de Canción…) la autoficciòn no es una novedad. Y es que prácticamente para la mayoría de los novelistas crear literatura desde sus propia experiencia es ineludible, pues no hay mejor forma de hablar que desde lo vivido. Edmundo Paz Soldán, asegura que es novedoso el uso de anglicismo o coloquialismos, pero no es cierto, porque desde siempre se han incluido ambos en múltiples obras. Sólo por citar ejemplos relevantes: El Quijote, tiene referencias en latín y Ulises de Joyce, escribe innumerables frases en varias lenguas. Igualmente las malas palabras u obscenidades tampoco le dan frescura porque sería interminable enlistar los escritores que las utilizan: el mismo Quijote repite varias veces la palabra puta. Entonces, cuál es la novedad en esta novela, qué es lo que atrapa al lector.  Lo primero es que se trata de una prosa muy bien escrita (que es lo indispensable en toda buena literatura) y lo atractivo y nuevo, para mí,  es la desmitificación de la madre. Sí, la abnegada y rabiosamente hipócrita se vuelve libertina y descarada. Canción de tumba es desde el titulo una ironía, es la parodia de “canción de cuna”, pero no es la ternura que encierra la frase primigenia sino la realidad cruel de una madre puta retratada por su hijo: Edipo, narrador, es el juez que no  reclama pero que exhibe sus raíces con una resignación chapeada de orgullo.
En esta novela la referencia a la Suave Patria, es como la madre prostituida y maltratada por las circunstancias. La Patria impecable y diamantina es ahora pecaminosa y destructible. La intimidad es violentada en las calles con los rifles AK-47, allí en donde los cuerpos andan ya sin cabeza. Así somos, qué se le va a hacer. No existe más la Suave Patria ni la gran familia mexicana, porque la única familia bien avenida es la michoacana. El narcotraficante es la vía pública y la soledad del joven drogadicto es la vía privada. Todo gira, no hay principio ni fin: el drogadicto y el narcotraficante son parte de la rueda del desencanto, porque el desencanto es también una forma de sobrevivir.
*Julián Herbert, Canción de tumba. México, 2012. Mandadori. XXVII Premio Jaén de novela.