Desde que era niña llegué a escuchar que todo ser humano tenía la consigna de que después de nacido, debía crecer, reproducirse y morir, y que a aquello habría que agregarle lo de plantar un árbol y escribir un libro. Con el tiempo me di cuenta de que lo seguro era que si nacías, morirías. Ésas eran las únicas partes fijas de la ecuación. El resto eran variables prescindibles. Me di por enterada de que a muchas personas no les interesaba, en absoluto, reproducirse; para algunas tener hijos no era necesario, unas por imposibilidad y otras por decisión propia, y ello no las transformaba en seres incompletos. Igualmente vi que a la mayoría eso de plantar árboles tampoco les importaba, y que al contrario, el mundo estaba lleno de zopencos que mataban bosques completos. Sin embargo yo seguí la ecuación en orden: nací, aunque me hubiera gustado primero morir y después nacer, como igualmente me hubiera gustado primero ser madre y después tener hijos. Desde luego con este incoherente juego de palabras, de ser posible en el mundo del revés, me hubiera ahorrado un sinfín de desatinos. He plantados varios árboles, unos ya no los he vuelto a ver. Tuve un hijo y una hija, mi primer libro fue la tesis profesional para titularme como médico. Se trataba de una investigación farmacológica hecha sobre corazones de cobayos (conejillos de indias) que intentaba probar sustancias que a la postre sustituirían a la digital, sustancia usada principalmente para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca. Casi sentí que había cumplido mi misión con mi tesis. Después me vi envuelta en pañales, leche y papillas; pero mientras amamantaba leía en voz alta a mis bebés historias terribles (aprovechando que no entendían), como La triste historia de Eréndira y su abuela desalmada de Gabriel García Márquez, o Cándido, de Voltaire, con su Cunegunda, hermosa y dulce jovencita metamorfoseada en vieja malvada, fodonga y fea. Leía y reía al imaginar a la acompañante de Cunegunda a la que le habían rebanado una nalga. Leí casi toda la obra de Moliere, especialmente la de temas médicos; supongo que era para no separarme de alguna manera de la medicina. Recuerdo: El médico a palos, El enfermo imaginario, Doctor enamorado, Médico volador y Tartufo, que aunque ésta última no lleva en su nombre nada sobre medicina, sí habla mucho de los médicos. Todas son obras de teatro que quizá ahora nos parezcan ingenuas, pero que encierran verdades que siguen siendo actuales. Mi pasión por los conocimientos médicos seguirá siempre porque además lo alimento diariamente, ya que mi esposo es cardiólogo y de manera irremediable coopera con ello. Y así, sin darme cuenta, me dio por escribir lo que imaginaba desatado por algo real. Lo anterior viene a mí como remembranza porque El Siglo de Torreón me ha hecho un gran regalo: publicó mi primer libro El peor de los pecados (cuentos), y este hecho ha sido un gran aliciente para mí. Me enorgullece porque en esta casa editora es donde he colaborado durante 10 años, desde que el Lic. Miguel Ángel Ruelas publicó mi primer artículo en la sección de deportes, titulado “Un ama de casa y el fútbol”; era chistoso. Todo mi agradecimiento a Doña Olga de Juambelz y mi cariño a esa mujer entrañable a quien tanto admiro. Gracias al Lic. Antonio González-Karg de Juambelz, director general de El Siglo de Torreón, y al Lic. Alfonso González-Karg de Juambelz, director general adjunto. Fue el Lic. Alfonso el primero en recibir mi manuscrito, aceptando desde un principio su publicación. A pesar de la crisis y de los problemas que a todos nos han alcanzado, mi libro se publicó en estos tiempos tan arduos en que a los escritores y a los artistas se les dificulta manifestarse, porque siempre surge la respuesta de que no hay recursos. Por ello, hoy más que nunca me siento comprometida a superar mi escritura. Pienso en lo importante que es no dejar de prepararme y seguir leyendo a los grandes y, hasta donde mi capacidad alcance, aprender de ellos. Muchas gracias por mi libro.
- ANGÉLICA LÓPEZ GÁNDARA
- Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.