Solicitar la visa estadounidense es un trámite cansado y a veces irritantes, desde pagar 166 dólares hasta contestar un cuestionario con preguntas extrañas como: ¿Ha participado en alguna conspiración contra los Estados Unidos? ¿Desea entrar a los Estados Unidos para traficar con drogas? y otras. Lo extraño de las preguntas resulta porque de antemano se sabe que nadie va a contestar afirmativamente a éstas. Y, si se vive en Torreón, hay que viajar a la ciudad de Monterrey. Llegamos a la primera de dos citas. Eran las 4 de tarde. Allí, una larga fila y un guardia dando indicaciones. El vigilante no hablaba con acento gringo, supongo que era mexicano. Él desempeñaba con pasión su trabajo regañándonos de vez en cuando: “Si no avanzamos es por su culpa. Pongan atención, necesitan copia de tal y tal… ”. Gritaba. Sin embargo, el hombre era amable cuando alguna persona le mostraba su papelería y ésta era la correcta, en ese momento un viento de superioridad lo envolvía y palmeaba al solicitante diciendo: ¡Excelente! Repetía esa palabra con mucha novedad y exaltación. Todos los merecedores de un, ¡excelente!, se formaban en la fila muy satisfechos. Dos horas después salimos del lugar de la av. Hidalgo en el centro de Monterrey. Allí solamente se habrían tomado las fotografías de la cara y de las 10 huellas digitales. Al siguiente día sería el examen, digamos, sicológico, basado en que el entrevistador decide si dices o no la verdad.
Un día después, estaríamos en el Consulado Americano a la 1 de la tarde. Allí, la conducta de las personas era más o menos igual que el día anterior. Aunque este guardia parecía más autoritario: “Naide (así, naide, pero sin n al final) puede entrar con token del banco, calculadora, teléfonos celular, bolsas, espejos, tijeras, cortaúñas, navajas o carpetas. La cartera, el cinturón, las llaves y el reloj entran, pero en esta bolsa que le voy a dar”. Y entregaba una bolsilla trasparente. Es tanto el deseo de agradar a los “jueces” que muchas personas tratan de ir muy bien vestidas, tanto, que exageran: jóvenes con traje negro y corbata, una señora con un vestido morado de grandes solapas de satín y zapatos de tacón alto. Con el sol, la humedad y los cuarenta grados centígrados, aquella vestimenta insoladora favorecía la desesperación.
Una de las tantas curiosidades de la ocasión fue ver a quien fuera Secretario de Educación Pública del Gobierno de Fox: al Dr. Reyes Tamez Guerra, que se había quitado su saco azul marino y sereno esperaba su turno. Qué ventaja hubiera sido para él que su visa expirara en el sexenio pasado, así se habría evitado el sol y la larga espera. Otra visión extraordinaria fue la presencia de una musulmana. Ella vestía pantalón blanco y una túnica del mismo color que le llegaba abajo de las rodillas, llevaba un paño de colores tenues naranjas que parecía de seda y que le cubría la cabeza pero no la cara. La pregunta era, ¿le darán la visa? Ya que a veces ha sido suficiente un apellido árabe para que les sea negada. Si se observa bien se puede saber a quién le otorgan el permiso y a quien no, es simple, sólo hay que ver a los que van saliendo del consulado con cara contenta o triste. Sin embargo yo no pude saber cuál fue el resultado para la musulmana pues con el gesto inexpresivo que entró fue con el mismo que salió.
También llegaron allí, un grupo de señores que pisaban la tercera edad y que portaban una gran manta que decía: “Sr. Gobernador queremos su apoyo para solucionar nuestro problema”. En seguida con un altavoz un orador designado habló: “Estamos aquí para que ustedes sepan que el gobierno mexicano es el más corrupto del mundo. Somos hombres que entregaron su vida y su juventud levantando la cosecha en los campos del norte. De allá nos mandaron nuestras pensiones y el gobierno mexicano se las robo. Queremos una solución, ya nos cansamos de que nos ninguneen”. Siguieron hablando durante una hora, doblaron su manta y se fueron. Luego, a las 3 de la tarde, emprendimos el regreso a Torreón esperando recibir la visa (por DHL) en casa.
Un día después, estaríamos en el Consulado Americano a la 1 de la tarde. Allí, la conducta de las personas era más o menos igual que el día anterior. Aunque este guardia parecía más autoritario: “Naide (así, naide, pero sin n al final) puede entrar con token del banco, calculadora, teléfonos celular, bolsas, espejos, tijeras, cortaúñas, navajas o carpetas. La cartera, el cinturón, las llaves y el reloj entran, pero en esta bolsa que le voy a dar”. Y entregaba una bolsilla trasparente. Es tanto el deseo de agradar a los “jueces” que muchas personas tratan de ir muy bien vestidas, tanto, que exageran: jóvenes con traje negro y corbata, una señora con un vestido morado de grandes solapas de satín y zapatos de tacón alto. Con el sol, la humedad y los cuarenta grados centígrados, aquella vestimenta insoladora favorecía la desesperación.
Una de las tantas curiosidades de la ocasión fue ver a quien fuera Secretario de Educación Pública del Gobierno de Fox: al Dr. Reyes Tamez Guerra, que se había quitado su saco azul marino y sereno esperaba su turno. Qué ventaja hubiera sido para él que su visa expirara en el sexenio pasado, así se habría evitado el sol y la larga espera. Otra visión extraordinaria fue la presencia de una musulmana. Ella vestía pantalón blanco y una túnica del mismo color que le llegaba abajo de las rodillas, llevaba un paño de colores tenues naranjas que parecía de seda y que le cubría la cabeza pero no la cara. La pregunta era, ¿le darán la visa? Ya que a veces ha sido suficiente un apellido árabe para que les sea negada. Si se observa bien se puede saber a quién le otorgan el permiso y a quien no, es simple, sólo hay que ver a los que van saliendo del consulado con cara contenta o triste. Sin embargo yo no pude saber cuál fue el resultado para la musulmana pues con el gesto inexpresivo que entró fue con el mismo que salió.
También llegaron allí, un grupo de señores que pisaban la tercera edad y que portaban una gran manta que decía: “Sr. Gobernador queremos su apoyo para solucionar nuestro problema”. En seguida con un altavoz un orador designado habló: “Estamos aquí para que ustedes sepan que el gobierno mexicano es el más corrupto del mundo. Somos hombres que entregaron su vida y su juventud levantando la cosecha en los campos del norte. De allá nos mandaron nuestras pensiones y el gobierno mexicano se las robo. Queremos una solución, ya nos cansamos de que nos ninguneen”. Siguieron hablando durante una hora, doblaron su manta y se fueron. Luego, a las 3 de la tarde, emprendimos el regreso a Torreón esperando recibir la visa (por DHL) en casa.