Visiones
de la patria muerta, el más reciente poemario de la escritora Nadia Contreras,
es un libro en el que se filtra el desaliento sobre el que navega México: La patria,
que significa padre, familia; la tierra, la madre de la que se hemos nacido. La patria
nuestra que no posee más la suavidad velardiana; donde los trenes ya no corren,
ya no se esperan. Donde la esperanza ya no pasa. La patria de ahora, la descompuesta. Pueblos, ciudades
y personas en los que transita el miedo. Un lugar que provoca escribir versos
de alientos rotos.
En un formato poco común, Visiones
de la patria Muerta, se divide en cuatro partes. En las dos primeras se
incluyen fragmentos en prosa, literaria o periodística, que, a la autora, le han
provocado poesía. Camina por reflexiones de Platón. Cita a Ortega y Gasset o se
detiene en la nota de un diario. Estas reflexiones en prosa se continúan en un verso
libre lleno de sensibilidad. Allí, se habla del poder del hombre para finalizar
la vida, pero no sólo la del prójimo sino la de todo lo que alberga agua. El
humano mata al río, al mar, al árbol, al animal: “La tierra está rota/ y muda/
los árboles no danzan/ la coreografía del viento,/ y los ríos se consumen/ en
cuencos áridos/ (…)/ La quemadura/ Atraviesa de lado a lado.”
El hombre se destruye a sí mismo, por eso el color de la
patria muerta es el rojo; porque se bebe sangre cada mañana. Tragos espesos y
ferrosos. El periódico ofrece, en su menú, la dosis diaria de terror. Así, los
restos de la patria se recogen en bolsas negras de plástico y los anuncios del
país se hacen en narcomantas. En las ciudades, la delincuencia organizada se
vuelve empresa. Los lugares y las bocas de los gobernantes se llenan de policía
investigadora. Los occisos, unos sobre otros, se apilan en la morgue
trasformada en fosa común. En las estadísticas se registran puntualmente los
desaparecidos. Eso sí, hay que saber contar.
La autora de Visiones
de la Patria muerta ve toda esa tragedia y la hace verso: “La justicia es
una casa vacía” porque se grita en: “El idioma sordo de las balas”. Al hombre,
dice: “Le suceden demasiadas cosas: desastres, guerras, abandonos”, y es que la
violencia se filtra en el instinto. Al salir de casa se enciende, automática,
la alerta de la mirada y del oído. En la imaginación surge la desgracia. De
cualquier manera, no hay salida, lo viviremos todos. Ellos, los que tienen el
poder sobre nuestras mentes, pasean en sus camionetas de susto. Nosotros caminamos,
buscamos la compasión, porque una patria sin compasión es una patria perdida. Aunque
sabemos que al país lo han tomado los que piden la sangre y el cuerpo de sus
hermanos. Los sicarios rezan a sus propios dioses, dioses que perdonan sus
pecados. Redimidos y protegidos, “¿quién contra ellos?”. La soberbia mesiánica
que alcanza para decidir quién morirá hoy. Por eso, a veces, es mejor mostrar
desinterés. Aunque, el desinterés sea una farsa. En realidad es el rencor y el miedo
los que palpitan como paloma atorada en la garganta. Miedo de enfrentar el
sufrimiento, de reconocer la inocencia extraviada entre tanta sangre.
En los otros dos apartados Visiones…, contiene un poema largo en cada uno: “Sonrisa ciega” y
“Viaje abierto”. En “Sonrisa ciega”, el título trae a la memoria, el ya lugar
común de la literatura erótica: “la sonrisa vertical”, una imagen de los
pudores femeninos, por eso logramos inferir que el tema será la sexualidad. En
este poema la autora traza la línea del dolor de la mujer maltratada, a la que
se le usa en pos de la satisfacción sexual del señor que tiene el poder y la
fuerza para someter. Pero, a pesar de todo, la víctima, la de la “sonrisa
ciega” puede contarse algunas ilusiones y buscar la salida: “En algún lugar/
del paraíso ajeno/ y la puerta/ se abre a la noche/ donde justamente/ habita la
esperanza/ Guarden sus lágrimas/ sus oraciones dices/ hay tiempo para el perdón”.
En “Un viaje abierto” la escritora vuelve a la muerte,
pero ya no habla de los coleccionistas de cadáveres, escribe versos sobre el
fallecimiento en singular. Un enfermo viaja sin boleto de regreso, porque se encuentra:
“sobre un montículo de cáncer”. Entonces, habrá que preguntarle: “¡Y si Dios se
negara a recibirte?” Y obliga, inevitablemente, a volver los ojos hacia dentro y
cuestionar ¿Y si Dios se negara a recibirme?
Visiones de la patria
muerta, son historias de dolor, escritas en verso. Nadia Contreras, recurre a
la metáfora porque sólo con metáforas se puede dar brillo a una realidad tan sombría.
Una realidad que se hace soportable sólo si los poetas, como ella, nos las
cuentan.
Contreras, Nadia. Visiones
de la patria muerta, Ediciones El
Humo. 2014. Querétaro.
Video de presentación el 26 de junio en el Museo Regional de La Laguna.