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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 14 de abril de 2012

ASIRNOS A LA SONRISA*

Han pasado meses desde que veìa varios anuncios espectaculares que invitaban a sonreír. Tengo entendido que se trata de dos campañas; una ciudadana y otra por parte del gobierno del Estado.
El hecho de que un grupo de ciudadanos invite a sonreír puede resultar alentador. Uno lo piensa, más que nada, como una convocatoria a la civilidad; a ser amables con el prójimo, a creer en el otro. Pero que el gobierno haga también esta campaña provoca diferentes reacciones. Desafortunadamente no veo que logre su alegre objetivo. Aunque no puedo basarme en un estudio estadístico serio, lo que oigo alrededor y veo en las redes sociales y foros de opinión, no son más que manifestaciones de enojo o burla para la campaña “Coahuila sonríe”.
Causan asombro algunas decisiones de los políticos, aunque la mayoría de las veces estas decisiones se toman por consejo de un asesor que las propuso, porque se supone que éste tiene claro las necesidades de la población y conoce sus reacciones, pero con frecuencia las estrategias publicitarias resultan fallidas. Como ejemplo, el anuncio de los partidos de izquierda en donde el actor Héctor Bonilla intentaba persuadir a los televidentes o radioescuchas de votar por Andrés Manuel López Obrador; eran tantas las apariciones de Bonilla, en los medios de comunicación, que llegó a hartar a los votantes.
En menor proporción, pero también lo mismo, ha sucedido con la campaña de la sonrisa coahuilense, porque se vuelve ofensivo que un gobierno les diga a sus ciudadanos que sonrían mientras reciben noticias de funcionarios y deudas de mala reputación. Es ofensivo porque circulamos por las calles de la ciudad siempre cerca de soldados o policías (que nos apuntan con sus rifles). Igualmente, vamos abriéndole paso a las ambulancias para que sigan el rastro sanguíneo. Y así, en esa imagen cotidiana hay momentos en que alzamos la mirada para encontrarnos con un enorme anuncio que dice “En Coahuila se sonríe”, verdaderamente resulta, no sólo irónico, sino patético.
La risa es pariente cercano de la sonrisa y no hace muchos años estos eran actos relacionados con la comicidad; eran respuesta a una situación graciosa, chusca. Antes, él que reía o sonreía sin razones aparentes o por causas contrarias a las naturales era considero loco o retrasado mental, “es un enajenado” se oía decir. De allí que muchos nos neguemos, estando como estamos, a tanta manifestación de contento. No es la risa ni la sonrisa la que llevará a la resolución de problemas a fondo, sino la verdadera seriedad ante èstos. Sin embargo, no significa que nos volvamos un pueblo amargado o que no hagamos lo que nos corresponde con entusiasmo, pero, ¿reírse? Me preocupa ya tanta risa, me asusta, porque creo que ante el mundo no pareceremos seres normales. Somos muchos los que deseamos que el gobierno no sea fuente de reidero, aunque éste se empeñe en serlo.
Ahora existe una nueva terapia, bueno no tan nueva, pues fue propuesta a finales del siglo XIX por John Harvey Kellogg, él de los cereales: la risoterapia, que sostiene la teoría de que si las personas reímos por cualquier motivo, o sin motivo, obtendremos bienestar y seremos personas satisfechas y felices, pase lo que pase. Ignoro que tan cierto sea esto y no pretendo experimentarlo porque seguiré considerando valiosa la espontaneidad de una saludable carcajada. Todavía no puedo reírme de la nada y menos de las tragedias. De cualquier manera y aunque las personas logren sentirse bien con la risa obligada, se trata sólo de un paliativo, ya que al verdadero problema no se le está dando el tratamiento adecuado. Ojalá fuera posible arreglar los problemas con gestos, señas o frases motivacionales. Desgraciadamente no es así, y cada vez estamos más lejos de la realidad.

*Asirnos a la sonrisa, es un palíndromo de Óscar René Cruz, al que Gilberto Prado Galán cita dentro de los palíndromos cursis. De manera que, como construcción lingüística reversible es muy buena, pero como solucionador de problemas no sirve de gran cosa.