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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 28 de abril de 2012

LA PRIMERA GRAN MUERTE

Se ha dicho mucho que los libros, hechos de papel y tinta, no sólo sirven para leerse. Se dice que sirven para adornar libreros de casas cuando el ornato no alcanza al cerebro del dueño porque éste no lee. Los volúmenes hexaédricos conformados de pastas o forros, lomo, hojas y tinta, se han usado para obtener calor al alimentar el fuego. Y con fuego, se ha intentado acallar las ideas de muchos. Sí, a la hoguera han ido decenas de obras consideradas políticamente incorrectas. Un libro puede ser un arma por lo que dice o por lo que pesa; un librazo en la cabeza puede noquear a cualquiera, ya sea en forma de golpe o por los conocimientos que impone. Para los cursis (o románticos) puede ser el hogar de una flor deshidratada. Mientras que el despilfarrador o ahorrador anónimo guardará algunos billetes entre las páginas de El jugador de Fiódor Dostoievski o El avaro de Moliere, según sea el caso. El católico rico comprará la edición más costosa de la Biblia y en su sala la exhibirá abierta en los Salmos (porque justo allí es la mitad) pero nunca los conocerá. Los libros son, todavía, negocio de librerías y editoriales. Se llevan a cualquier parte y los hay sagrados, de cabecera, de baño, de la “isla solitaria”; para tontos, genios, e infelices, y para los que quieren superarse personalmente. Los hay de todo y para todos. Nada existe si no está escrito, aunque hay muchas cosas escritas que no existen.

            Corren voces que aseguran que el libro (como objeto) va a desaparecer: Gutenberg debe de estar enrollándose en su tumba, de pura decepción; después de 563 años del nacimiento del libro de imprenta, ahora amenazan con liquidarlo. Así, la primera gran muerte ha sido anunciada con todo y sus 240 años de edad, la Enciclopedia Británica no será más papel, solamente se venderá en su versión digital. Compuesta de 32 tomos en color negro y letras doradas, esta enciclopedia que presume contener, en resumen, todo el conocimiento humano, no tendrá ahora volumen, pero sí precio. Las razones de su muerte fueron las pérdidas económicas y que se volvía obsoleta muy rápido, ya que el conocimiento se está renovando constantemente. La Británica, la más famosa y costosa de todas las enciclopedias se volvió anciana y murió.
            Para los que gustamos de los libros palpables esto es un hecho difícil de aceptar, pues muchos no únicamente leemos con los ojos, sino que buscamos el olor, el color, el diseño, la edición, el precio, y nos regodearnos cuando creemos ser afortunados al comprar una edición del Quijote que costó 30 pesos en los libros de viejo. Desgraciadamente, (o por fortuna, no lo sé) si los pronósticos llegan a ser verdad, el libro impreso tenderá a la extinción, y, ¿qué se va a hacer con tantas bibliotecas y librerías? ¿No diremos más la frase: “tonto el que presta un libro y más él que lo regresa”?
            Las ventajas de tener libros en las computadora o tabletas es que no pesan, se pueden tener cientos de ellos sin ocupan espacio físico, la búsqueda es rápida, no dañan la ecología, ni les entra termita ni hongos, aunque sí los virus. En los libros digitales difícilmente puede existir censura, se terminó la tiranía, todo mundo puede publicar lo que sea, con lo bueno y malo que esto conlleva. Un inconveniente es que a muchos lectores les cansa más la pantalla que el papel, además, si alguien llega a perder (por robo o descompostura) el artefacto electrónico la persona se quedará sin biblioteca.  
            Aunque... difícilmente algún día veremos a todos los niños de México, aquéllos a los que les faltan zapatos y que no tienen para comer, ir a su escuela a estudiar en tabletas. Considero que siempre habrá nuevos y viejos lectores que seguirán comprando libros-materia. No sabemos que tan reales sean los pronósticos, lo cierto es que para millones de lectores en el mundo, el libro ya no está más en las manos ni en el olfato, sólo en los ojos.