Luis
Rutiaga prologuista del libro Cuentos de
la selva dice sobre el autor que fue “El primer gran prosista de criollismo
fue el uruguayo Horacio Quiroga, que, aunque nacido en Uruguay, es un
adelantado de la literatura argentina y se le considera como maestro de
narradores y uno de los cuentistas más destacado de la América Hispana.”
Uno de los textos más
famosos de Quiroga es el “Decálogo para el perfecto cuentista” (publicado
en1927) allí, da consejos sobre cómo escribir un cuento. Habla de dejarse
llevar por el influjo de los grandes maestros, señalando la necesidad de
humildad y la de tener plena consciencia de lo que es el oficio de escribir.
Del decálogo destacaré tres tópicos: “Cree en un maestro -Poe, Maupassant,
Kipling, Chejov- como en Dios mismo.” El influjo de Poe es claro en Quiroga, ya
que con frecuencia recurre al terror y a los ambientes sombríos en su obra.
Otro punto dice: “Cree que el arte es una cima inaccesible. No sueñes en
domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.” Esta
parte es una alusión a la humildad. Y, cuando se refiere a la sencillez en el
lenguaje: “Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río
soplaba el viento frío”, no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas
para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si
son entre sí consonantes o asonantes…”
Horacio
Quiroga tuvo una vida trágica, llena de muertes prematuras, como la de su padre
que involuntariamente se disparó con una escopeta. El mismo autor mató, por
accidente, a su mejor amigo. Finalmente, él se suicidó ante la impotencia de
saber que padecía un cáncer terminal. Su obra expresa horror y sus personajes
viven situaciones angustiantes; encontramos muchos elementos de la literatura
fantástica y esto se puede observar en su cuento: “La gallina degollada”.
“La
gallina degollada” cuenta la historia del matrimonio de Mazzini y Berta que
deseosos de agrandar su familia deciden tener un hijo: “¿Qué mayor dicha para
dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil
egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo,
sin esperanzas posibles de renovación?” A los catorce meses de casados nace un
bebé hermoso y saludable que completa su felicidad. Pero, a los catorce meses
éste se enferma, padeciendo una fiebre de origen desconocido. Acuden con el
médico, pero no puede hacer nada y el niño queda con retraso mental profundo:
“…la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había
quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las
rodillas de su madre.”
Berta se vuelve a embarazar dos veces más, la
tercera dando a luz a unos gemelos, pero la historia se repite; tenían a sus
cuatro pequeños idiotas que provocaban que la pareja se echaran la culpa entre
ellos: “—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no? / —¡Ah, no! —se
sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!…
—murmuró. / —¿Qué no faltaba más? / —¡Qué si alguien tiene la culpa, no soy yo,
entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir. Su marido la miró un momento,
con brutal deseo de insultarla.” Y ya que las reconciliaciones eran
inevitables; Berta vuelve a quedar embarazada; nace una hermosa niña, a la que
cuidan con el temor de creer que tendrá el mismo destino que los otros
engendros: “Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre
otro desastre. Nada sucedió; los padres pusieron en ella toda su complacencia,
que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza”.
Bertita creció y durante cuatro años tuvo una vida saludable. Pero, la
catástrofe es ineludible y los personajes nunca lograran la felicidad, al
contrario, cuando creen ser recompensados por tanto sufrimiento ocasionado por
sus cuatro hijos idiotas, se descuidan y en un fatal desenlace los retrasados
terminan con la vida de su hermana.
imitando
a la cocinera que degüella a la gallina para cocinarla y hacen lo mismo.
En la obra de Quiroga
no existe la esperanza y todos los finales de desgracia.