Los
días de diciembre llegaron recortados por culpa del ocaso a las seis de la
tarde. Caminas las calles de tu ciudad mientras que dentro de ti la Una y la
Otra discuten. A la Una le alegra, como cada año, la llegada de los tordos
cabeza amarilla. “Cada día abres más la puerta a la sensiblería” le dice la
Otra. La Otra cuestiona a la Una, ¿se hace bien o se hace mediocre? La Otra tiene
malicia y quiere volar. La Una es generosa y sólo quiere ser disciplinada. La
Otra dice simplemente: “idiota”. Y es que eres una mujer trabajada por el tiempo (Borges, dixit), por eso hasta ahora, con el tiempo, reconoces que dentro de
ti, está la sombra y la luz; el Yin y el Yang del que hablan los chinos; la
sombra que tienes y de la que Jung nos ha hecho conscientes; el bien y el mal
de todas las religiones. La dualidad de la física cuántica (de la que no
entiendes nada): energía y materia a la vez. Estás viva y muerta al mismo
tiempo, porque todos los tiempos se reúnen en ti. Eres tú y los demás; un individuo
y la colectividad. Te digo pues, que debes de tener la mente abierta para que
te quede claro que la unidad siempre podrá dividirse de manera infinita. Date
cuenta de que la dicotomía de todo es lo que, más de una vez, te ha hecho
cambiar de opinión.
Sin embargo, descubres que hay situaciones
en las que tus opuestas no discuten. Por eso has pensado que la burla es la
razón por los que los mexicanos están dentro de los más felices del mundo. Te
ha obsesionado la relación de los políticos con nuestro pueblo. Una relación en
donde el dolor no evita la risa, al contrario, la risa es una forma de venganza.
La venganza de un pueblo que se está volviendo cínico porque cínicos son sus
dirigentes; lo repites. Una y otra vez has tratado de reflexionar sobre por qué
las personas se ríen tanto de los gobernadores ladrones, de lo que se equivocan
al hablar, de los que andan prófugos, de los que han permitido asesinatos. ¿Es
todo ello motivo de hacer chistes? Sí, lo es. Y es allí donde la Una y la Otra
no discuten, porque en lo profundo de su inconciencia, parecieran felicidad los
fallos de terceros. Porque trae bienestar huir de los demonios propios
condenado a los ajenos.
Otra situación en la que tus entes antagónicos
no discuten es en el dormir. En uno de tus sueños: Viajas en autobús con tu familia
primigenia, van por una carretera azarosa. Una luz mortecina cubre el paisaje.
Te sientes triste. Después ves un atardecer incendiado. Se hace de noche y al
camión se descompone, se bajan del vehículo y deben caminar hacía un hotel, al
llegar allí encuentras a tu familia adquirida. Duermen. A la mañana siguiente el
amanecer es fresco y luminoso. Ves un frondoso árbol donde se posa un enorme
pájaro multicolor en el que predomina el verde de sus alas. Estás feliz. Pero al
despertar vuelve el desacuerdo: la Una interpreta el sueño como un buen augurio
mientras que la Otra dice que no significa nada.
Pero creo que los mejores momentos de
reconciliación y regocijo en tu ser, te los han dado los libros y las música.
Esos universos que salen de hojas
blancas, que florecen y dan frutos. Aunque hay música y literatura que son casi
nada, son polvo que ha ensuciado el tiempo y el espacio. Disfrutas los libros y
la música porque están llenos de silencios, espacios, paisajes, abismos, lunas,
soles, estrellas y vacíos. Las notas y las letras están hechas de agujeros
negros y blancos y en ellas encuentras lo que ha sido, lo que es, y lo que
será; una historia, una poesía, un suspiro, un asombro, un método, una fórmula;
sonidos de tristeza que dan alegría y sonidos de alegría que dan movimiento y
reflexión.
La Una y la Otra seguirán contradiciéndose
para que tú sigas buscando nuevas
respuestas.