Memorias
de Adriano de la escritora
francesa Marguerite Youcernar (1903-1987) es una obra que, al igual que Ulises de James Joyce o el mismo Don Quijote de Miguel de Cervantes, es
un libro para personas con cierta experiencia lectora. Esta obra es una novela
histórica escrita en primera persona de manera epistolar, donde el destinatario
es Marco Aurelio y el remitente es el emperador romano Adriano. La historia se
desarrolla en el primer siglo y principios de segundo, después de Cristo;
reconstruye la vida de Adriano desde su niñez hasta su muerte.
Memorias de Adriano está apoyada en
hechos históricos; es una obra escrita con mucha pasión. Es sorprendente porque
libró las dificultades que implican recrear la vida de hace 20 siglos. Por eso
se entiende por qué la autora tardó 30 años de investigación para publicar su
portentosa novela. No obstante, una vez escuché a alguien asegurar que
Yourcenar había incurrido en muchos anacronismos; que hablaba de hechos
imposibles en su época. Yo pensé que se trataba de tenedores, ropa interior o
cualquier otro objeto aún no inventado en esa época o algún defecto estilístico
o de semántica. Pero ella se basó en los textos de la época para poder hablar
como ese entonces. Leí con detenimiento las páginas de Memorias… buscando tales anacronismos e investigando cualquier
detalle que me parecía que no correspondía a la época en cuestión. Y en una de
esas, leí un pasaje en el que Adriano sufre de hemorragias nasales y da
entender que siente la sangre latir dentro de sus arterias; tal pensamiento
sería imposible en esa época ya que en ese tiempo se creía que las arterias
llevaban aire y no sangre de allí el nombre de arteria que en griego significa tubo de aire; se sabía que las venas
tenían sangre pero se creía que las arterias conducían aire. Pensé que la
autora se había equivocado. Sin embargo, la del error fui yo, porque en otras líneas
escribe: “…tan sutil como el paso del
aire vital en las arterias; el pulso de la tierra volvía a latir”. Otro
pasaje que consideré errata es cuando menciona la enfermedad de Lucio (a quién
había nombrado su sucesor) que era la tisis, porque consideré que en ese tiempo
no se había descrito esta enfermedad (ahora conocida como tuberculosis) en la
que van expulsando, poco a poco, los pulmones. Pero, allí menciona al primer
especialista en tisis: Rufo de Éfeso y una vez más Yourcenar tiene razón. No
encontré anacronismos en Memorias…
pero no significa que no los tenga; me limito a decir que los busqué con toda
la mala intención posible y no los hallé. Creo que a Yourcenar no se le pasó
nada y tampoco a Julio Cortázar, su inmejorable traductor.
Esta
novela se ha considerada un canto al amor homosexual, ya que Adriano describe
su enamoramiento hacia el joven griego Antínoo de 16 años, quien se suicida a
los 20. También para algunos y visto con ojos actuales se trata de un acto de
pederastia. Pero para el criterio de la época se trata del amor al “bienamado” (como
le nombra Adriano), al efebo que personificaba la belleza, la verdad y la
inocencia. A la muerte de Antínoo, el viejo Adriano manda hacer decenas de
esculturas en su honor. Cabe decir que en la historia de la humanidad no existe
otro personaje al que se le hayan hecho tantas estatuas: “El culto de Antínoo parecía la más alocada de mis empresas.
Desbordamiento de un dolor que sólo a mi concernía.” Sabemos que la
bisexualidad y la homosexualidad griega o romana, en esa época, era algo
ordinario y se expresaba sin exaltación ni escándalo. Pero, decir que Memorias de Adriano es un tratado de
homosexualidad está muy alejado de la realidad, pues sería una mirada de corto
alcance, ya que el contenido de esta novela es, en su mayoría, el pensamiento
filosófico y, en específico, las dudas existenciales del emperador. Un Adriano
tan poderoso que sus subordinados habrían de pedirle permiso hasta para
suicidarse. Describe la decadencia de un hombre decrepito prematuramente
gracias a una insuficiencia cardiaca, descrita a la perfección. También habla de las
estrategias políticas y de guerra a las que él enfrenta. Asimismo, se siente la
zozobra de Adriano cuando consigue descubrir a sus traidores que con frecuencia
están en sus exagerados aduladores. Por eso “Tratemos de entrar a la muerte con
los ojos bien abiertos…” como termina aconsejando Adriano el de Marguerite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario