“No vas a creer lo que me acaba de suceder. En
serio, te tengo que contar. ¿Tienes tiempo ahora o te llamo más tarde? Bueno, te
platico mientras manejo rumbo a la casa ¡Ah, ese maldito carro se me cerró!
¡Fíjate baboso!... Ya. Siéntate, porque esto está bárbaro. Estoy segura de que
si alguien me lo hubiera platicado no lo hubiera creído: Nos acaban de asaltar
en la peluquería. Sí, sí, estoy bien. Fue sólo el susto. No, no me robó. No puedo
llevarse nada el asaltante. Sí, en la peluquería de Rubén, la que está por la
Saltillo 400. Rubén, me estaba lavando
el pelo, mientras que a una rubia le iban a poner el tinte, a otra muchacha le hacían las uñas
y otras dos señoras estaban sentadas, esperando. De repente entró un tipo, jovencillo,
como de 22 ó 23 años, apuntándonos con una pistola. Luego luego se veía que
estaba drogado. Muy nervioso nos ordenó que nos tiráramos al piso y que le
entregáramos las carteras y los celulares. Hasta ahí, se podía decir que se
trataba de un asalto normal. Si no fuera porque antes de que el asaltante dijera
algo, yo ya me había tirado al suelo y mi pelo había escurrido agua y espuma de
champú por eso la rubia, de minifalda ella, se resbaló; cayó con las piernas
abiertas y mi cara quedó justo en medio de sus pies calzados con tacones de 15
centímetros. Y, ¿qué crees? ¡La tonta no traía calzones! Creí que se me
aparecía la virgen. ¿Lo puedes creer? Ay, por favor, ¿qué quieres? Una no manda
en su imaginación. Pero es que eso no se hace. ¡No se puede andar por la vida
sin calzones! Aunque tengo que reconocer que fue gracias a la descalzonada que el
ratero no pudo llevarse nada, porque al momento de caerse, la mujer gritó tan
fuerte que el asaltante se descontroló. Entonces, Rubén aprovechó, lo agarró
por la espalda y le arrebató la pistola. Luego uno de sus trabajadores le ayudó
y lo amarraron con los cables de las secadoras. Llamaron a la policía. Los
policías nos interrogaron a cada una de las clientas, dizque porque entre
nosotras podría haber una compli… ¡Dios mío! ¡Ay, no, no, no! ¡Atropellé a un
ciclista! Luego te marco.
¿Qué
intenté escribir en el párrafo anterior? ¿Una anécdota, un relato, un chisme o
un microcuento? Según el libro Así se escribe
un cuento del escritor argentino Mempo Giardinelli, toda historia corta
podría ser un cuento. Y así es, la vida está llena de cuentos, y aunque la
estructura actual de este género literario es mucho más compleja no significa
que las primeras historias que se contaron no entren en esta definición.
Así
que los primeros cuentos que surgieron fueron orales y de alguna u otra manera,
cotidianamente, todos contamos historias que, independientemente de si son
fantasías o no, la forma que tenemos de decirlas es la del cuento. Incluso un
chisme tiene esa forma: crea intriga, plantea un problema, tiene un clímax, un
desenlace y un final. Aunque, idealmente, en el cuento el final debe ser
inesperado y los chismes, por lo general, terminan de forma predecible. Desde
luego, no significa que una persona chismosa sea buena para escribir cuentos,
al contrario; es frecuente que cuando alguien narra oralmente la historia que escribió,
ésta puede resultar interesante al oído pero decepcionar al momento de leerla.
Así se escribe un cuento es un libro que
está dividida en dos partes en la primera expone todas las posibilidades de la
naturaleza del cuento, su historia, los primero escritores de este género como
Luciano Samosata “(griego nacido en Siria, bajo el poder romano en el año 125 y
muerto en 192)” grandes escritores modernos, como Borges, Cortázar, Rulfo, Fuentes,
entre muchos otros. La segunda parte se trata de entrevistas a sobresalientes
cuentistas. Giardinelli, dice que el
cuento es una mirada a lo ordinario y es allí donde radica su atractivo, no es
necesario narrar nada fuera de lo cotidiano sino tener la habilidad de seducir
al lector con simplezas.
El
libro de Giardinelli puede ayudar a escribir un cuento, pero sin duda la mejor
escuela está en leer y releer a los buenos cuentistas.