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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 24 de septiembre de 2016

ANALGESIA


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El hombre angustiado

Eran los últimos respiros de la noche. El anuncio del amanecer lo hacía el canto de las torcazas. Un día más es lo mismo que decir un día menos: El movimiento perpetuo de la vida. Mi mente regresa de la inconsciencia con la mirada abierta; preguntas sobre el dolor y la muerte me golpean, al recordar los gráficos de “Después de tu muerte” de Ramin Nazer. Pensé: “la muerte nos iguala a todos y el dolor nos diferencia”. El momento de la línea perpetua en mi corazón, llegará. Por fortuna no sé cuándo. Así, contamos los días que ya tienen número desde la eternidad. El misterio está en lo que sigue, si es que hay un paso más después del umbral de luz. Qué pasará con mi pequeña alma vagabunda: entrará en otro cuerpo humano, será un fantasma asustaniños, viajará por el espacio sideral, se convertirá en rata, caballo, gato, perro, manzana o nopal.  Acaso arderé en los infiernos ambientados con humos de azufre. O tal vez,  en una esperanza idílica, obtendré la gloría y estaré en un lugar lleno de colores pastel; ¿encontraré en el cielo la felicidad sinfín que ahora se me antoja estéril? ¿Despertaré del sueño que es la vida? O, ¿el gnomo que me sueña dejará el mundo de Morfeo? La duda viene entre tantas teorías que llegan a decirme otras locuras, como que es posible que yo sólo sea un programa de computadora. Entonces pienso en quienes amo y en el recuerdo que les quedará: Mi necedad ya no será defecto, mi risa se trasformará en tristeza y mi locura será ejemplo de lucidez. Ellos sabrán cuánto los he amado y cuánto amo este tiempo y este espacio.
De manera que, entre la vida y la muerte, siempre está el dolor. Sin dolor no existimos. El dolor es obligado y necesario. Un dolor avisa que saldremos del vientre materno y aseguran que éste, es el más intenso que un ser humano puede sentir, parecido a los que se sufren con los cálculos renales, la angina de pecho o el infarto al miocardio. Dolores físicos que anuncian sobre lo que no funciona bien. Entonces, en general, haciendo a un lado el masoquista, buscamos la analgesia, tratamos de quitar el dolor, o al menos, atenuarlo.
Por eso me intriga la somatización de la tristeza: cuando el dolor del alma se sale por el cuerpo. Desde luego, de alguna u otra forma, todos lo padecemos, porque es imposible separar el cuerpo de la mente. Eso únicamente se logra volviéndose difunto. Así, vemos que el estrés y la tristeza producen gastritis, colon irritable, ataques al corazón, etcétera. Por ello, existen personas que sufren y se vuelven hipocondriacas y al menor rechazo les duele la cabeza o no pueden respirar. Sin embargo, hay una condición extraña, y es cuando, inconsciente o conscientemente, se desea que la congoja se vuelva algo corporal. De allí que encontremos a pacientes que simulan dolores intensos que ceden con la aplicación de un placebo. Y es que, en general, las personas creen que el dolor físico es algo imposible de comprobar. Es decir, si yo digo que tengo una neuralgia aguda e intensa, todos me deben de creer y no hay forma de que comprueben que miento. Pero, en algunos casos, sí hay forma de demostrar la mentira. Por ejemplo, una mujer que llega a urgencias de un hospital con un grito adolorido y  que al momento de tomarle los signos vitales no tiene baja en la presión arterial, ni taquicardia y su piel esta inmutable (sin sudoración ni palidez), entonces, para el médico es difícil de creer que esa manifestación sea algo grave. Desde luego,  nadie, por fiel al rencor que sea, creerá que a través de una actuación con contorsiones y gemidos, se puede producir la muerte. E igualmente, nadie debe juzgar a quien le desaparecen las molestias con una inyección de solución salina. Habrá que entender que el sufrimiento real sigue allí, que no escapa tan fácil y que la creatividad teatral se dispara con el sufrimiento.

La analgesia puede venir en una aspirina, en un abrazo y de forma definitiva en el polvo en el que nos convertiremos. Bueno, eso espero.

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