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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 12 de marzo de 2016

DON QUIJOTE PARA CRIMINALES

Las supuestas lecturas de El Chapo

Entre las preguntas que a nadie se le ocurriría hacerle a “El Chapo” Guzmán, uno de los criminales más brutales y astutos de México, sería sobre cuáles han sido los tres libros que han marcado su vida. Se prejuzga que él no lee. Por eso causó sorpresa que en su cama se encontrara el libro Zero Zero Zero, del escritor italiano Roberto Saviano. También se informó que, ahora que está de nuevo en prisión, le han regalado el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha;para que se cure de la depresión. Dicen
En la segunda estancia en la cárcel de El Altiplano, se aseguró que este narco comenzaría a escribir sus memorias. El Chapo, apenas terminó la primaria , pero podría convertirse en un célebre escritor. En su tercera captura, este nuevo estudioso de El Quijote, creerá que esta novela no lo retrata, como si lo hace el libro de Saviano. Sin embargo, Guzmán Loera, estará equivocado porque existen muchos pasajes en los que puede sentirse identificado. Enseguida cito algunos ejemplos.
En un pasaje, don Quijote observa que un maleante va más esposado que los demás: traía candados y grilletes en el cuello, en la cintura, en las manos y en los pies y una cadena tan grande “que se la liaba por todo el cuerpo”, de tal forma que “ni con las manos podía llegar a la boca ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos”. Pregunta por qué “iba aquel hombre con tantas prisiones”. A lo que el guardia responde que “tenía aquél solo más delitos que todos los otros juntos y que era tan atrevido y tan gran bellaco, que, aunque le llevaban de aquella manera, no iban seguros de él, sino que temían que se les había de huir”; un arcaico pero fiel retrato del capo en cuestión. Allí mismo se apunta: “y que harta ventura tiene un delincuente que está en su lengua su vida o su muerte,  y no en la de los testigos y probanzas“. En efecto, su comunicación (su lengua) lo privó de la bonita libertad, como diría el devoto al subterráneo.
Cualquier narcotraficante mexicano encontraría frases que le recordarán su oficio como: “que tanta mano ha querido dar a este desuellacaras en su casa. […] que le mates, como yo pienso que quieres hacer, ¿y qué hemos de hacer de él después de muerto?” Lo de desuellacaras trae a la memoria lo que hicieron los Z en los primeros días de enero del 2010, en Culiacán, Sinaloa: le desollando la cara a Hugo Hernández de treinta y seis  años y la cosieron a un balón de futbol. El sadismo del martirio de san Bartolomé, común en nuestros días. Y la pregunta ante el asesinato sobre qué se hace con el muerto. Fuego. Sierra. Ácido. Fosa común. Los narcos saben qué hacer. “Pon, ¡oh miserable y endurecido animal!”. “Ladrón desuellacaras”. “Enemigo del género humano”…
 “Se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas e hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura?”. Allí, el lector se recordará a sí mismo y traerá a la memoria, el fuego como origen de su estirpe: La quema, en Sinaloa, de cultivos de amapola ordenada por el gobierno y el incendio de pueblos enteros de Durango perpetrado por sus enemigos los Z. En ese pasaje, don Quijote vagaba por Sierra Morena (la sierra, el hogar del cártel de Sinaloa) y hablaba de uno que usaba más de tres nombres distintos.
El lector podrá divertirse con el licenciado y cura Pedro Pérez, que salvó a don Quijote de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, evitando que lo hiceran preso. El licenciado Pérez aparece travestido, lo que entonces se decía “ataviado en hábito de doncella”; se leerán versos reconfortantes: “Busco en la muerte la vida,/ salud en la enfermedad,/ en la prisión libertad,/ en lo cerrado salida/ y en el traidor lealtad…”,

“¿Y dónde has visto tú o leído jamás que caballero andante haya sido puesto ante la justicia, por más homicidios que haya cometido?” Muchos criminales, por más asesinos que sean, se sienten como don Quijote: protectores de los desposeídos. Y prosigue: “Probásemos otra vez la suerte de buscar más aventuras; y si no nos sucediese bien, tiempo nos queda para volvernos a la jaula”. Tal vez eso ya no será posible. Tal vez.

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