Sucede que camino con la mañana y con la mirada abierta.
Voy recogiendo la gracia, y a veces la hostilidad, de los perros. A cincuenta
metros recorridos, desde mi domicilio hacia el oriente, hay una casa en donde
viven seis perros, sin falta, uno de ellos, (un grandulón), me ladra frenéticamente.
Alguna vez lo vi escaparse de la reja
que lo contiene, por eso me da un poco de temor. Una ocasión, cansada de su violencia
“verbal”, hice lo propio: grité: “¡Cállate. Tonto!”. El ladrador se quedó desconcertado
y en silencio. Yo había encontrado la forma para que dejara de molestar. Sonreí
ante tan miserable logro. Al día siguiente repetí el grito. Y el perro ladró
con más furia. Creo que esos ladridos me acompañaran mientras ambos sigamos
haciendo lo mismo. En general, los perros entienden la intención de quien les
habla. Por supuesto, no he estudiado sus procesos cerebrales, pero a lo largo y
ancho de mis años han pasado ocho perros y puedo comprobar que sus
personalidades son tan variadas como las de los humanos. Solo que ellos son
mucho más nobles.
Llego al parque y le doy varias vueltas. Sin
remedio, evoco a los antiguos hospitales siquiátricos donde los locos caminaban
en círculos. Me agrada creer que el ejercicio hecho de esa forma me da salud en
todos sentidos. En este lugar veo perros de raza pug caminando. Esos perrillos
tan extraños representan un definitivo ejemplo del capricho humano. Después de
que vi la serie Cosmos, supe que
todos los canes son el resultado de la manipulación genética artificial. Se ha alterado
la originalidad de estos animales como la de ninguna otro; infinidad de cambios
a sufrido su ADN desde su ancestro, el lobo; “El humano a domesticado a sus
depredadores y a algunos los volvió un chiste”. Un chiste, esos son los pugs. Debido
a esa selección artificial ahora tenemos perros por demás extravagantes, inteligentes,
nobles, fieros, cazadores, pastores, falderos, policías… Para cada necesidad o
personalidad existe una raza.
En
ese parque he visto tres border collier jugando con su dueño; un señor con un
bóxer muy desobediente. Anda por allí un chihuahua muy alegre que camina sin
correa y que a veces parece perdido. He visto shith-tzu, cocker, puddle y de
otras razas. Es rarísimo ver a alguien con un perro criollo o mestizo; damos
excesiva importancia a la pureza racial de los canes, cuando, en general, en América
no existe la pureza racial de los humanos; si fuera por eso los perros no
querrían salir a pasear con sus dueños. Alegarían que somos humanos “corrientes
o de la calle”.
He
visto otros perros que me caen bien: por la calle Laguna Norte, hay una pareja de
éstos que sale a pasear sola. Algunas veces los he visto por las mañanas y
otras antes del ocaso. Ese par de adorables ancianos son un basset hound y otro
que parece cocker, (no estoy segura). El basset, que debe ser el más viejo,
camina muy despacio y renco; sube la banqueta con mucha dificultad, primero
levanta una pata y un rato después la otra y más tarde el resto. Lo hace con
tanta dificultad y concentración que realmente me enternece. Aunque su amigo no
anda tan lejos de eso. Ellos no necesitan de dueño que les señale el camino.
También,
he observado a un hermoso rottweiler,
muy educado, a él lo pasea su dueña, pero ella no camina, sujeta la correa
desde arriba de su Mercedes y él, a pata, caminando sereno. Yo quiero pensar
que tan distinguida señora tiene algún problema de artrosis que le impide
caminar.
Me
gusta ver que las personas hagan ejercicio acompañados de sus mascotas. Pero lo
mejor es que recogen los deshechos de éstas. Lo desagradable del parque de Las
Ranas es el atroz estado de la banqueta. Espero que quienes administran la
Sociedad Cooperativa de los colonos de Torreón Jardín, un día se decidan a
arreglarla.
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