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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

domingo, 15 de febrero de 2015

TODOS LOS AMORES SON RIDÍCULOS (Parte II)


En El libro de los amores ridículos, igual que en la novela La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, las historias se desarrollan en el desacuerdo en torno al régimen comunista, pero también, en cómo quebrantar la monogamia. Los personajes masculinos, especialmente, son incapaces de ser fieles. El deseo de huir de la dictadura gobernante se aplica, además, a quien no acepta la tiranía de amor. Así, los seductores gritan su libertad a través de la sexualidad: “La erección es una insurrección, el cuerpo excitado altera los dictados del orden establecido” como dice Pascal Bruckner en su ensayo Las paradojas del amor. Los personajes de Kundera abrazan sus instintos para obtener la libertad. Aunque, el acto sexual es importante siempre y cuando no se haya conseguido, porque una vez consumado pierde relevancia, hasta que surge de nuevo la necesidad; como cualquier instinto que atrae la atención sólo en la insatisfacción, es decir, sólo si no ha sido atendido.
La energía de los protagonistas se dirige al juego de la seducción que termina en un acto sexual sin consecuencias. Entonces, uno entorna la mirada y como mujer se pregunta si no es éste un enfoque meramente masculino y que el escritor checo no tuvo la doble visión de los narradores que han sido capaces de fascinar por su manera de captar la esencia femenina (no únicamente la del hombre) como lo hicieron Gustave Flaubert con su Emma Bovary o Henrik Ibsen con su muñeca Nora e incluso Alejandro Dumas con su Margarita (la de las camelias), por mencionar algunos­­­­. Todas esas mujeres literarias sufren las consecuencias al protestar ante una dictadura sexual moralizada por una sociedad machista. 
Volviendo a la ridiculez de los amores y a la mercadotecnia que se da de manera natural en todas las relaciones. En El libro de los amores ridículos, los amores se cotizan como en todo mercado que está sujeto a la oferta y la demanda. Por ejemplo, en el relato “El Dr. Havel al cabo de veinte años” en el que Kundera retoma a uno de los protagonistas de “Symposion”: Un Dr. Havel envejecido acude por enfermedad a un balneario en donde trata de poner en práctica sus encantos donjuanescos de antaño. Él se deprime al darse cuenta que a nadie estimula, ni aun cuando, ante la masajista del balneario, se apresura a sumir la panza y a expandir el pecho. El doctor no se resigna a dejar de ser un conquistador e intenta poses francamente ridículas que sólo provocan desprecio. Luego, hace que su esposa vaya a visitarlo. Se trata de una actriz bella y famosa, pero, insegura y celosa. Havel busca que lo vean con su hermosa mujer para, de esa manera, subir el precio de sus acciones. Y lo logra. Después de verlo con la actriz las demás mujeres muestran interés por él. Si ese hombre es capaz de tener a tan atractiva señora seguramente es un tipo excepcional. Esa es la lectura de aquellas candidatas. El viejo doctor seguro de su renovada plusvalía suelta la panza, se despreocupa y vuelve al coqueteo con muy buenos resultados.
Sin embargo, las transacciones también se darán en la amistad: “La mujer fea espera lograr algo del esplendor de su amiga más guapa; la amiga guapa, a su vez, espera reflejarse con mayor esplendor si la fea le sirve de telón de fondo; de ahí se desprende que nuestra amistad se vea sometida a continuas pruebas.” Escribe Kundera, al parecer buscamos espejos que reflejen la imagen que mejor nos acomode, si bien, no siempre es la más fidedigna. 
El misterio del amor persistirá pero siempre surgirán las situaciones ridículas y de mercadeo que unirán o destrozarán las relaciones. Baste asomarnos a nuestra propia historia, o más fácil aún, a la historia de otras parejas y tendremos a la vista la ridiculez, desde la cursi costumbre de los apodos hasta los chistes repetidos que no tienen ninguna gracia para terceros. Vayamos a ver a los grandes amores de la literatura a los adolescentes suicidas Romeo y Julieta, al loco de don Quijote y su Dulcinea, aquella mujer robusta que no se bañaba y que olía a ajos y cebollas, al cándido Cándido y su Cunegunda, gruñona, fea y maloliente, y etc.