Yo
leo la mente. Sé lo que pensaron al toparse con esta declaración. Lo sé. Pero
no, no lo crean del todo. Sí estoy loca pero no tanto. Aunque mi clarividencia no
va a llegar a niveles de poner un consultorio que anuncie: “Aquí se lee la
mente” donde se sugiera al usuario olvidar la lectura del café, tarot,
caracoles, mano, iris, pies, etcétera, y que invite a desnudar el cerebro de la
esposa, esposo, suegra, hijo, o bien, que ofrezca a cada cual el descubrimiento
de lo que su mente esconde. Claro, eso nunca va a suceder. Reconozco que soy
ignorante de muchos tipos de lecturas, pero, aunque comercialmente nunca voy a
explotar ese don, lo mío, lo mío, es decir, mi especialidad, es leer la mente.
Por ejemplo, adivino que algunos de los
que leyeron el título de este artículo pensaron que iba a hablar sobre la
campaña de lectura de El Siglo de Torreón,
y bueno, ya que no siempre me gusta decepcionar a las personas (ni a los
animales), sí voy a hablar de eso. Es que, sin querer, me vi involucrada en esa
campaña. Digo, no fue decisión mía pero lo hice con mucho gusto. Llegaron a casa dos jovencitas
(Miryam y Erika) preguntándome por qué o para qué leía. Parte del objetivo de
la respuesta era la espontaneidad. Entonces me quedé pensando unos segundos y respondí:
“Leo para tratar de entender la vida”, allí en mi respuesta iba implícito el
porqué, porque en efecto, no entiendo la vida, al menos no muy bien. Y aunque
di mi contestación en ese momento, la pregunta me acosó el resto del día, la
noche y hasta la mañana siguiente (¡obsesiva!, sentenció el lector que todo lo
juzga). En realidad, no me especificaron a qué tipo de lectura se referían,
pero claro, no era necesario porque cuando se asegura que alguien es un “lector
voraz” es lo mismo que decir que le atañe la literatura, que se involucra con
la novela, poesía o cuento. Desde luego, atendiendo a mi respuesta, sí creo que
leer ayuda a entender la vida, porque en las letras conocemos más sobre la
conducta humana. Sin embargo, a veces pienso que lo único seguro es que la
literatura sirve como método anticonceptivo. Está comprobado; siempre coincide
que los países que más leen son los que menos nacimientos tienen. La explosión
demográfica de un país aumenta cuando su población basa su criterio únicamente en
lo que le dicta la televisión. Muy contrario al sentido del chiste estúpido de: “¿Qué,
tus papás no tenían tele?”. (Acertaron. Me pasó más de una vez, aludiendo a que
provengo de una familia exagerada en múltiples sentidos).
México es un país lector, pero no de lo
que debería. Sí, todo mundo está
gastándose los ojos en las redes sociales o en el teléfono celular. No sé si esté
cuantificado el tiempo que perdemos involucrándonos en textos banales, en
videos tontos o husmeando perfiles. Aunque también es cierto que se ojean
periódicos, revistas, instructivos, música (los que pueden), recetas de cocina
y libros didácticos. Lástima que la mayoría no toma en cuenta que acudir a la
escritura de arte es igual que leer la mente. No hay mejor oportunidad de
conocer las grandes testas que leyendo lo que escribieron.
Estarán preguntándose, y, ¿dónde quedó
la arrogancia de la sentencia inicial de “yo leo la mente”? Les digo, sí sé lo
piensan los otros. La telepatía existe. Aunque no es exclusiva de mi persona. En
realidad todos tenemos ese don, pero no nos fiamos de él, especialmente los
jóvenes no creen en lo que comúnmente se llama intuición o sexto sentido que
corresponden a lo que es leer la mente. Al pasar de los años es muy importante confiar
en lo que creemos que los otros piensan porque cuando acertamos crece la
autoestima. ¿De qué se trata eso de leer la mente? Se trata de saber
interpretar los signos de una mueca,
palabra o acción. A todos nos ha pasado que al llegar a un lugar y
sentimos cómo allí se llena de un pesado silencio y eso nos hace deducir que
estaban hablando de nosotros. No, no es paranoia, eso sucede. O, a veces, vemos
gestos de fastidio en la cara de enfrente y todavía se nos ocurre preguntar,
¿estás aburrido? ¿Por qué existen las “miradas que matan”?, porque a través de
la mirada se lee el pensamiento. Entonces yo, tú, él, vosotros leéis la mente y
todo lo que se le atraviese.