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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 18 de febrero de 2012

AUTORRETRATO CASTELLANIZADO

Tomo el Autorretrato de Rosario Castellanos como plantilla para escribir mi autorretrato. Sé que casi no se parece al original porque me ha sido negada la poesía.
Digo entonces, también: Yo soy una señora, y que dicho tratamiento para mí ha sido fácil de conseguir; se me proporcionó de forma muy natural. En mí, como en Rosario, es cierto que el título de señora es más útil que aquél que me extendió la universidad donde está impreso mi nombre sobre piel de cerdo. Allí, una fotografía en la que casi no reconozco a la joven que aparece. Así, pues, luzco mi trofeo y repito: yo soy una señora, dos veces bien gorda, según lo dictaban, no los astros, sino los períodos gestacionales. No me he enterado de cuánto he encanecido porque mi pelo es castaño claro número 6.13 y lo venden en el departamento de perfumería. Ni muy bonita ni muy fea. Igual, mi apariencia ha cambiado con el tiempo, las alegrías y las tristezas se han quedado en mi rostro. No obstante, en mi cuerpo no se quiere quedar el ejercicio que hago, en cambio, la comida se empecina y lucho contra ella. Soy de estatura más o menos breve lo que casi logro resolver con un par de zapatos de tacón.
Castellanos asegura que ella era mediocre, y no le dolía decirlo porque mentía. ¿Yo?, mejor me quedo callada. Pero no me topo con mis enemigos y no charlo con hombres que toman wiski en las rocas y hablan de política y literatura.
¿Amigas? humm, a veces, raras veces. En las dosis precisas, suficientes para que a la fecha sean todo terreno. En general no uso tanto los espejos sólo lo estrictamente necesario. Soy esposa de Eduardo y madre de otro Eduardo y de una Carolina, los tres son enseñanza siempre y hasta ahora, no se han erigido jueces crueles ni verdugos y eso a veces me hace sospechar de mi capacidad. No me exigen demasiado. Mientras tanto, los amo.
Escribo, no cómo quisiera, pero escribo. Vivo como casi todo mundo, con vecinos con los que apenas convivo con un saludo amable. Desde mi ventana de recámara alcanzo a ver a un Cristo que se hace pequeño con sus brazos abiertos que no han conseguido proteger mi ciudad. Tengo una palmera, hogar de palomas torcaza que me place observar.
Escucho música obligada por los albañiles que siempre andan rondando cerca de donde vivo y me imponen cumbias, rancheras y norteñas. Igualmente en otro horario escucho los sonidos de mi gusto. No voy a exposiciones de pintura pero sí a muchas presentaciones de libros y a las de la Camerata. Soy asidua al cine, donde tomo café engañando como descafeinado; dejo que mientan y esa noche duermo hasta la madrugada.
No me gustan las fiestas ruidosas ni tumultuarias. Prefiero la escases de compañía y a bajos decibeles. Disfruto estar en mi biblioteca rodeada de muertos (y algunos vivos) que me gritan sentencias inteligentes mientras que yo imagino tonterías.
A veces sufro. Sin embargo, creo que mi naturaleza es más bien alegre y río fácilmente, sobre todo si la gracia es inesperada y no está tan gastada. Lloro poco, lo indispensable para el desahogo, porque desde que cumplí “cierta edad” mis ojos dejaron de verse tiernos con las lágrimas; envejecen 30 años con las lágrimas. Lloro por dolores concretos nunca porque se me haya quemado el arroz o haya perdido el recibo del predial. El llanto no es en mi un mecanismo descompuesto.
Me gusta caminar por las calles y respirar profundo en espera de una ciudad mejor, pero no sé bien a bien cómo puedo cooperar.
*Esta que vez aquí, de rostro parecido más a un pajarillo que a cualquier otro animal (porque todos nos parecemos a algún animal), de piel un poco rubicunda (antes blanca) de cabello castaño, frente casi lisa y desembarazada, de ojos siempre curiosos y de nariz recta y pequeña; pretende escribir bien, solamente eso, escribir bien. Intenta decir a los demás lo que es y no lo que no es.
*El último párrafo no es castellizanizado, quiso cervantinizarse. Pido disculpas, sé que nadie ha aprendido a Cervantinizar ni siquiera los grandes cervantinizadores.