Me he dado cuenta que en ocasiones me irrita escuchar a las personas cuando hablan de la violencia que estamos viviendo en la Comarca Lagunera y en todo país. Hay días en los que siento que me lastima y evito leer las notas rojas o le cambio al noticiero de la televisión. Mi mente, mis ojos, mis oídos están fatigados de ver y oír sobre tanta sangre. No sé por qué me sucede eso si yo misma no puedo evitar expresar opiniones sobre el tema. Algo pasa; tengo la sensación de que si soy la que trae a la plática dichos acontecimientos es como si me exorcizara o alejara de la inseguridad, en cambio, cuando es otro quien lo habla siento que me acerca más. Sin embargo hay momentos en que resulta inevitable que nuestros espacios de convivencia se llenen irremediablemente de queja y, sobre todo, de preocupación. Les contaré una anécdota sobre una cara más de la inseguridad: El robo a casa-habitación, que se ha vuelto cada vez más frecuente. Los crímenes más crueles hacen que se desaten otros que no por ser puramente materiales, son menos preocupantes. Es decir, el delincuente no organizado o medianamente organizado aprovecha que las autoridades son rebasadas por los secuestros y asesinatos, entonces, otro tipo de maleantes, en su laxa moral, se dedican a robar casa por casa. Las técnicas de detección de hogares vacíos comienzan por ir tocando a cada uno y verificar si no hay nadie. Lo hacen en repetidas ocasiones; preguntan si se desea que se haga algún trabajo o cualquier tontería. Sé de un hombre joven que anda pidiendo 20 pesos y que se enoja si no se le dan, pero al parecer su interés principal es saber si hay personas o no en la vivienda.
Cierta tarde iba a salir de mi casa para ir a la tienda, pero al asomarme a la calle vi que había muchos policías corriendo y hablando por radio. ”Algo pasó, algo está pasando o algo va a pasar”, me dije. Así, ¿a quién se le puede ocurrir salir de su casa? Esperé y en un rato más vino mi vecina a preguntarme si no había visto alguna camioneta o a alguien extraño en su casa (enfrente de la mía) porque le habían robado sus televisores, joyería y otras cosas. La casa estuvo sola de 4:30 a 6 de la tarde. A los ladrones no les importó que nuestra calle fuera una de las más transitadas de la colonia, ni les impidió que fuera pleno día. Sentí pena de no poder ser de ayuda, pues de haber coincidido en mi salida y percatarme del robo, habría llamado a la policía. No fui útil para mis vecinos. Además, cuando los robos son tan cercanos a nosotros, irremediablemente sentimos como una agresión anticipada. ¿Quién sigue? Sí, porque hace algunos meses también a mis vecinos de a lado les ocurrió lo mismo (aun teniendo un circuito de seguridad). Definitivamente todo eso hace que se esté en constante alerta y temor.
Tantos robos a casas han hecho que la convivencia con las personas que nos prestan servicios se haga de desconfianza porque surgen las conclusiones: ¿Quién fue? Y la respuesta natural es: alguien que sabía los horarios de salida de quienes viven allí o los albañiles o los que fueron a componer los aparatos de aire, el plomero, etcétera. Surgen muchos sospechosos.
Por eso tenemos que estar más en contacto con los vecinos. Sí, que nos ayudemos unos a otros para comunicarnos cuando veamos algo sospechoso. Aunque como me decía una amiga, es que mi vecino es ya en sí un sospechoso. Pero creo que la mayoría tenemos vecinos confiables. Aun así tengo esperanza en que los problemas de inseguridad que estamos viviendo se autolimiten como pasa con las ratas de campo: Cuando hay cosecha se reproducen sin medida, pero luego, al terminar la cosecha, se vuelven caníbales, se comen unas a otras y la sobrepoblación termina y así las ratas siguen viviendo, pero de una manera funcional para el ecosistema.
Cierta tarde iba a salir de mi casa para ir a la tienda, pero al asomarme a la calle vi que había muchos policías corriendo y hablando por radio. ”Algo pasó, algo está pasando o algo va a pasar”, me dije. Así, ¿a quién se le puede ocurrir salir de su casa? Esperé y en un rato más vino mi vecina a preguntarme si no había visto alguna camioneta o a alguien extraño en su casa (enfrente de la mía) porque le habían robado sus televisores, joyería y otras cosas. La casa estuvo sola de 4:30 a 6 de la tarde. A los ladrones no les importó que nuestra calle fuera una de las más transitadas de la colonia, ni les impidió que fuera pleno día. Sentí pena de no poder ser de ayuda, pues de haber coincidido en mi salida y percatarme del robo, habría llamado a la policía. No fui útil para mis vecinos. Además, cuando los robos son tan cercanos a nosotros, irremediablemente sentimos como una agresión anticipada. ¿Quién sigue? Sí, porque hace algunos meses también a mis vecinos de a lado les ocurrió lo mismo (aun teniendo un circuito de seguridad). Definitivamente todo eso hace que se esté en constante alerta y temor.
Tantos robos a casas han hecho que la convivencia con las personas que nos prestan servicios se haga de desconfianza porque surgen las conclusiones: ¿Quién fue? Y la respuesta natural es: alguien que sabía los horarios de salida de quienes viven allí o los albañiles o los que fueron a componer los aparatos de aire, el plomero, etcétera. Surgen muchos sospechosos.
Por eso tenemos que estar más en contacto con los vecinos. Sí, que nos ayudemos unos a otros para comunicarnos cuando veamos algo sospechoso. Aunque como me decía una amiga, es que mi vecino es ya en sí un sospechoso. Pero creo que la mayoría tenemos vecinos confiables. Aun así tengo esperanza en que los problemas de inseguridad que estamos viviendo se autolimiten como pasa con las ratas de campo: Cuando hay cosecha se reproducen sin medida, pero luego, al terminar la cosecha, se vuelven caníbales, se comen unas a otras y la sobrepoblación termina y así las ratas siguen viviendo, pero de una manera funcional para el ecosistema.