Desde el punto de vista de la Teología, la Escatología
es el tratado de los últimos tiempos, de
la muerte, del purgatorio, del fin del mundo… este es un tema que se ha
estudiado mucho en la obra de Cervantes, pero El Quijote, también contiene varios párrafos que hablan de la otra
acepción de la Escatología: la de los excrementos y las suciedades.
Especialmente
en el capítulo XX, de la primera parte, se refiere a este tópico: Mientras don
Quijote y Sancho cenan en un bosque y van en busca de un río para tomar agua. El
viento y el ruido de los árboles y los animales crean un ambiente terrorífico,
es entonces cuando Sancho siente miedo. Y en ese momento don Quijote le dice
que se irá en busca de aventuras por tres días, que lo espere allí y que si no
regresa vaya con Dulcinea y le diga que su amado a muerto: “En esto, parece ser
o que el frío de la mañana que ya venía, o que Sancho hubiese cenado algunas
cosas lenitivas, o que fuese cosa natural —que es lo que más se debe creer—, a
él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera hacer por él;
mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no osaba apartarse
un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía gana tampoco
era posible; y, así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la mano derecha,
que tenía asida al arzón trasero, con la cual bonitamente y sin rumor alguno se
soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían sin ayuda de otra
alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron como grillos;
tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire entrambas posaderas,
que no eran muy pequeñas. Hecho esto, que él pensó que era lo más que tenía que
hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia…”
Algo había comido Sancho que le provocó diarrea,
pues así lo explica Cervantes: “le sobrevino otra mayor, que fue que le pareció
que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes
y a encoger los hombros, recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero,
con todas estas diligencias, fue tan desdichado que al cabo vino a hacer un
poco de ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don
Quijote y dijo:
—¿Qué rumor es ese, Sancho?
No sé, señor —respondió él—. Alguna cosa nueva debe
de ser, que las aventuras y desventuras nunca comienzan por poco.”
Y al
tercer intento, finalmente Sancho queda satisfecho: “Tornó otra vez a probar
ventura, y sucedióle tan bien, que sin más ruido ni alboroto que el pasado se
halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Mas como don
Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos y Sancho
estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los vapores
hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus narices; y
apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas entre los dos
dedos, y con tono algo gangoso dijo:
—Paréceme, Sancho, que tienes mucho miedo.
—Sí tengo —respondió Sancho—, mas ¿en qué lo echa
de ver vuestra merced ahora más que nunca?
—En que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar
—respondió don Quijote.”
Don
Quijote se queja de la excesiva confianza en la que entrado con Sancho: “Retírate
tres o cuatro allá, amigo —dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos
de las narices)—, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo
que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado
este menosprecio.”
Lo más
sorprendente de estos párrafos es que en ningún momento se usan palabras
vulgares, si no que el juego es a través de un ingenio en las palabras.
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