Hace trece años leí la autobiografía del maestro
Saúl Rosales, texto que pocos conocemos
porque nunca ha sido publicado. Con esta lectura tuve una idea de cómo se veía
él a sí mismo y de cuáles fueron los hechos de su vida que consideraba
relevantes. Allí, recuerda a su madre Epigmenia Carrillo, mujer de “talante
festivo” a quien no le gustaba su nombre, por eso fue cuidadosa al escoger él
de sus hijos. Así, llamó Saúl a su quinto hijo; un nombre bíblico para aquel
niño que al hacerse hombre reclamaría su fe en el ateísmo. Rosales escribe de su
madre con ternura, con admiración. Epigmenia es una mujer estoica, diligente en
casas extrañas; mantiene a una familia de seis, porque el padre enfermo aporta
poco o nada al sustento familiar. Su madre murió en 1983, a los 76 años, de un
obstinado cáncer: “Me quedé para siempre con el autorreproche de no haber
podido decirle nunca te quiero”, dice el autor.
Los retratos junto a su padre son de colores
tristes. En uno, el niño de cuatro años, de blanquísima piel y pelo negro (abundante
y ensortijado) está encaramado en la barra de una cantina, mientras David
Rosales, su padre, toma cerveza y presume de su hijo varón, (otros dos no habían
sobrevivido). En otra imagen, el pequeño camina por algún burdel de la zona de
tolerancia, acompañando a su progenitor. El último retrato es donde el escritor
aparece preocupado por saldar las cuentas del Hospital Universitario, lugar
donde falleció don David a la edad de 92 años.
Saúl
Rosales nació en Torreón en 1940 en la colonia Metalúrgica y creció en la colonia
Ana, en el barrio de la Paloma Azul. Fue un niño tímido, inhábil jugador de beisbol,
trompo, balero y canicas. Era malo para los juegos más no para el trabajo. A
los doce años se desempeñó como aprendiz en una imprenta, pero al año lo
nombraron linotipista, provocando el asombro de sus compañeros. Estudió en la escuela
primaria federal Felipe Carrillo Puerto, dónde fue una víctima más, de quienes
consideraban obligatorio a recitar “El brindis del bohemio” de Guillermo Aguirre:
“y a pesar del glamur precarista de una cosa así me
sentí ridículo por el gigantesco moño negro de listón y el saco de supuesto
bardo con que me caracterizaron”, asegura el escritor.
En sus días escolares, Rosales, se deslumbró con el
libro América es mi patria de Wilberto
Cantón; conoció la poesía con Hojas de hierba
de Walt Whitman y la novela La buena tierra, de Pearl S. Buck, de esta obra expresa: “No recuerdo nada de la novela
de Buck. Nunca he podido releerla […] no recuerdo nada, excepto que me hizo muy
feliz leerla y que ella contribuyó a despertarme la idea de ser escritor algún
día”.
El joven Rosales terminó la primaria y luego siguió
trabajando en la imprenta para ayudar económicamente a sus padres. A los
diecinueve años viajó a la ciudad de México dónde se enlistó como soldado y posteriormente
ingresó a la Escuela Militar de Mecánicos de Aviación de la Fuerza Aérea
Mexicana (que después sería trasladada a Zapopán, Jalisco). “Llegué a sargento
segundo de alumnos y a comandante de la escolta de la escuela que para entonces
ya integraba, con la de pilotos y la de meteorólogos, el Colegio del Aire de la
Fuerza Aérea Mexicana”. Aun haciendo la carrera militar nunca dejó la
literatura, recuerda sus lecturas y entre muchas, la de Las Novelas ejemplares de Cervantes. En 1956, recibía “un abultado
sueldo” como mecánico de aviación en el hangar presidencial durante el sexenio
de Adolfo López Mateos. “Había que dar mantenimiento a dos F-27 y a un DC-3”,
fue en ese tiempo cuando comenzó a escribir. En 1965 dejó la fuerza aérea y se desempeñó
como empaquetador de libros en las bodegas de una librería, después fue ascendido
a vendedor y allí conoció a Juan Rulfo, quién lo recomendó para trabajar como
reportero para el periódico El día.
En estas páginas está el amor de Saúl Rosales hacía
sus hijos Igor y Nadia, sus andanzas de profesor, su militancia de izquierda, sus
amargos recuerdos de su relación con una directora teatral y las historias con
sus Dulcineas, relatadas unas con respeto y otras con cariño. Espero que el
maestro Saúl Rosales publique pronto su autobiografía.