2014, fue nombrado por el Gobierno del Estado de
Coahuila como el “Año de las y los jóvenes coahuilenses” ¿Por qué usaron los
artículos “los y las”? ¿No hubiera sido mejor utilizar la frase “Año de la
juventud coahuilense”, tomando en cuenta que no excluye a nadie? Con la
justificación de la no discriminación a la mujer, la feminización del lenguaje
ha caído en el absurdo. Especialmente los políticos se han excedido en el uso
de palabras que, ellos creen, deben llevar la “A” femenina y no la “O”
masculina. Se han obsesionado tanto con la “A” que a todos los sustantivos
masculinos se la quieren poner. Así, llevan sus discursos a la ridiculez. Afortunadamente,
los medios de comunicación escritos y hablados no han entraron, del todo, en
esa práctica feminizadora, pues tendrían que ampliar sus espacios para transmitir
ideas llenas de divagaciones, en lugar de ideas claras y sintetizadas.
Resulta
molesto que cada vez que se está aludiendo a hombres y mujeres, (para que nadie
se sienta ofendido) esto sea aclarado, como en el caso de: “Las funcionarias y
los funcionarios”, “Los compañeros y las compañeras”, etcétera, porque hasta a
los defensores de esta forma de hablar les es imposible sostenerla, no los
escucharemos decir: “El perro y la perra son los y las mejores amigos y amigas del
hombre y la mujer”. Es realmente pesado escribir o hablar en esa forma. Por eso
han surgido propuestas que pretenden evitar tanto la redundancia como la
discriminación, una de ellas es que a toda palabra que excluya a uno de los dos
sexos se le deseché la “a” o la “o” sustituyéndola por una “e” y que nos expresemos
así: “Querides amigues”, por ejemplo. En fin, todo esto se ha prestado para
muchos juegos y burlas.
Otros, para evitar la duplicación de la palabras
prefieren sustituir la repetición con la arroba (@) para referirse a ambos
sexos. Desde luego, esto se puede hacer en la comunicación escrita; todo mundo
lo entiende porque tiene una “a” contenida en un “o”, pero, ¿cómo deberíamos
leer en voz alta amig@s? ¿Sería amigoas o amigaos? Ese es el principio del
problema. Sin embargo, esto no evitará que se siga usando, aunque se trate de
una aberración lingüística porque la arroba no es una letra sino un símbolo de
origen árabe que representa una medida de peso. En inglés @ se pronuncia “at” (que
significa “en” o “a”) y, ya se sabe, se utiliza para especificar direcciones de
Internet.
Lo cierto es que estamos ante una resignificación
del lenguaje; encontramos que los
oficios y profesiones se han feminizado, ahora existen juezas, médicas,
ingenieras, carpinteras, etcétera. Mucho se ha ganado. E igualmente se ha insistido
sobre las frases discriminatorias hacia la mujer; uno de los ejemplos más
citados es cuando se habla del “hombre público” refiriéndose a los funcionarios,
pero cuando se dice “mujer pública” se piensa en la prostituta, porque hay que
tomar en cuenta que antaño el hombre no se prostituía y la mujer no ocupaba
cargos públicos. Existen muchas expresiones que segregan a la mujer, no
obstante, el diccionario poco a poco lo ha ido modificando a nuestro favor.
Tomando en cuenta que tenemos muchos recursos en
nuestro idioma no son necesarias prácticas que abonan más a la ignorancia que a
la equidad de género. Desde luego, el idioma español se irá reformando con creatividad
y no en detrimentos de la economía y la estética del lenguaje. La feminización
del lenguaje ha surgido como una expresión obligada y ciertos conceptos se
tendrán que dirigir hacia el hombre y la mujer específicamente, sin embargo,
ello no significa que se haga de manera innecesaria y repetitiva.
El respeto a la mujer no se centra en decir “los y
las” sino en función de la igualdad en los sueldos, en que no haya feminicidios
ni mujeres maltratadas, entre otros. Es imprescindible persuadir a través del
lenguaje, pero duplicar las palabras en los discursos, cambiándolas con la
inserción de una “A”, es sólo un ardid político.