Prefiero
que la cara me arda, a que se me caiga de vergüenza, o mejor aún, nunca sentir
que me muero por esta causa. Prefiero sentir una vergüenza ajena que una
propia. Sé que hay ocasiones en que los hijos avergüenzan a los padres y
viceversa y que algunos la sienten por su origen o su condición socioeconómica
o porque se creen feos o poco listos. Aunque siempre es bueno tener una medida
de este sentimiento en el cuerpo, un poco está bien, tampoco hay que exagerar. De
manera que si se tiene algo de vergüenza la vida camina, más o menos, en armonía
con los demás, ya que cuando se pierde por completo las cosas suceden como
suceden y todos pasamos muchas vergüenzas. Aunque siempre se puede alegar esa
tontería de “vergüenza es robar y que te vean”, no obstante que todo mundo se
dio cuenta de que robó y que él nada sintió y nomás dijo: ”Yo ya me voy al
extranjero a estudiar idiomas”.
Se
ha perdido por completo la vergüenza, no hay rastros de ella. Nadie sabe a dónde
se fue, si está desaparecida, si la mataron o la secuestraron, la mutilaron o la
dejaron hecha una ídem. A pesar de
eso algunos se avergüenzan de ser laguneros por lo que otros hacen y por lo que
yo he dejado de hacer. Se han vivido grandes vergüenzas, eso sí. Sin embargo,
algunos ni la conocen y hablan tan cínicos de sus mentiras. Son como ésos que
andan desnudos exhibiendo sus vergüenzas como si éstas fueran orgullos: son
unos sinvergüenzas, descarados (o sea que no tienen cara, se les cayó desde
antes. Desdenantes, pues).
Así
como la envidia es verde igual que la bilis y la tristeza es azul parecida al
cielo; la vergüenza es roja como la sangre en los cachetes cuando ésta se sube
a la cara, es una cubierta hecha de manos que son máscara, es una cara que se
cae y es un parpado agachado en la mirada; es unos hombros acongojados y un
arrastrar de pies. La vergüenza es un temblor de piernas y manos, un corazón
acelerado, una voz despedazada y es también, una mentira para que crean que soy lo que no soy. Pero, lo que en este lugar es vergonzoso en
África es vivir en libertad y un eructo es fiesta en los países Árabes. Y si
para vergüenzas no se saca siempre existe la posibilidad de convertirse en aquél
que todo le importa poco.
Ahora les ha dado por llamar vergonzante
a lo vergonzoso, con el sufijo ante, es decir, él que hace una acción como el caminante,
danzante triunfante, migrante… queda claro que se refiere a las personas o
cosas que hacen un acto cualquiera. En este caso sería aplicado a los
individuos, pese a eso no lo usan para la gente sino para la misma acción, así
aseguran: “es vergonzante la manera de robar al erario público”, por poner un
ejemplo. No les queda claro que la manera de robar es vergonzosa, produce
vergüenza y que el vergonzante es el ratero porque comete la acción de
avergonzar.
La
definición de diccionario dice que la vergüenza es un “sentimiento ocasionado
por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante”. Es
algo más, es el filtro que impide que me vean los colmillos de mi animalidad,
es la máscara de la vida que es el carnaval permanente. Que igualmente se toma como
sinónimo de pena o la canción de Silvio Rodríguez que se llama “La vergüenza” y
que canta así: “Tengo una mesa/ que me alimenta,/ que a veces tiene/ hasta de
fiesta./ Mas si tuviera/ sólo una araña/ burlona en mi despensa,/ tendría la
vergüenza./ ¿A qué más? (…) Tengo luz fría/ y lavamanos,/ cables, botones/ casi
humanos./ Pero si fuera,/ ay, mi paisaje/ sólo de ruinas intensas,/ tendría la
vergüenza…”
Casi
lo dije al inicio de este texto: la vergüenza es uno de los sentimientos que da
soporte a las relaciones humanas. Para vivir en sociedad hay que tener cierta
medida de ésta, ni mucha ni poca, la necesaria. Pues la vergüenza en exceso
hace que los individuos sean superficiales o que no se puedan relacionar con
los demás. Quienes poseen demasiada le dan valor a lo que no lo tiene y los que
no tienen nada de vergüenza menosprecian lo que para la mayoría es valioso.