Muchas gracias a Gregorio Muñoz por sus palabras sobre mi libro. El autor es también arquitecto y fotógrafo. Esta reseña se publicó en la revista Siglo Nuevo el sábado 10 de julio de 2010.
El pecado de Angélica
Gregorio Muñoz
“Vos hicisteis al hombre, pero no a su pecado”
Agustín de Hipona
La colección de cuentos de Angélica López Gándara de reciente publicación es más que una confesión. Al recorrer los íntimos laberintos que componen su obra descubrimos una voz que surge de la reflexión sobre lo cotidiano, los conflictos existenciales y la memoria.
Ella misma revela el origen de su sugestivo título remitiéndose a un poema de Borges. Aventura además una clave para una posible interpretación cuando afirma: “Todos vivimos en prosa”. Ciertamente, nuestra existencia no es la de los juglares, ni de los poetas, sino de los seres de palabras fluidas, de la oralidad pura.
Es de igual forma un testimonio de su afición por coleccionar vocablos para desenmascarar la veleidosa condición de las palabras, de su caducidad, de su vigencia, de su corruptible materialidad. También de su obstinación por recuperar un pasado que se muestra como la vuelta al origen después de la expulsión del edén. El retorno a una tierra que solo existe ya en lo imaginario.
El pecado de Angélica no es la falta contra la razón, la verdad o la justicia. Tampoco en el sentido de la hamartia griega y la falta de tino. Menos aún la acepción antigua que se refiere al olvido. Muy lejos de la trasgresión voluntaria es como ella misma lo confiesa sin esperar absolución alguna, la felicidad no lograda. Ese fallido acto que vulnera la existencia humana: la omisión.
Trae la expiación encarnada en los personajes de sus historias. En la soledad de la edad senil; en el aislamiento de la vida urbana; en el abandono de los desposeídos; en la infidelidad y los celos; en el hartazgo de la rutina diaria y las pequeñas desgracias personales; en el vacío nocturno del andén de una terminal de autobuses; en el agotamiento de la jornada diaria como umbral de una noche en blanco.
Una revelación salpicada de musicalidad de personajes en los que la ironía relaciona a Farinelli con la castración de un canino; a la madre de un poeta con Mozart; a Salieri con la mediocridad; a Verdi con la soledad de un inmigrante; a Tschaikovski con la esquiva memoria y a la cumbia con el transporte público.
De igual forma es un mapa de sus rutas literarias: Daudet y el carácter vivencial del texto; Herman Hesse y los demonios internos, la infidelidad y el sicoanálisis; Dickens y la solitaria y reflexiva cocción de un pavo navideño; José Emilio Pacheco con Comala y Telcel; Saúl Rosales con la divinidad y la magia; el Kamasutra, con el pudor y la ciencia ficción; Poe con el insomnio.
Su convicción de mujer contemporánea se refleja en esos mínimos episodios que surgen entre la hora del desayuno y la cena; entre la escuela primaria y el despertar de la vida adolecente; en las aulas de la facultad y los amores primeros; en los vericuetos de la vida profesional entre diagnósticos y ensayos. Las cavilaciones de la vida diaria elevadas a las alturas del lenguaje como un diálogo consigo misma.
No es difícil así imaginar a la autora oculta tras la construcción de cada uno de los cuentos de la colección que hoy pone en nuestras manos. Soledad, tristeza, cuitas. Reflejos de la vida diaria salpicados de humor. Relatos de espacios generosos que nos llevan por calles infinitas, por campanario fatales, por los reductos del crimen de las azoteas.
Angélica con sus treintaiocho relatos reunido bajo el título “El peor de los pecados” nos redime del olvido y del silencio. Nos rescata de la soledad y la ignominia. Es una confesión que al tiempo de hacernos partícipes del crimen de escribir, nos exorciza y nos absuelve en el acto purificante de la lectura.
Desde mi perspectiva de lector los recorro con avidez deseando que más que el final de un viaje, sean solamente un alto en el camino de una marcha larga y fecunda.
Correo electrónico: gregoriomunozcampos@hotmail.com
Gregorio Muñoz
“Vos hicisteis al hombre, pero no a su pecado”
Agustín de Hipona
La colección de cuentos de Angélica López Gándara de reciente publicación es más que una confesión. Al recorrer los íntimos laberintos que componen su obra descubrimos una voz que surge de la reflexión sobre lo cotidiano, los conflictos existenciales y la memoria.
Ella misma revela el origen de su sugestivo título remitiéndose a un poema de Borges. Aventura además una clave para una posible interpretación cuando afirma: “Todos vivimos en prosa”. Ciertamente, nuestra existencia no es la de los juglares, ni de los poetas, sino de los seres de palabras fluidas, de la oralidad pura.
Es de igual forma un testimonio de su afición por coleccionar vocablos para desenmascarar la veleidosa condición de las palabras, de su caducidad, de su vigencia, de su corruptible materialidad. También de su obstinación por recuperar un pasado que se muestra como la vuelta al origen después de la expulsión del edén. El retorno a una tierra que solo existe ya en lo imaginario.
El pecado de Angélica no es la falta contra la razón, la verdad o la justicia. Tampoco en el sentido de la hamartia griega y la falta de tino. Menos aún la acepción antigua que se refiere al olvido. Muy lejos de la trasgresión voluntaria es como ella misma lo confiesa sin esperar absolución alguna, la felicidad no lograda. Ese fallido acto que vulnera la existencia humana: la omisión.
Trae la expiación encarnada en los personajes de sus historias. En la soledad de la edad senil; en el aislamiento de la vida urbana; en el abandono de los desposeídos; en la infidelidad y los celos; en el hartazgo de la rutina diaria y las pequeñas desgracias personales; en el vacío nocturno del andén de una terminal de autobuses; en el agotamiento de la jornada diaria como umbral de una noche en blanco.
Una revelación salpicada de musicalidad de personajes en los que la ironía relaciona a Farinelli con la castración de un canino; a la madre de un poeta con Mozart; a Salieri con la mediocridad; a Verdi con la soledad de un inmigrante; a Tschaikovski con la esquiva memoria y a la cumbia con el transporte público.
De igual forma es un mapa de sus rutas literarias: Daudet y el carácter vivencial del texto; Herman Hesse y los demonios internos, la infidelidad y el sicoanálisis; Dickens y la solitaria y reflexiva cocción de un pavo navideño; José Emilio Pacheco con Comala y Telcel; Saúl Rosales con la divinidad y la magia; el Kamasutra, con el pudor y la ciencia ficción; Poe con el insomnio.
Su convicción de mujer contemporánea se refleja en esos mínimos episodios que surgen entre la hora del desayuno y la cena; entre la escuela primaria y el despertar de la vida adolecente; en las aulas de la facultad y los amores primeros; en los vericuetos de la vida profesional entre diagnósticos y ensayos. Las cavilaciones de la vida diaria elevadas a las alturas del lenguaje como un diálogo consigo misma.
No es difícil así imaginar a la autora oculta tras la construcción de cada uno de los cuentos de la colección que hoy pone en nuestras manos. Soledad, tristeza, cuitas. Reflejos de la vida diaria salpicados de humor. Relatos de espacios generosos que nos llevan por calles infinitas, por campanario fatales, por los reductos del crimen de las azoteas.
Angélica con sus treintaiocho relatos reunido bajo el título “El peor de los pecados” nos redime del olvido y del silencio. Nos rescata de la soledad y la ignominia. Es una confesión que al tiempo de hacernos partícipes del crimen de escribir, nos exorciza y nos absuelve en el acto purificante de la lectura.
Desde mi perspectiva de lector los recorro con avidez deseando que más que el final de un viaje, sean solamente un alto en el camino de una marcha larga y fecunda.
Correo electrónico: gregoriomunozcampos@hotmail.com