Don
Quijote prometió a Sancho Panza hacerlo gobernador de la ínsula Barataria. El
nombre Baratario en El ingenioso hidalgo
don Quijote de la Mancha, se explica porque
el lugar se llamaba Baratario, “... ya por lo barato con que se le había dado el
gobierno”, narra Cervantes. Aunque el régimen "panzista", es en realidad una
broma cruel, ello no obsta para que el caballero y su escudero se lo tomen muy
en serio. Los capítulos XLII y XLIII (de la segunda parte de la novela) están
dedicados a las reglas a las que deberían ceñirse los buenos gobernantes.
En
el corto periodo gubernamental de Sancho, éste se comporta con mucha propiedad
y hasta con inteligencia: “Todos los que conocían a Sancho Panza se admiraban,
oyéndole hablar tan elegantemente, y no sabían a qué atribuirlo, sino a que los
oficios y cargos graves, o adoban o entorpecen los entendimientos” Luego,
Sancho habla sobre su ínsula: “Diez
días la goberné a pedir de boca; en ellos perdí el sosiego, y aprendí a
despreciar todos los gobiernos del mundo; salí huyendo della, caí en una cueva,
donde me tuve por muerto, de la cual salí vivo por milagro”, dice Panza, para
quien diez días de mandato fueron suficiente para aprender: “a despreciar
todos los gobiernos del mundo”, a pesar del deseo que tenía de “probar a qué
sabe eso de ser gobernador”. Sin duda ya “ha mucho tiempo” de la mala reputación
de los políticos.
En el trance de aquel mandato, don
Quijote aprovecha para dar toda clase de consejos a su acompañante para así logre
convertirse en un gran gobernador. Por ejemplo:
Sobre
el vestir: “No andes, Sancho,
desceñido y flojo, que el vestido descompuesto da indicios de ánimo
desmazalado, si ya la descompostura y flojedad no cae debajo de socarronería,
como se juzgó en la de Julio César.” (…) “No sería que sería bien, que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote”.
Sobre
la fe: “Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle
está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.”
Sobre
las dificultades del “conócete a ti mismo”: “Lo segundo, has de poner los ojos
en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil
conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como
la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá a ser feos
pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu
tierra”.
Sobre
la humildad: “Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies
de decir que vienes de labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se
pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso, que pecador
soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos han subido a la
suma dignidad pontificia o imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer
tantos ejemplos, que te cansaran”.
Sobre
la virtud: “Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer
hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes
y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale
por sí sola lo que la sangre no vale”.
Sobre
las apariencias que engañan: “Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele
tener mucha cabida, con los ignorantes que presumen de agudos”.
Sobre
las buenas formas: “Al que has de castigar con obras, no trates mal con
palabras, pues le basta al desdichado la pena del suplicio, sin la añadidura de
las malas razones”.
Sobre
las esposas: “Si trujeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que
asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala
y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un
gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta.”
Cómo
éstos, muchos. Les vendría muy bien a nuestras autoridades leer los consejos
para gobernar de El Quijote, para que
dejaran de ser gobiernos baratarios o baratos. Aunque lo barato les venga, no
en el sentido de lo que cuestan sino en
el sentido de lo que valen frente a los problemas de sus gobernados.