Nazul
Aramayo (Torreón, Coah, 1985) ha escrito Eros
díler, una novela corta que habla sobre las adicciones de La Laguna: del futbol
que hace campeones a todos, por lo que se beben la última gota de cerveza del
desierto, mientras, se rolan la marihuana. El sexo en la calle Morelos o en una
cantina de prostitutas a doscientos o de travestis a cuatrocientos, más lo del
hotel. Todo eso se hace al son de cumbia.
Eros díler.
Eros del dios griego del sexo y díler, del distribuidor de droga al menudeo. Un
texto escrito en primera persona, con un narrador que recurre a la autoficción para
tramar la historia de Cleti y Yoselyn. Una pareja de jóvenes que viven en una
tierra sudorosa. Torreón y sus alrededores son otro personaje --cacarizo y
apestoso--, que da soporte a la estructura de la novela.
La
portada revela justo lo que ocurrirá al abrir el libro: un fondo tapizado de
hojas de marihuana, una caguama como monumento (la caguama y la gente
acostumbran sudar, unas por frío y los otros por calor. El objeto se humaniza y
el hombre se vuelve objeto). También, en la imagen, un joven con la virgen de
Guadalupe enredada en la frente. Allí mismo un vocho verde que sostiene a una
mujer desnuda con múltiples tatuajes en los que caben: el diablo, la marihuana,
el Sagrado Corazón de Jesús y la serpiente que, después sabremos, la incitará a
suspender el embarazo no deseado con pastillas para las úlceras gástricas. Así,
los personajes llevaran en su piel la oscuridad, la luz y la liberación del espíritu
que viajará con boletos de hierba, piedra y polvo de segunda clase, porque en Torreón
no se vende droga de calidad. Cleti recuerda que alguna vez probó soda
colombiana “…casi sin cortar, casi pura, casi el paraíso”. La droga se vende
por todos lados y en las colonias populares la imagen de la virgen de Guadalupe
aparece para indicar el camino a los devotos y para proteger a los vendedores
de la policía. Todo, una farsa.
Cleti,
el personaje principal, estudió Comunicación pero es poeta y ganó una beca del
gobierno. Dice que ya no se preocupará por el dinero. Trabaja de dependiente en
una tienda que vende camisetas, sábanas para la yesca, pipas para la piedra (o crack)
y dosificadores de soda. Donde las sábanas son papel para hacer cigarros de yesca
que es la marihuana. Todo eso en el profundo viaje de las adicciones porque al
protagonista no se le gusta estar con los pies sobre la tierra, necesita elevarse,
sacer la magia de su interior, por eso igualmente recurre al peyote para desprenderse
de sí mismo y tener sexo con su Yoselyn quien vomita con aquel cactus. Alguna
vez le promete llevarla a Oaxaca para que pruebe los hongos. Él, busca el
infinito y la policía lo sabe por eso lo encarcela. Él paga el arresto con una noche
llena de excremento y con una mentada de madre al despedirse de los que allí seguirán.
Actualmente los escritores jóvenes
recurren mucho a la narrativa en primera persona, utilizan un lenguaje nacido
del instinto, sin pretensiones éticas, pero si con deseos de crear una estética
realista con la crudeza necesaria. Plasman el idioma de los jóvenes. Por eso es
extraño ver que muchos reseñistas dicen sobre esta literatura que utilizan un “lenguaje
fresco”, no sé porqué. Se trata de frases obscenas o lo que para la mayoría sería
un habla vulgar. Ello no significa que un texto pierda valor. Claro que no, ya
que muestra genuinamente la manera en que los personajes se comunican. Sin
embargo, algunos lectores pueden sentirse saturado al leer novelas como Eros diler, por la repetición abusiva de
ciertos vocablos como “morrita”, quizá la voz más clonada en la obra. Además,
la referencia exagerada a los genitales masculinos; ya sea porque le vale… o
manda a alguien a que recorra ese territorio. Lo deseable sería evitar la
pobreza en el vocabulario. Aunque Aramayo diversificación el léxico en algunos
pasajes de la novela ya que el protagonista es poeta.
Eros díler,
un retrato actual de nuestro espacio.
Aramayo, Nazul. Eros díler, Editorial Jus, Direcciòn Municipal de Cultura. Torreòn.
2012.