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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 19 de enero de 2013

LA DROGA CONTRA LA GUERRA

Reviso los textos que he escrito sobre la guerra contra las drogas y me doy cuenta que entre más me informo y oigo más balazos y sirenas, he ido trasformando mi opinión. Así, de estar en contra de la legalización cambié a la convicción de que descriminalizar, tanto las sustancias como los individuos, es la única forma de solucionar la violencia que sucede en torno a la problemática del narcotráfico.


Cada vez son más las personas que se manifiestan a favor de la legalización de las drogas. La razón es de sentido común: mueren más personas por la lucha contra el narcotráfico que por el consumo de drogas ilegales. Esta claro que el remedio es peor que la enfermedad. Un tratamiento iatrogénico que, sin embargo, los gobiernos insisten en aplicarlo.
Hace algunos años, en La Laguna, los padres se preocupaban porque sus hijos no cayeran en adicciones, ahora alarma más que un joven, estando en la calle sea muerto por una bala. En la actualidad los muchachos son más vulnerables a morir violentamente y lejos de disminuir el consumo de drogas ha aumentado. El riesgo de ambos peligros es mayor. No obstante, las adicciones generalmente tienen la posibilidad de ser tratadas con éxito. En cambio, la herida por arma de fuego, con más frecuencia, mata a la primera exposición.
Es engañoso que la ley diga que vender y consumir drogas está prohibido, es cierto, no se encuentran en los estantes como los cigarros y el alcohol, pero sabemos que se venden en cualquier lado.
Las sustancias sicoactivas tienen muchos usos en anestesiología y siquiatría. Las drogas funcionan como los cuchillos: son utensilios necesarios para cocinar o, en forma de bisturí, para hacer cirugías, pero igualmente son un arma con la que se puede herir o matar. Es lo mismo con las drogas sicoactivas bien usadas dan beneficios, pero su mal uso trae efectos secundarios graves e incluso fatales. Recordemos que casi todas las drogas son naturales, entonces es absurdo atacar a una planta como si fuera un ente diabólico: todos los estudios indican que la marihuana es una de las drogas menos dañinas, incluso que el alcohol y el tabaco. A la marihuana se le ha llamado “la droga contra la guerra” o la del “amor y paz”, porque disminuye la agresividad ya que baja los niveles de testosterona (de allí sus efectos secundarias de ginecomastia y esterilidad). El marihuano no quiere pelear; quiere comer y hablar porque la cannabis es un potente estimulante del apetito (orexigénico) y provoca verborrea.
Existe una moral absurda por parte de las autoridades que dicen querer evitar una juventud drogadicta, pero acaso no es inmoral permitir que se les secuestre y mate. Paradójicamente las calles están llenas de vendedores de estupefacientes, ya que, como bien se ha dicho: “Si las autoridades no son capaces de evitar las drogas en una cárcel, menos lo va poder hacer en las calles”.
Los narcos cuestan mucho dinero al Estado no sólo porque se utilizan marinos, ejército, policías estatales y federales para capturarlos, sino porque se gasta construyendo más cárceles donde se les mantiene y protege. Al enfocarse los gobiernos en la guerra contra las drogas dejan de usar recursos para educación, salud y otros servicios. Toda su atención se centra en capturar cabecillas de cárteles, y a medida que esto ocurre favorecen la corrupción y que los delincuentes menores no sean castigados, no se aplica la ley y en consecuencia viene el estado fallido y surgen los brotes de anarquía.
Más de 60 mil muertos no le indicaron al expresidente Felipe Calderón que el camino era equivocado: se descabeza un cártel y a éste le brotan otras cabezas más sanguinarias. Ojalá pronto quienes gobiernan se den cuenta que la guerra contra el narcotráfico no funciona y que lo mejor sería la legalización de la marihuana y la despenalización de las otras drogas. Al dejar de ser criminal, vendedor y consumidor, el tráfico de armas cesará y las muertes disminuirán. Se podrán encauzar los recursos a los otros rezagos que padecemos.