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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 22 de octubre de 2016

ADIVINANZAS LITERARIAS

Resultado de imagen para las cuatro manzanas que cambiaron el mundo
Las adivinanzas eran juegos de niños. Antaño repetíamos oraciones, rimadas y simples, como la del aguacate: “Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón. El que no lo adivine, será un burro cabezón”; la del agujero: “Qué es, qué es, que entre más le quitas más grande es?; la del humano: “¿Qué animal nace en cuatro patas, crece en dos patas y envejece en tres patas?”. O la de la abeja: “Mi picadura es dañina, mi cuerpo insignificante, pero el néctar que yo doy, te lo comerás al instante”. Supongo que ahora, con la tecnología, los niños resuelven acertijos menos inocentes, diferentes a los de mi generación.
Algunos autores acuden a las adivinanzas literarias como recurso creativo y las incluyen en su obra narrativa. Desde luego, son diferentes a los juegos infantiles y son más elaboradas. Y ya que a mí me parece un ejercicio divertido, escribí dos adivinanzas que a continuación les expongo. Al final están las respuestas. Por si acaso.
1.- En el principio fue la prohibición, porque todos equivocaron la lectura e ignoraron que nunca se habló de mí. Aunque puedo reconocer que, a pesar de la gran presencia que tengo en la ciudad norteamericana del terror, en ciertas circunstancias sí debo de ser prohibida, porque soy capaz de provocar la perdición de toda mi parentela. Reconózcanme, soy hermosa y brillante. Me visto para la ocasión en diferentes tonos, entre ellos el verde y, sobre todo, el carmesí, que es el color favorito de quienes me poseen; con éste aparezco en fotografías y pinturas, donde para recordar que me puedo corromper, no pocas veces, me acompaña un verme. He sido importante en la historia de la humanidad, he estado presente en la ciencia, la medicina, la tecnología, la religión y la literatura. En ciencia, por ejemplo, un tal señor señor Isaac me obligó a trabajar en estado de gravidez; en literatura han dicho que he envenenado a más de una joven; en religión me culpan, falsamente, de todos los males que aquejan a la humanidad. En la vida moderna, las mujeres que odian comer sólo me aman a mí. Tecnológicamente, represento el envenenado mordisco al estatus de la high society. Y en el mismo nivel, soy la referencia de los jóvenes holgazanes que aseguran que no necesitan la universidad para ser millonario. De naturaleza saludable y aunque me atragante, soy la única parte anatómica que, en ocasiones, descubre que una Eva en realidad es un Adán. Vivo y muero en cualquier confitería o me puedo evaporar para que mi espíritu se transfigure en champaña para los pobres.
2.- Soy el mal de la era modera. Soy invisible, pero pueden ver mis consecuencias. No se sabe si yo escojo a mi víctima o ella me escoge a mí. No es que sea fea pero todos concuerdan en calificarme de desagradable, por eso comprendo que nadie me quiera. Aunque, el desprecio del mundo no obsta para que yo acompañe a millones de seres humanos todos los días, en todas sus actividades. Me instalo en sus gargantas hasta provocarles la sensación de ahogamiento; cuando toco su corazón lo desboco hasta que sienten que pueden morir en ese instante de un ataque cardiaco; en el estómago me puedo transformar en grandes cantidades de ácido, a tal grado que he perforado esta víscera y a muchos he llevado al quirófano por ésta causa; soy capaz de enlentecer el movimiento peristáltico hasta llegar a inflarles los intestinos, de tal forma que creen que pueden reventar. Sin embargo, es el cerebro donde nazco, y es muy fácil saber que estoy con alguien porque cuando me llevan consigo las personas siempre tienen prisa. Por ejemplo: se enojan, gritan y maldicen, en el momento en que cambia el semáforo a verde y el coche de adelante no avanza; comen rápido y si tienen que hacer fila se desesperan volteando a todos lados o saltando en todas redes sociales de su teléfono celular. Me han querido matar con yoga u otros métodos de terapia sicológica, pero sólo me hago la muerta un rato y vuelvo aparecer en el cualquier órgano corporal. Otro recurso que usan para tratar de eliminarme son las píldoras o gotas dormilonas. Aunque ha habido quienes logran alejarme y en ellas aparezco únicamente cuando es necesario protegerlas de los peligros reales de la vida.

Respuestas: 1=La manzana. 2=La ansiedad.

martes, 11 de octubre de 2016

A DOÑA OLGA DE JUAMBELZ Y HORCASITAS

Querida Olga:
Perdona que sea hasta ahora cuando hago caso a tu insistencia de que te llamara Olga y te hablara de tú, así, sin complementos. Como si no fueras única desde tu historia, desde tu apellido “de Juambelz y Horcasitas”; como si tu presencia no se impusiera ante los otros, como si tu nombre no significara “aquella que es invulnerable" o "aquella que es inmortal". Te obedezco ahora cuando comienzo a escribir esta carta, un día después de tu partida. Por fin pude liberarme de la tiranía de ese atavismo.
         Hace 16 años acudí a ti, yo vivía días de confusión y tristeza, fue entonces que me abriste las páginas de tu periódico y eso me sanó. Quizá no supiste lo importante que eras para mí; trasformaste la percepción que tenía de mí misma. Valorabas mi capacidad mejor que yo, alentándome con un: “tú puedes hacer esto, tú puedes hacer aquello, no permitas que… Escribe un libro, yo te lo publicó”. Y así fue.Exactamente un mes antes de tu partida había pasado la tarde contigo y te hice una pregunta a propósito de que yo percibía tu mirada, a veces azul, a veces verde, a veces color miel… te pregunté sobre cuál era el verdadero color de tus ojos y contestaste: “De todos los colores, a veces hasta rojos”, y te reíste. Cada vez que te visitaba llevaba una lap top conmigo, para que oyéramos música y viéramos videos, porque hay alegrías que nunca nos abandonan y la música es una de ellas. Sabiendo tus aficiones veíamos videos de ballet, escuchábamos valses y especialmente te veía contenta con los boleros, una vez cantaste quedito, eso de “Me importas tú y tú y solamente tú”, de la canción “Piel canela” con Los Panchos. Otra ocasión se me ocurrió llevar un libro de Jaime Sabines, en ese tiempo estábamos armando la selección de los textos para tu libro Más allá de una mirada, y allí había un artículo sobre Sabines, por eso me tomé la libertad de leerte el poema “Los amorosos”; iba a la mitad de los versos, cuando me interrumpiste para decirme: “creo que me aburre, repite mucho”. Entonces me di cuenta que la contaminación de la publicidad ya no te afectaba, que tu criterio era más puro y espontáneo. Luego, gracias a ti pude apreciar que era cierto, el chiapaneco era muy repetitivo. Sabines no es Borges. Sabines es un instante, Borges es la eternidad.
Las últimas veces que te visité, al despedirme te aseguraba que pronto regresaría: “Ya no voy a estar”, me decías. No pude vislumbrar la cercanía de tu muerte. Escribo muerte y me parece una palabra inexacta para decir que dejaste este mundo: te fuiste poco a poco y nunca nos abandonaras del todo. Tu cuerpo se fue de manera pausada, sin grandes sobresaltos. Seguramente, amando como amabas a tu familia, no querías mortificar demasiado a tus hijos y a tus nietos… A pesar de todo, la muerte no fue injusta contigo porque después de una intensa y larga vida, tu descanso era justo.
         No solo quedaran los recuerdos, vivirás en lo que dejaste, quedará la revista Siglo Nuevo, que con tanta pasión fundaste, y la permanencia de El Siglo de Torreón, gracias a que persuadiste a tu padre, don Antonio, de que no lo vendiera. En mi memoria quedara tu imagen: regia, hermosa, inteligente... Te recordaré platicando sobre lo impresionada que estabas de tu viaje a las islas Galápagos, sobre tus peripecias juveniles: tu afición por la natación o por la danza clásica, misma que dejaste porque te dijeron que eras demasiado alta para eso. Te recordaré feminista, sí, pero desde la concepción de la diferencia entre el hombre y la mujer, no desde la igualdad. El feminismo visto desde tus elegantes ojos. Por eso entendí la razón de que tu columna “Por Pasillos de Palacio” firmada con el seudónimo de la “Güera Rodríguez”, fuera tan exitosa, porque allí escribías desde la convicción de la mujer que lucha para lograr la verdadera emancipación. En ese espacio de domingo disparaste todas tus armas contra el machismo.
         Una semana después de que te vi por última vez, viajé a la ciudad de México, allá visité a Elena Poniatowska, quien siempre preguntaba: “¿Cómo está Olga?”, esa vez recordé cuando me platicaste que le habías regalado una, muy buena, crema facial y que Dña. Elena se la untaba en los pies. Se lo conté a ella y sonriente me contestó: “No lo recuerdo, pero seguro que así pasó. Los pies también importan”. Me gustaba reunirlas conmigo en las pláticas que he tenido con ambas por separado.
         Guardaré con cariño tus consejos, tus comentarios sobre mis textos, recontaré las veces que compartimos el vino y la mesa, pero sobre todo, las tardes que tuve oportunidad de visitarte en tu casa. Fui muy afortunada al conocerte.
En estas líneas para ti, traigo un párrafo de tu texto “Seis décadas de una mujer” que está contenido en tu libro Más allá de una mirada: “En el mar del tiempo soy una roca golpeada por olas siempre nuevas. Una roca que no se mueve ni se desgasta. Y repentinamente la marea me arrastra; me arrastrará hasta que me hunda en la muerte. Mi vida se precipita y no obstante este momento transcurre con lentitud, hora a hora, minuto a minuto (…) ‘Es dura la tarea de morir cuando, a pesar de todo, se ama tanto la vida´”.
Me despido con un largo abrazo y un hasta luego. 

        

sábado, 8 de octubre de 2016

LA RISA Y SU CRUELDAD




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Evolutivamente, la risa humana fue anterior al lenguaje. Es decir, primero emitimos sonidos guturales de aceptación o de rechazo. La risa (y la sonrisa) se trasformó en una forma de manifestar complacencia. Pero la risa ha ido cambiando y ya no es sólo un impulso espontáneo sino que, ahora, las personas buscan formas de carcajearse, para ridiculizar a los demás; la risa también es un acto de crueldad.
En la Biblia, la risa no es una expresión aceptable: en el Génesis, por ejemplo, Dios le quita el habla a Abraham porque se rió cuando le comunicó que sería padre a los cien años de edad, junto con su mujer Sara, de noventa. La noticia les causó risa: Dios hace que Sara dé a luz a Isaac, nombre que significa “aquel que hará reír”. Igualmente, en el libro Eclesiastés, la risa es censurada, allí se encuentran frases como: “Dije de la risa: Es locura”; “Mejor es la tristeza que la risa. Porque cuando el rostro está triste el corazón puede estar contento”. Sin embargo, ni cristianos ni judíos se toman en serio eso de que la risa es mejor que la tristeza. Y en nuestro caso, los mexicanos somos capaces de reírnos casi de todo.  
La risa necesita ser compartida de lo contrario se vuelve contra el emisor, le trastoca el cerebro y lo vuelve loco: “El que sólo se ríe de sus maldades se acuerda” sentencia el refrán, y es que la risa necesita tener eco. La risa cuando es multitudinaria es potente y modifica las formas de sentir. Pero puede ser peligrosa, porque como dice George Bataille: “en la risa se pierde la conciencia”. Lo cierto es que la risa es un medio de catarsis para una nación como la nuestra, con muchos problemas de desigualdad social y violencia. Es a través de la risa, sobre todo, que el mexicano protesta.
.        En esto de reírse de los demás, la creatividad popular es asombrosa. A tal grado que lo chistoso se vuelve patético, por eso, como se ha escrito tantas veces, los mexicanos vivimos en constante tragicomedia. Cito un ejemplo, (quizá baladí): el caso de Nicolás Alvarado, que fue “linchado”, a través de las redes sociales, por atreverse descalificar la música de Juan Gabriel con su artículo “No me gusta “Juanga” (lo que le viene guango)”. La presión fue tal, que el hombre terminó renunciando como director de TV UNAM.  Desde luego, al escritor le faltó delicadeza e hizo enojar a los fanáticos, a pesar de que en su texto reconoce al “Divo de Juárez” como un personaje con un valor icónico similar al de la virgen de Guadalupe y Octavio Paz, y allí, también, admite ser clasista: “Mi rechazo al trabajo de Juan Gabriel es, pues, clasista: me irritan sus lentejuelas no por jotas sino por nacas”. Su error fue que en esa misma locución no resistió la tentación de hacer gracioso su desagrado por Juanga: “no por jotas sino por nacas”, dice.  Los intolerantes no admitieron el rechazo a su ídolo. Es curioso, los fanáticos se indignan si alguien dice que no le gusta Juan Gabriel, pero ellos mismos no respetan su memoria; pues, irónicamente, no han cesado de ridiculizarlo con vulgares memes, caricaturas y chistes.
Por su parte, el escritor Yuri Vargas, contradijo el artículo “No me gusta Juanga” con el texto: “Lo que se ve no se pregunta” haciendo una defensa puntual de lo que es la música de Juan Gabriel. No obstante, Vargas también se equivoca en la descalificación a Nicolás Alvarado, cuando lo llama ignorante, argumentando que la frase “prosodia torturada”, no se aplica a las letras versificas del cantautor, él afirma que: “la prosodia es el reino de la prosa”, cuando en realidad la prosodia no se refiere a la prosa, sino a la correcta pronunciación y acentuación de las palabras y esto abarca el verso y la prosa.

Me parece peligrosa la extraña libertad de expresión de las redes sociales, llenas de chistes y de maldad. No entiendo porque alguien se vuelve despreciable sólo porque no tiene los gustos de la mayoría. A mí me gustan algunas canciones de Juan Gabriel, así como cierta música folklórica (entre otras) pero prefiero evitar, en lo posible, la llamada “música grupera”, ¿eso significará que soy ignorante de la cultura popular o que “me sentí superior a cualquiera” al expresarlo? O, simplemente no me gusta, y ya.