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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 18 de julio de 2015

QUIÉN DEMONIOS ENTIENDE A KANT



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El filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) en su libro Filosofía de la historia, asegura que debemos de ser autodidactas y que es por pereza por lo que seguimos siendo alumnos: La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro […] La pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de los hombres continúe a gusto en su estado de pupilo.” Seguramente este filósofo hablaba así porque no se había topado con pensamientos tan complejos como los de él. Aunque a veces uno piensa que no es legible por fallas en la traducción del alemán al francés y de éste al español. Quién sabe.
         Me emociona mucho tener a la mano información sobre cualquier tema y poder estudiarlo por mí misma. Así se me ha ocurrido hojear libros de física cuántica o relativista. Aunque, a lo más que he llegado es a concluir que los quantum son paquetitos de energía que interactúan con la materia, que el fotón tiene la dualidad de comportarse como materia y energía y que el salto cuántico es el momento en que un electrón salta de una órbita a otra. Por eso cuando oigo a personas que cotidianamente hablan de conceptos como: “saltos cuánticos”, “relatividad” o “efecto mariposa”, me doy cuenta de que no tienen idea, en absoluto, de lo que están hablando. Hay muchísimos estudiantes de física que no logran comprender la Teoría de la relatividad. ¿Cómo voy a ser tan pretensiosa de querer entender, en una leída, algo tan complejo? Pero, me conformo con vislumbrar ciertas imágenes.
         Lo mismo sucede con otras ciencias, entre ellas la filosofía, se puede leer a los griegos, a Schopenhauer o a Nietzsche y entender lo que dijeron. Aunque después uno se tope con especialistas que anulan nuestras percepciones. Así, me asomo a otros apartados del pensamiento humano, pero lo que más me atrae es el arte. Especialmente la literatura se presenta ante mí como un mundo deslumbrante, porque allí caben todas las sensaciones e interpretaciones. Y aunque hay métodos aplicados a las obras literarias, todo puede ser subjetivo y aun así ser bello, o por eso ser bello. Desde luego hay autores difíciles, como lo es James Joyce en su Ulises, pero en general, todo mundo puede disfrutar y aprender de la literatura.
         Esta reflexión me vino porque un día, mi hija, Carolina, comentó que tenía que escribir un ensayo sobre el libro La crítica del juicio de Immanuel Kant. Yo había intentado leer La crítica de la razón pura, sin embargo, unas páginas recorridas y lo acomodé de nuevo en el librero. Entonces me puse a leer La crítica del Juicio. Luego, le hablé a mi hija para decirle que no entendía nada y que además me fastidiaba que en un pequeño párrafo, se pudiera encontrar tantas veces la frase latina a priori (previo a, de lo anterior) Ella me respondió soltando una hermosa carcajada, (claro, para ella es menos difícil; tiene un maestro que la encamina). De muestra este párrafo: “Sin embargo, el juicio viene a ser dentro de nuestras facultades de conocer un término medio entre el entendimiento y la razón, ¿tiene por sí mismos principios a priori? ¿Son éstos principios constitutivos o simplemente reguladores, no suponiendo, por tanto, un dominio particular? ¿Suministra esta facultad a priori una regla al sentimiento como término medio entre la facultad de conocer y la de querer, del mismo modo que el entendimiento prescribe a priori leyes a la primera y la razón a la segunda? He aquí de lo que se ocupa la presente critica del juicio.” Me quedó claro que en filosofía no existen sinónimos. En literatura se puede escribir entendimiento y razón como lo mismo pero aquí tienen significados diferentes. De todos modos, mi hija, me tranquilizó asegurándome que era muy difícil. “Espérate a Hegel”, continuó divertida.

         En general, lo que he aprendido sobre literatura ha sido de manera autodidacta; sé a quién leer para evitar que un autor incapaz me haga perder el tiempo. No obstante, en otras ramas siempre habrá autores para los que necesitaremos maestros, Kant es uno de ellos.

sábado, 4 de julio de 2015

HUMILDAD Y PEDANTERÍA


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Alguna vez escuché –en la televisión– a Carlos Monsiváis definirse como: “Humilde, pero no modesto”, pues aseguraba que así se lo había enseñado su maestro Carlos Pellicer cuando decía: “Yo soy humilde, modestos los pendejos”. Por supuesto, la referencia no es a la humildad como sinónimo de pobreza económica, sino a la humildad como conducta social. Y sí, creo que hay un mal entendido con la humildad. En general las personas piensan que ser humilde es negar cualquier talento o habilidad que se posea. Pero la Real Academia de la Lengua Española precisa: Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento. En tal caso si la humildad se basa en el conocimiento de las limitaciones; la propia definición lleva implícito también el juicio sobre las capacidades. El problema viene cuando la persona no se percata de sus limitaciones y actúa como si no las tuviera; de allí nace la pedantería.  Pedante: Se dice de la persona engreída, que hace inoportuno y vano alarde de erudición téngala o no en realidad. La pedantería entonces se presenta cuando la persona siente una necesidad irrefrenable de exhibir su sapiencia sin que la ocasión lo amerite. En contraparte el humilde reconoce sus talentos pero no es inoportuno al mostrarlos. Por eso a veces la pedantería y la humildad son difíciles de valorar por el propio individuo. Sin embargo, la evaluación para quienes lo rodean es simple: Cualquiera capta la diferencia entre una persona humilde y una pedante.
Podemos ejemplificar la humildad y la pedantería con dos pintores mexicanos que son muy reconocidos aquí en México e internacionalmente. Como pedante recordemos al fallecido José Luis Cuevas, que no perdía la oportunidad de decir lo grande que era. Y en el lado de la humildad tenemos al oaxaqueño Francisco Toledo que no hace alarde de nada, pero que consciente de su talento enseña sin recelo su arte. 
Samuel Ramos en su libro El perfil del Hombre y la cultura en México, en el capítulo “La pedantería” dice que la pedantería tiene un  fin, y que no sería remoto que esta finalidad fuera ignorada por el sujeto que practica este vicio. La pedantería es un vicio que, como todos los vicios, actúa como máscara. Algo oculta. La pedantería se refiere principalmente al estilo de hablar y de escribir y tiene como intención hacer gala del talento y de la erudición del sujeto que se expresa. “El pedante aprovecha toda ocasión para exhibir ante grandes o pequeños auditorios sus prodigiosas cualidades, pero siempre lo hace con inoportunidad. [...] Hablan de cosas profundas, en una conversación familiar. El pedante choca siempre a los demás. Parece decir: aquí yo soy el único que vale, ustedes son unos imbéciles”. Explica Ramos.

  ¿Qué es lo que pretende disimular la pedantería? Según el escritor  de El perfil del hombre... consiste en que el pedante desea ocultar su déficit intelectual y su sentimiento de menor valía. Y respecto al complejo de inferioridad, el autor afirma que todos los mexicanos lo tenemos pero que no nos viene de lo económico ni de lo intelectual ni de lo social, él dice: “.... el sentimiento de menor valía, proviene, sin duda del mero hecho de ser mexicano”. Así, manifiesta que este mismo sentimiento de inferioridad es igual para burgueses que para proletarios. La diferencia estriba en que el rico es experto en disimularlo, en tanto que el pobre exhibe su sicología sin mayor cuestionamiento. No obstante, yo no estoy de acuerdo totalmente con Ramos, pues no creo que todo mexicano tenga complejos de inferioridad sólo por el hecho de ser mexicano, ya que en 1934, cuando Samuel Ramos escribió este libro México era otro; las nuevas generaciones de mexicanos cada vez surgen más seguras de sí mismas, pues tienen acceso a más educación y más cultura. Ojalá eso nos ayudara a ser más humildes -no modestos- y menos pedantes.