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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 16 de febrero de 2013

TORREÓN SITIADO

Hace poco me encontré con está frase: “En este momento hay una balacera en Torreón. No importa a qué hora leas esto”. Y precisamente, mientras escribo este texto, a las diez y media de la mañana de un martes airado, al oriente de la ciudad, se oyen balazos y sirenas. Así es nuestra vida comarcana y parece que todos, mientras no sintamos el fuego en carne viva, nos estamos acostumbrando. Ya son cinco años de balaceras frecuentes y por lo tanto, de muertes violentas al ascenso.
            Aunque nadie lo ha bautizado así, a veces pareciera que estamos en estado de sitio, desde luego es un título muy delicado y ya que éste se denomina cuando una situación es considerada como un estado de guerra pero que es declarado formalmente por el Presidente y avalado por el congreso de un país: “El estado de sitio representa un concepto equivalente al estado de guerra, y por ello se dan a las fuerzas armadas facultades preponderantes para los actos de represión. Durante el 'estado de sitio' quedan en suspenso las garantías constitucionales…”. En México, y principalmente en Torreón, no se ha dicho que estemos en un estado de sitio pero tenemos razones para estarlo. Hemos perdido las garantías constitucionales, la impunidad es lo que impera. Y aunque se trata de una guerra entre bandos de narcotráfico estamos francamente afectados. Ya todo es posible.
            La palabra sitiar tiene dos conceptos de diccionario, una: “Cercar, asediar una plaza o una fortaleza para apoderarse de ella” y la otra “Cercar a uno cerrándole todas las salidas para atraparle u obligarle a ceder”. Nosotros vivimos ambas, pero a la vez los habitantes comunes también tratamos de ponernos a salvo de quienes están haciendo la guerra. Sin embargo lo que el ciudadano ordinario hace resulta ser inocente frente a una problemática tan compleja. Por ejemplo, el hecho de cerrar algunos accesos a las colonias. ¿Qué es lo que se pretende con esta medida? ¿Detener a los ladrones de casas y coches, o a los secuestradores y a los asesinos? Es muy difícil que una barda los detenga, pues hay otros caminos que pueden seguir. En las colonias cerradas esto generalmente funciona pero en las que son abiertas no. Creo que es imposible, además en consecuencia se altera aún más el problema de tráfico vehicular. Cerrar calles parece no ser la solución.
            Será que somos tan ingenuos que pensamos que los maleantes se encuentran únicamente en las colonias populares. Los jefes viven mejor que los empleados y buscan habitar zonas de mayor confort y que tengan un poco (sólo un poco) menos baches. Recordemos que más de una vez se han dado tiroteos en casas de delincuentes que viven en las colonias residenciales. Entonces, para qué las bardas en las calles, si nuestro vecino puede ser un criminal. Agreguemos a eso que los mismas accesos clausurados complican el transporte de las autoridades en casos de emergencia y lo mismo sucede con las urgencias médicas porque hay que hacer recorridos más largos. Obstruir calles está muy lejos de solucionar el problema de inseguridad, en cambio aumenta la agresividad en la convivencia. Se reconoce como un acto desesperado pero no por ser desesperado significa que sea efectivo. Imaginen que todas las colonias decidan cerrar calles, el caos que representa para los habitantes de las mismas y para lo que necesitan pasar por allí.
            No cabe duda que Torreón está viviendo uno de sus peores momentos de inseguridad. Hace días observaba cómo muchos cruceros de la ciudad cuentan con cámaras de vigilancia, pero me percate que son muy pocas las que afocan a la calle, la mayoría están dirigidas al cielo. Tal vez buscan contar las  nubes, los pajaritos, pretenden descubrir un nuevo planeta o gravar de noche cuando caiga una estrella fugaz. Otra medida inútil.
            La mayoría (priista o no) esperaba un cambio en la guerra contra el narcotráfico al entrar el nuevo gobierno peñista, pero aquí en Torreón, lejos de mejorar cada día empeora.