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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 7 de enero de 2012

MÉXICO HEMOFÍLICO


¿Ha usted probado la sangre? Quizá algún día que le acomodaron un moquetón en la boca, cuando en primaria o secundaria le dijeron: “Me las vas a pagar” y las pagó, o porque en el restaurante pidió un filete a un cuarto de cocimiento. Tal vez en la caída de su primer diente o en la extracción de una muela, o peor, por una tos o un vomito hemoptoico (hemorrágico) o cualquier otra circunstancia hemática. Pero, ¿a qué sabe la sangre?: Tiene un sabor a fierro (hierro) y se aprecia más bien dulce que salada. Además, tiene un hermoso color rojo brillante. La sangre no es un fluido cualquiera, es un tejido vital. Gracias a ese fluido viscoso todos los órganos y tejidos del cuerpo animal reciben oxígeno y nutrientes; por él crecemos, nos reproducimos y allí está escrito genéticamente nuestro pasado e igualmente se puede leer a través del genoma el futuro clínico de cada cuerpo. De los donadores es lo que más se regala porque es el tejido que más se trasplanta (transfunde) de un individuo a otro. Sabemos que el humano posee en promedio cinco litros y que hay cinco tipos que son O, A, B y AB y que además pueden ser RH positivo o negativo. La sangre puede hacer que una persona renazca o que enferme gravemente. Es el alimento de algunos parásitos, insectos y murciélagos, y en las novelas lo es de los vampiros. En México, alimenta la mente de muchos. La sangre es vida, y es muerte.
En este año 2012 habrá elecciones presidenciales en nuestro país, pero cualquiera que resulte ganador se verá rebasado por un México adolescente rebelde, egoísta, salvaje y hemofílico. Sí, hemofílico y no me refiero a la hemofilia, esa enfermedad hereditaria que padecían los reyes que, al casarse entre miembros de la misma familia, se transmitían un defecto genético que altera la coagulación. Entonces, si digo México hemofílico me refiero al origen de la palabra, hemo: sangre; filia: amor. Hablo de la fascinación que tiene el mexicano por la violencia, por la sangre.
El mexicano está tan obsesionado con la sangre que cuando ésta se sale de cauce y evoca la muerte, se emociona. El mexicano grita en las luchas, desde las gradas de los vestigios del circo romano: “¡Queremos ver sangre!”. Se excita cuando en las funciones de boxeo las narices chatas de los contrincantes empiezan a sacar el rojo, el mole –dicen-- Y qué decir de los toros, en donde los hombres con aires presuntuosos gritan ¡olé! (después de aspirar fuertemente el humo del puro) al ver el brillo de la sangre que coagula en el lomo del animal.
Hemos sido salvajes y sanguinarios desde nuestro pasado indígena y desde los ancestros de la conquista. Somos una clase de vampiro que trasmuta generación tras generación. Por ello México seguirá siendo un joven vampiro sanguinario e inmaduro al que curiosamente no le afecta la luz del día. El mexicano ama la sangre. Dice que le asusta y miente. Le gusta verla en la televisión. En las películas nacionales disfruta doblemente porque en ellas se retrata al macho hecho de sangre fría. Hay ironía, hay burla y el espectador ríe. Se carcajea con cualquier película en la que la sangre escurra. Allí están El infierno, o Miss bala, donde el público ríe mientras engulle palomitas y come sangre con los ojos.
Cuando observábamos en televisión la captura de maleantes vemos que, más o menos, por cada diez delincuentes hombres, hay una mujer. De ese modo todo pensamos que la violencia y la hemofilia se relacionan más con la testosterona que con los estrógenos. Pero, curiosamente en los estudios que existen, la violencia que recae sobre los menores de edad se descubre ejercida por las madres ¿Dónde se inició el círculo? Así, la mujer y el hombre pueden ser igual de hemofílicos, es sólo que ellas todavía lo hacen en la vida privada y el hombre ejerce la violencia dentro y fuera de casa. Sin embargo cada vez más saldrán del clóset las mujeres asesinas o narcotraficantes.
Tantos litros regados de este líquido vital y, ¿para qué?