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Nació en Francisco I. Madero, Dgo. El peor de los pecados es su primer libro de cuentos.Ha recibido el Premio Estatal de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” en los años 2000 y 2015 y el Premio Estatal de Periodismo de Coahuila, 2016 y 2017. Escribe cuento y ensayo. Es colaboradora regular del periódico El Siglo de Torreón. Su entrevista con Elena Poniatowska fue traducida al griego y publicada en la revista Koralli de Atenas. Ha publicado en diversas revistas nacionales y libros colectivos. Perteneció al taller literario de Saúl Rosales; es médica egresada de la Facultad de Medicina de Torreón, UA de C. y estudió la Maestría en Apreciación y Creación Literaria en Casa Lamm en la Ciudad de México.

sábado, 12 de septiembre de 2015

DE POETAS Y NARCOS


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Algunas veces he asistido a ver partidos de futbol. Fue en una de esas ocasiones que vi a un señor de aproximadamente 35 años de edad. Un hombre delgado, de  estatura mediana que portaba una camiseta del equipo Santos, zapatos  tenis y cachucha marca Nike. Adornaba sus jeans con un cinturón que tenía múltiples dibujos de calaveras. Dedos con anillos y en la muñeca del brazo izquierdo una gruesa placa de oro con letras impresas. El emplasto dorado se hacía pulsera por tres gruesas cadenas. En la mano derecha, su dedo meñique crecía gracias a una larga uña. De vez en cuando ese personaje  desembolsaba un grueso fajo de billetes para comprar papas fritas. Tomaba cerveza e invitaba a sus serviles amigos a lo mismo. Su boca fabricaba sin descanso un léxico por demás entusiasta. Él era padre de cualquiera y le mentaba la madre al mundo entero y al árbitro también. El culto a la Santa muerte evidenciado por su cinturón, la egolatría impresa en su ostentosa joyería, la uña del dedo meñique crecida (la medida del pase cocainómano) y su ufana actitud de poder, me hicieron pensar en que allí estaba un narcotraficante.
         Se dice que ahora algunas mamás están orgullosas ―e ignorantes― de que sus hijos madrugadores nunca lleguen borrachos. Y es que los desvelados han descubierto la magia de la cocaína, la que desaparece cualquier borrachera. Asimismo los médicos detectan cada día más jóvenes hipertensos y con arritmias a causa de las drogas. Las drogas, legales e ilegales siempre han sido parte de la vida: hongos, peyote, marihuana, cocaína, opio, heroína, anfetaminas, alcohol, etcétera. Sustancias que atenúan momentáneamente el dolor del alma pero que aumentan la miseria humana.
         De esas cosas me vine acordando cuando leí el cuento “A las cinco de la tarde” del escritor estadounidense George Steiner. Dos historias que se unen en una. Primero, el autor nos presenta a manera de reportaje, las marañas del narcotráfico en Medellín, Colombia, una de las ciudades más peligrosa del mundo. Las jerarquías de los narcos, donde aparece el superstar Pablo Escobar, el emperador de la cocaína y del secuestro, “sádico, que asesinaba a montones”. Enseguida,  allí mismo, pero desarrollada en México, D.F. cuenta otra historia. En la ciudad de México se reúnen un grupo de poetas porque allí: “hierven los talleres literarios, las pequeñas revistas y la lectura de poesía en voz alta”. La ciudad con más talleres literarios en el mundo. Allí, los jóvenes se cuestionan: “¿Cuándo ha servido un poema para detener una bala?” y ellos se responden: “Un poema no sólo no puede no puede impedir una matanza: a menudo sirve para adornarla. Embellece el asesinato, y lo hace soportable. En el cuento “A las cinco de la tarde” Steiner junta las dos historias, la de los poetas y la de los narcos. Los chilangos escritores llegan a Colombia, con la idea de leer poesía en la plaza principal de Medellín, A pesar de todo, se les ocurre que los habitantes de esa ciudad pueden obtener esperanza a través de los versos. Los poetas llevan pancartas para invitar a la gente y las reuniones se logran en tres veces ocasiones, se realizan con la buena disposición de los habitantes de Medellín. Luego los narcos de Medellín detectan a esos revoltosos, conspiradores y además extranjeros. Y entonces suenan los primeros disparos… Así los mafiosos demostraron una vez más que con “charlas y pildoritas de poesía no se ha de acabar el narcotráfico”.
         Por supuesto el argumento de la historia resulta poco convincente, porque si bien la intención de los poetas mexicanos es llevar esperanza al mundo de la droga colombiana, también hay que recordar que no hay necesidad de salir de nuestro país para ello. Al parecer el narcotráfico es peor en nuestro país.

         Después de todo, es verdad lo que dice el poeta venezolano Pablo Montejo “La poesía no sirve para nada, salvo para vivir”. Pero, ¿por qué ese absurdo pragmatismo? ¿Por qué querer darle al arte responsabilidades que no le corresponden? El arte puede ayudar pero no es la solución principal.

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